SUSANA Y PEDRO: UN CUENTO
CUENTOS DE DOMINGO / ANTÓN CASTRO
Susana y Pedro
La carrera política es como la Segunda División: quien resiste gana. El PSOE va de convulsión en convulsión. Algunos, con Susana Díaz a la cabeza, se inventaron un candidato que venciese a Madina y que hiciese olvidar a Pérez Rubalcaba. Un candidato de paja, que además era simpático, atractivo, sangre fresca, de luminosa sonrisa. Y él se sintió con ínfulas: decidió cambiar su destino y la conjura previa. Ignoramos cuáles eran las consignas de aparato. Sánchez pensó que este es un tiempo nuevo, que el partido –pugnaz en su democracia interna, con débitos visibles, sin conexión con la calle- debía orearse, contagiar modernidad, presencia, humor, incluso alguna que otra futilidad. Aconsejado por un equipo de estrategas ávido de relevancia, se lanzó a campo abierto: en las redes, en la prensa, en la televisión, donde asomaba por doquier y sin demasiados escrúpulos. Se han visto más su sonrisa y su campechanía que su ideología, hasta tal punto que algunos pensaron, y piensan, que el encanto es un disfraz, adorno efímero, pan para hoy y desolación para mañana. Y han decidido que ya no sirve. Que se ha excedido. Incluso él mismo palideció ante el impacto de Podemos: se sintió postergado y ofendido por Pablo Iglesias y se le lanzó a la yugular. Había cundido el pánico en el PSOE y en su propia seguridad. O tal vez ya habían empezado a moverle la silla y el caudal de sus ambiciones. Zapatero -que volvía con sutileza: nada que ver con el odio de Aznar hacia su sucesor Rajoy- le dio un leve aviso: no lo menospreció, se confesó obediente a la ejecutiva pero señaló a Susana Díaz como una gran gestora. El PSOE vive a la desesperada: busca a cada instante la piedra filosofal y parece haberla hallado en una mujer que solo ha gestionado año y medio. Y además, la famosa cena de ZP y otros con Iglesias les dolió a Sánchez y a una enconadísima Luz Rodríguez. El regreso de Bárcenas da un poco de oxígeno y reafirma las calamidades íntimas del PP. Sánchez intenta resistir en la balsa de la Medusa que es su partido, ante otra maniobra de Susana Díaz, a quien se le ven el plumero y su tendencia a las conspiraciones.
*Este texto apareció en mi sección 'Cuentos de domingo' de Heraldo.
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