Blogia
Antón Castro

MAÑANA: JORDI DOCE Y LUISA MIÑANA EN 'ESTE JUEVES, POESÍA'

Escribe Luisa Miñana, poeta y compañera y musa de Fernando Sarría:

 

Si dijera otra cosa, o hiciera como que no me gusta, mentiría... Este jueves, poesía me parece una empresa importantísima -resistente, tenaz, relevante-. Reconozco que el escenario me impone un poco por la seriedad, pero no importa: siempre hay cañas luego.

 

Así que estoy contenta, porque el jueves, 11 de noviembre, a las 19,30 - junto a Jordi Doce (¡menudo privilegio!)- tengo que leer poemas, y habrá un fragmento en bruto de Pop-pins también: la ocasión me parece propicia y adecuada.

 

Así que todos estaremos encantados de que si podéis, queréis, os apetece o etc. nos acompañéis un rato en la Facultad de Filosofía y Letras (Sala de Juntas) de la Universidad de Zaragoza (Campus de San Francisco): calle Pedro Cerbuna, 12.

 

Y me manda tres poemas:

 

ARIADNA, QUE MURIÓ ANTESDEAYER

 

Enormemente llueve. A puñados,

apasionadamente. Llueve con la misma intensidad con que un día,

en nuestro viaje de boda, me amaste bajo el sol implacable

de Creta, sobre la cubierta de aquel transatlántico babélico.

Laberínticamente

llueve al cabo de los años sobre mi rostro de muerta antesdeayer,

Sin hilos, a desgarros, llueve. Hasta lo más profundo

del centro de la tierra donde ya no me amas,

Teseo, pues olvidas con facilidad.

 

LOS COLORES DE ASTARTET

 

 

 

 

La muchacha, muy joven, figura de Astartet y largo cuello donde anudar

los más bellos pañuelos de seda, si pudiera comprárselos, camina por la calle

entre los brazos del chico morenísimo

al compás:

- una sabiduría que sólo corresponde a la naturaleza.

 

 

Astartet, top amarillo y un pantalón naranja

más ceñidos a su cuerpo

que la respiración de él, cuesta abajo por la avenida de Puente Virrey.

Ella, mujer

a la que siglos de lluvia han puesto al descubierto exactamente en este lugar, camina cantándole una canción a su novio, el de siempre. Una canción

alegre. Una canción tan alta

que restaura a brochazos los balcones del barrio, que derriba

el jazz metálico

de la circulación, y que se cuela en forma de deseo entre los tipos sin apellidos que llenan las tiendas a la hora de las últimas compras para la cena.

 

 

Top amarillo y pantalón naranja: serán esos colores por los me ha llamado

la atención. Y no por su alegría,

como hubiera debido.

Y pienso:

¿quién le ha dicho a esta muchacha que no pueda vestir

la túnica de plata de Astartet?

 

 

VENECIA DESPUES DE UNA TORMENTA DE VERANO

 

 

Margarita fumo su cigarrillo, miró a su alrededor- puso su blusa en orden y caminó tan hermosa que él tuvo que esperarla para siempre.

 

Dura la caricia lo que el tramo breve de la sombra al mediodía. Margarita lo sabe: en la estrecha calleja medieval no alcanza el aire sobre los puentes trepa la humedad y florecen los antiguos palacios desollados. Donde cesa la lluvia comienza el horizonte, termina la ciudad -(de nuevo la ciudad), lamida por mil lenguas que el mar devora.

 

Margarita sonríe. Demasiada belleza para el hombre que deja su maleta en consigna, mira a su alrededor y entretiene sus manos en un juego sin fin de cigarrillos. Margarita lo sabe.

 

Es una vieja, vieja película. La belleza de ahora fue en otra historia de otra forma contada tan sólo ostentación que el tiempo melancólico y estúpido desgasta y enaltece. Vestida como un escaparate Margarita sonríe. Margarita lo sabe.

 

*Los fotos son de Josef Sudek.

1 comentario

Luisa -

Gracias mil. Como siempre.
Y por las fotografías, claro.

Tiempos de incertidumbre.

Un beso.