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Antón Castro

ELÍAS MORO, EL VIERNES, EN ANTÍGONA

ELÍAS MORO, EL VIERNES, EN ANTÍGONA

   Me acuerdo de mi madre cantando aquellas coplas que aprendió de pequeña, cuando la guerra.

 

 

   Me acuerdo de Lali, una tarde ventosa de febrero, erguida como una diosa, como un mascarón de proa, frente al mar de Portugal.

 

 

   Me acuerdo de Lee Remick diciéndole a Jack Lemmon en Days of wine and roses: “Un día soñé que me mataron. Fue allí, junto al embarcadero. Mi padre vino a recoger mi cuerpo en su vieja furgoneta de reparto”.

 

 

   Me acuerdo de cuando era monaguillo porque después del oficio nos premiaban con pan y chocolate.

 

 

   Me acuerdo de un setter irlandés que respondía por Stalin: el terror de los gatos del barrio. Tenía una estampa magnífica con su pelo largo y marrón flameando bajo el viento. Murió atropellado por el motocarro del hielo una tarde de verano.

   Le hicimos un entierro digno de un rey junto a las vías.

 

 

Me acuerdo de que el Capitán Cook, aquel osado marino, avanzadilla del Imperio Británico en los mares del Sur, fue descuartizado por los caníbales.

 

 

   Me acuerdo de una frase terrible, remachada como un clavo en la memoria colectiva de este país: “Pasa más hambre que un maestro de escuela”. Y de cómo esa hermosa palabra ha perdido, en estos tiempos pragmáticos y ociosos, casi todo su significado.

 

 

   Me acuerdo del juego de la rana; había que tener mucho tino para acertar con los discos de plomo en la boca del batracio.   

Una ronda de chatos de vino era el pago del perdedor.

 

 

   Me acuerdo de que en la pandilla, “ser chivato” era lo más bajo que se podía caer; el desprecio de los demás se convertía, para siempre, en tu más constante compañía.

 

 

   Me acuerdo del baile de la Yenka y de su simplón estribillo: “Izquierda, izquierda, derecha, derecha, delante, detrás, un, dos, tres”. Me torcí el tobillo una vez intentando los pasos.

 

 

   Me acuerdo del que vivía en la alcantarilla, frente a la portería, en las viñetas de 13 rue del Percebe.

 

 

  Me acuerdo de los que, próxima la Navidad, vendían los pavos por la calle: los arreaban con un palo, como si se tratase de un dócil rebaño de ovejas. Y de que nunca pudimos comprar ninguno.

 

 

   Me acuerdo de la elegancia de los icebergs.

 

 

   Me acuerdo de un poema de Tonino Guerra donde habla de la amargura de los bueyes ante la aparición de los tractores en las labores del campo.

 

 

   Me acuerdo de la expresión que utiliza un amigo mío cuando le preguntan cómo está: “Aquí, tirando de la pelleja”.

 

 

   Me acuerdo de cuando me enteré de que el guano es mierda de pájaros marinos, un abono cojonudo.

 

 

   Me acuerdo del hermoso nombre de algunas calles en los pueblos y ciudades de España: Costanilla de los Desamparados, Calle del Aire, Paseo de los Tristes, Calle Manos Albas…

 

 

   Me acuerdo del listado de objetos y profesiones (garlopa, hocino, lezna, cortafrío, agricultor, albañil, ebanista, zapatero…) que había que relacionar correctamente si querías aprobar el examen.

En cuanto fallaras alguno, suspenso al canto.

 

 

   Me acuerdo de cuando íbamos a La Cerámica para robar ladrillos por el gusto de romperlos después; el vigilante, que nos tenía fichados, nos disparaba con cartuchos de sal. Tenía puntería el tío; una vez me acertó en salva sea la parte durante la retirada. Estuve una semana sentándome en un flotador.

 

*Del libro ‘Me acuerdo’, editado por Calambur, de Elías Moro Cuéllar, “una colección de textos sobre la memoria en la órbita de los de Brainard y Perec”, según su autor, que ha tenido la gentileza de enviarme estos fragmentos. El libro se presentará este viernes día 20 en la librería Antígona (Calle Pedro Cerbuna), a las 20.30 horas.

 

**Elías Moro (Madrid, 1959), reside en Mérida desde 1982. Es autor de los libros de poemas ‘Contrabando’ (Col. La Centena, nº 89, ERE, 1987), ‘Casi Humanos (bestiario)’ (Germanía, 2001), ‘Palos de ciego’ (Col. El Pájaro Solitario, 2002), ‘La tabla del 3’ (de la luna libros, 2004), ‘En piel y huesos (Antología)’, (ERE,2009). También publicó los cuentos de ‘Óbitos súbitos’. Un anticipo, si puede decirse así, del proyecto ‘Me acuerdo’ lo avanzó en 1999, en el sello De la luna libros, en colaboración con Daniel Casado. La foto es de Alexander Bergstrom.

1 comentario

Rafael Castillejo -

Hace meses, recién salido del horno estaba, cuando Elías me envió este libro. En él me veo reflejado en muchos de sus recuerdos y, la pena, es que viene a presentar su libro el mismo día en que yo tengo otro compromiso pero, antes, me pasaré por Antígona para conocerlo personalmente y darle un abrazo.