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Antón Castro

HISTORIA DE MAN. Por XOÁN ABELEIRA

HISTORIA DE MAN. Por XOÁN ABELEIRA

ÉL PAÍS. A Coruña.

El cinco de abril del 2002 el escultor Manfred Gnädinger escribía su última carta familiar. La primera, en realidad, que enviaba a su hermano y a su cuñada en décadas. "Queridos Waldtraud y Roland: os escribo con gran preocupación. Me siento mal por haber tardado más de cuarenta calendarios en dar noticias mías (...) La verdad es que cada vez tengo menos ganas de escribir, el silencio se acerca (...) Los seres humanos precisamos toda una vida para ponernos de acuerdo con nosotros mismos, y la mía toca a su fin. La mía, que yo siento perdida, como si nunca, nunca hubiese sido escrita (...) Lo importante es que cada uno viva como desee: los tipos raros como tipos raros, y vosotros tal y como sois, para mi dicha (...) En realidad escribo más de lo que parece por mis cartas, pero ello me lleva una eternidad, y además no es para vosotros sino para la posteridad". "Si realmente queréis entenderme", parece decirles, "mirad una foto vuestra, en familia, y comparadla con la de mi museo y yo juntos".

Ocho meses después, al alba del Día de los Inocentes, Man Fred moría en su islote de libertad asolado por el chapapote. Bajo su cadáver, entre los negros despojos de su museo, dejó una infinidad de obras y de documentos que, tabla tras tabla, escondrijo tras escondrijo, ha ido emergiendo. Gracias a la labor del cineasta Bernardo Cequera, autor del primer documental real sobre el alemán, y, sobre todo, de algunas trabajadoras del Ayuntamiento de Camariñas, como Mercedes Martín y Ana Martínez, se puede consultar ya este increíble material.

De todos esos misterios que, según él mismo auguró, empezarían a desvelarse el día en que muriese, hay cuatro realmente pasmosos. Un aluvión de dibujos y de una suerte de grabados que... ¿cómo diablos haría el raposo? Un arrecife de medio millar de piezas que, para colmo, el propio Gnädinger, armado con una camarucha de aficionado pero también con el sentido de la luz, el encuadre y la composición de un envidiable profesional, fotografió. Ese arenal de instantáneas en sí que Man, adelantándose a todos nosotros y mejor que todos nosotros, realizó y/o retocó a modo de collages (algunos en alusión al desastre del Prestige de aquel año). Y, por último, un almeiro de anotaciones y aforismos igual de asombrosos.

Sparen (título de un folleto publicado recientemente por el Consistorio Municipal) es el verbo alemán que mejor explica la filosofía que encierran las bellísimas intuiciones de este "místico del círculo" anticapitalista: ahorrar sí, mas no en el sentido de amasar fortuna, sino apenas en el de economizar. Guardar por y para el porvenir, pues "¿qué es digno de vivir para quien no es digno de conservar nada ni halla nada digno de conservar? ¿Su infidelidad?".

El documentalista Bernardo Cequera ha sido el primero en internarse en ese laberinto de visiones fugaces, transcritas con una parquedad franciscana que, según él, "a veces le llevaba incluso a eludir nexos sintácticos; de ahí su sencillez pero también su hermetismo". Pensamientos de una lucidez tal que difícilmente podrían ser fruto de una mente enferma. Rayos tan fulminantes como este: "Donde callan los corazones, gritan las piedras", que bien podría ser la definición exacta de la Galicia aloulada. O como éste: "La fantasía surge tras cada conmoción; en cada escombro vibra algo de fantasía", ligado sin duda a la propia ars poética de su autor. O como éste otro: "La paz es la nada; tan sólo quien se iguala con ella consigue liberarse", en el que la nada es sinónimo de lo absoluto.

Algo, pues, se ha ido avanzando en este tiempo de incomprensión hacia un artista literalmente radical que consagró su vida a su obra y, más importante aún, transformó su vida en su mejor obra. Pero todavía queda casi todo por rehacer. La fundación que en estos momentos está a punto de crearse deberá afrontar, ante todo, la limpieza y la restauración de un museo cada día más acechado por el silencio y, a la vez, terminar de catalogar y traducir todo este legado sin parangón.

Dos labores muy arduas, ciertamente, y para las que debería contar con los auténticos especialistas en la materia: esa marea de amigos de Man que en su día comprendió lo que éste y sus "hijos" simbolizaban.

*El escritor Xoán Abeleira, traductor de Sylvia Plath, entre otros muchos autores, publicaba recientemente este reportaje en las páginas de 'El País. Galicia'. Abeleira es autor de un estupendo libro sobre el pintor y bohemio alemán en Galicia: 'A pegada de Man' (Xerais). Antonio Pérez Morte, siempre tan amable, me ha mandado esta foto casi final de Mannfred.

 

2 comentarios

martina -

hola soy una camellana de 26 años que conocio a manfred desde que tengo uso de razon era un hombre bueno y cariñoso siempre que ivas a visitarlo sabia tu nombre posaba su mano en tu cabeza y te decia martina que tal estas y nos daba su libretita y alli teniamos ke hacerle un dibujo y poner la fecha muchas veces encontrabas dibujos que habias echo un año antes y todo lo guardaba con cariño a pesar de los comentarios de muchas personas jamas se porto mal conmigo ni con ninguna persona que yo conociese no puedo ver su foto sin emocionarme y cuando fue lo del prestige yo por desgracia estaba lejos de galicia y lo vi por la tele y nunca se me olvidara la imagen de man llorando por ver su casa asi yo espero que donde este este un poquito mas feliz por ver su casa un poco mas limpia lo que no creo que le hubiese gustado ver es que su museo este cerrado y que nadie puede entrar en el.Sin mas un saludo de una camellana

xoán -

Juro por Dios que NO estoy liado con Antón Castro, sino que es él, de motu proprio, quien nos asalta y nos sorprende con estos regalos suyos...