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Antón Castro

RAFAEL CONTE: EVOCACIÓN DEL LECTOR INSACIABLE

RAFAEL CONTE: EVOCACIÓN DEL LECTOR INSACIABLE

Rafael Conte (Zaragoza, 1935-Madrid, 2009) oyó, desde los brazos de su madre, unos cuantos bombardeos en el Coso. Su padre era de Abiego y proclamó pronto: “Yo no quiero ser labrador”. A Rafael le encantaba contar historias familiares: de su abuela, que rezaba por todos; de aquel tío que “encontró una tina de onzas de oro, compró un castillo en Benasque y lo llenó de prostitutas hasta que se arruinó”, y de sus veranos oscenses. Sus padres decidieron trasladarse a Pamplona. No tardaría en descubrir que eran grandes lectores. A él le atraerían tanto los libros que, confesaba Conte, tuvo que pedirle permiso a su confesor para que le dejase leer a Sartre y otros libros prohibidos. De cuando en cuando venía por Zaragoza, y se quedaba embelesado en el Oasis y en el Plata. Adquirió ‘La metamorfosis’ de Kafka en la librería de Inocencio Ruiz. Durante mucho tiempo, sus dos mejores amigos fueron dos aragoneses: Ricardo Moreno y José Antonio Páramo, dos hombres de cine. Tras haber realizado cuatro cursos de Derecho, se trasladó a Madrid con el deseo de estudiar Periodismo. Eso era en 1959. Desde entonces, en ‘Informaciones’, en ‘El País’, en ‘El sol’ o en ‘ABC’, firmó una crítica literaria documentada y apasionada, que comenzaba por el contexto del autor y su estética, y luego se lanzaba al libro. Fue durante muchos años el modelo de crítico literario, el lector incansable, la referencia, el apologista de la lectura. Su escritor de cabecera era Marcel Proust, lo releía sin parar, pero admiraba a autores como Sender, de quien dijo que “era un gran creador, potente, racial, impresionante”, y sostenía que “Gracián es comparable a Cervantes”. Cuando publicó sus memorias, regresó un poco más a Aragón: fue presidente del jurado del premio ‘Pedro Saputo’ y presidente del Congreso sobre Ramón J. Sender que se celebró en Huesca en 2001. El paraíso para él era su casa, cercana a la cuesta de Moyano. Estaba invadida de libros y de una presencia dulce y cálida: su esposa francesa Jacqueline.

 

*Hoy, en mi sección ‘Cuentos de domingo’ de Heraldo de Aragón, le dedico este texto a Rafael Conte (lo cuelgo aquí ahora porque ya está avanzada la tarde), al que visité en su casa y con el que coincidé varias veces: en Huesca, en Madrid, en Zaragoza y en el corazón de los libros. Una vez fue al Maestrazgo con Jacqueline, estuvo en el Hotel Balfagón y esa experiencia la narró en la crítica a uno de mis libros publicados en Destino. Juraría que fue a ‘Los seres imposibles’ en ABC. La foto corresponde al archivo del diario ’El País’.

 

 

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