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Antón Castro

LUIS CARLOS CUARTERO: ADIÓS AL CAPITÁN TRANQUILO

LUIS CARLOS CUARTERO: ADIÓS AL CAPITÁN TRANQUILO

Cuartero

Carlos Moncín me ha enviado la foto en una sencilla impresión en papel. Él me conoce bien: son muchos años de aficionado casi furioso. A veces me pongo un poco energúmeno, lo reconozco. Y Carlos lleva quince años por lo menos acudiendo a La Romareda. Luis Carlos Cuartero es una de mis debilidades: aquí muestra los tacos, que simbolizan el trabajo, el sacrificio, su condición de peón constante del juego, nada atrabiliario. Todo un profesional. Y abajo está esa sonrisa contenida, sin afectación, ese gesto del buen tipo, del hombre modesto y polivalente que ha aprendido que el secreto del fútbol es el equipo, el entramado sólido que son capaces de tejer y anudar las figuras y los secundarios. Él es un secundario de lujo que se entrega hasta la extenuación; por algo lleva trece años en el club sin echar un borrón. No hay nada que reprocharle. Otro seguidor acérrimo como yo lo calificó como “actor de reparto”, y estableció, en esa genealogía del club, el inventario de su parentela futbolística: Yarza, Lapetra, Violeta, Cedrún, Señor, Javier Planas, Nieves, Víctor, Güerri, Xavi Aguado, Juliá. Luis Cuartero es el heredero de muchos de ellos. Si juega, es el capitán natural del equipo, el atleta llano y responsable que se descuerna y agrega un plus de combatividad y orgullo. Siente los colores hasta el fondo, allá donde el corazón se vuelve blanco y azul y leonado.

         Debutó muy joven, creo que tenía diecisiete años. Reapareció en un único partido en la temporada mágica, 94-95, cuando el Zaragoza enamoró en París. Y desde entonces, no ha desaparecido de la plantilla. Suele jugar una media de 15 a 25 encuentros por campaña, y lo más bonito es que siempre está ahí, dispuesto a correr, a salir. Y si no sale no pasa nada: jamás ha dicho una palabra más alta que otra, jamás ha tenido una salida de tono. Es el capitán tranquilo.

         Parecerá que quiero eludir sus características de su juego. En absoluto. No voy a exagerar: llegar a donde está y mantenerse tiene un gran mérito, y él, además, fue internacional en las categorías inferiores. Es un jugador que se adapta a distintas posiciones: lo hemos visto jugar de defensa central, donde quizá resulte algo blando, blando pero no cobarde, y de lateral derecho, que parece su posición más natural, pero también en diversos puestos en la media. A mí me convence en la banda derecha: ahí es un jugador de alzada, que se estira, que se atreve a combinar con los medios y a doblar a su extremo. Posee un centro aseado y buena velocidad de crucero. Es combativo y siente el partido como algo suyo. Vive el Zaragoza como algo que lo retrata y lo define. Cuando pienso en él, me siento orgulloso de mi equipo y de su historia. Estas botas y esta media sonrisa son las del héroe inadvertido. Y acaso el rostro más amable del Zaragoza. Gracias, Moncín.

 

*Hace un par de años hice un perfil de todos los jugadores del Real Zaragoza; aquí adoptaba el punto de vista de un aficionado que se parecía mucho al consejero José Luis Melero Rivas. Carlos Moncín retrató a Cuartero con las botas colgadas del cuello. Esta semana, con lágrimas en los ojos, Luis Carlos Cuartero, el gran capitán, el hombre tranquilo, anunció que se despedía del mejor club del mundo. Lo decía de veras.

2 comentarios

lorena -

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maldito hijo de puta, abandonaste a tu perra con 6 cachorros en la perrera. Mal tio!!!

piero -

Y cuando llora un hombre tranquilo, nos ponemos nerviosos. Adquirimos la consciencia de que otra página del zaragocismo, una de las más cargadas de la historia,ha pasado. Sus lágrimas aliviaron nuestra pena, su recuerdo alimenta el zaragocismo. A veces una enfermedad...mundial.