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Antón Castro

'TURIA' RECUERDA A JOAQUÍN COSTA, A JOSÉ A. LABORDETA Y A ANDRÉS MARÍN

Por Raúl Carlos MAÍCAS. Director de 'Turia'

La revista cultural TURIA distribuirá su nuevo número este mes de marzo y, como es habitual, entre la amplia variedad temática de los textos que componen el sumario, los lectores que se interesan por los asuntos y protagonistas aragoneses no quedarán defraudados. Les aguardan tres sugestivos artículos: el primero de ellos dedicado a actualizar la figura y la obra de Joaquín Costa con motivo de conmemorarse este 2011 el centenario de su muerte. También la revista dedica una semblanza a la trayectoria como escritor de José Antonio Labordeta y da a conocer dos poemas inéditos. Por último, un artículo redescubre la faceta política del célebre tenor aragonés Andrés Marín como Alcalde de Teruel durante los inicios del siglo XX.

 

CONOCER A COSTA MÁS ALLÁ DE LOS TÓPICOS

 

Transcurridos cien años de la desaparición de Joaquín Costa (1846-1911), la revista TURIA publica un interesante artículo de Juan Carlos Ara Torralba con el objetivo de actualizar el análisis del personaje y su legado intelectual más allá de los tópicos al uso. Se trata de una necesaria nueva mirada al pasado en unos momentos en los que, hacia no pocos de los protagonistas de nuestro ayer, parece vigente una rutinaria remembranza o una progresiva alergia. Como si Costa fuera una ruina arqueológica, alguien irrecuperable y alejado del horizonte actual. 

 

Para Juan Carlos Ara, Costa fue un hombre arquetípico del siglo XIX en cuanto que perennemente albergó el designio de una vida de estudio y trabajo recompensable. Alguien a quien le obsesionaba el método y le acuciaban la reflexión y la escritura continuas: “tuvo siempre horror al vacío, a la pérdida de cualquier impresión, idea y proyecto. Gravitó pues, sobre Costa, y desde joven, la determinación implacable de ser alguien”.

 

De ahí que su vida fuera una obra en marcha, para la que contaba con una portentosa inteligencia y una ilimitada capacidad de trabajo. No obstante, “que anduviera Costa escribiendo y estudiando a casi todas las horas libres evidencia también un carácter solitario y un tanto hosco”.

 

En su artículo, Juan Carlos Ara despliega una valiosa interpretación que actualiza a Costa a partir de los tres escenarios por los que transita la vida del hombre contemporáneo: el de la comunidad/familia (“esa red de relaciones afectivas de donde los individuos extraen su identidad”), el de la privacidad/trabajo (“el orden del ejercicio laboral propiamente dicho”) y el de la civilidad (“el escenario en donde los individuos limitan el abuso que pudiera producirse  en el terreno privado”). El tránsito de Joaquín Costa entre ellos, y su peculiar vivencia, explican bastantes de las claves.

Tras un brillante y pormenorizado análisis de todas ellas, concluye Juan Carlos Ara: “Ya antes de fallecer, pero sobre todo después, su labor quedó reducida al supuesto breviario costista, ese centón de frases escogidas, apócrifas o no, que se vienen repitiendo una vez sí y otra también con ocasión de efemérides como la que se anuncia para 2011. Tras la muerte de Joaquín Costa, el hombre visible y tópico fue irremisiblemente apropiado por todos: anarquistas, fascistas, agraristas, nacionalistas… lo que equivalió a decir que Costa no era de nadie, pues lo que todo significa, significa nada. Y en ésas estamos, en significar, en decir, en restituir cabalmente la determinación de ser alguien de Costa, o lo que es lo mismo, en actualizarlo dignamente”.

 

UN ESCRITOR LLAMADO JOSÉ ANTONIO LABORDETA

 

Aunque José Antonio Labordeta (1935-2010) mantuvo una intensa y polifacética actividad a lo largo de toda su existencia, quizá sea su faceta como escritor la que practicó con mayor tenacidad. Antonio Pérez Lasheras destaca, en el artículo que publica la revista TURIA, que Labordeta fue ante todo un “hombre de papel”: desde sus primeros poemas cuando apenas contaba diez años hasta los últimos libros aparecidos en editoriales de tirada nacional, la literatura marcó marcado su periplo vital. 

Según Pérez Lasheras, “Labordeta ha sido, ante todo, un escritor y un lector, y ha realizado ambos trabajos con entrega y entusiasmo. Y, entre todos los géneros en que ha desarrollado esta actividad literaria, el poético es, desde mi punto de vista, el más representativo y personal: en él nació a la literatura y fue el último que ejercitó”. Además, “es en la poesía donde José Antonio se sentía más libre, más auténtico, más a su aire. La poesía ha sido su más fiel refugio contra la soledad y contra los aconteceres cotidianos. De hecho, siguió escribiendo poesía hasta el momento de su fallecimiento, y dejó varias libretas con poesía inédita, si bien no revisada ni corregida”.  

La poesía de José Antonio Labordeta muestra su compromiso personal con una realidad contradictoria. Temas como la incomunicación, la angustia existencial, la esperanza en la transformación, la ternura ante ciertos paisajes y personajes, la violencia y sus causas, el miedo y la opresión como motor de los comportamientos humanos se reflejan, aunque sea de forma diversa, en todos sus escritos. “Nadie como él –concluye Pérez Lasheras- ha definido el  contraste de esta tierra entre la esperanza y el desasosiego, entre la utopía y la desesperación”.

 

Como complemento al análisis de la obra literaria de Labordeta, TURIA incluye dos poemas inéditos dedicados a dos ciudades aragonesas: “Jaca” y “San Julián (El barrio)”. De éste último, fechado en Teruel en 1969, anticipamos algunos versos: “Aquí yace la yedra / sobre el muro. / Sobre el muro crece / el barro, la arcilla / y el niño entristecido por la tarde. / Aquí crecen las madres / a la puesta del sol / al tiempo que se arañan / desde el monte cercano / unas borrajas raquíticas y pobres / para hacerse entender / por campesinos.”

 

ANDRÉS MARÍN: ALCALDE DE TERUEL Y TENOR

 

En el sumario de esta próxima entrega de TURIA sobresale la segunda parte del trabajo sobre la vida y los afanes de Andrés Marín. En él, Juan Villalba elabora una pormenorizada, necesaria y útil aproximación biográfica que permite valorar como merece a uno de los turolenses más universales en el campo de la música: el tenor Andrés Marín (Teruel, 1843 – Madrid, 1896).

 

El trabajo se ocupa no sólo de explicar su reconocida fama artística sino que da también noticia detallada de su notable labor política en la ciudad de Teruel. Para Villalba esta tarea divulgativa entre sus paisanos es muy recomendable porque “sirve para honrar su memoria y, de algún modo, para mantenerla viva”. Ahora se trata, por tanto, de “reconocerla como lo que fue, “una de las mejores voces del siglo XIX, un buen alcalde y una de las personalidades más destacadas de la historia turolense”.

 

Según afirma Juan Villalba, Andrés Marín fue siempre muy querido por el pueblo de Teruel, siempre acudió a la llamada de sus paisanos cuando se produjo. Buena prueba de ello es que, en 1891 y una vez retirado como tenor, resultó elegido por votación popular primer teniente de alcalde. Dos años más tarde, ya era alcalde por el partido republicano federal. Su mayor logro político fue conseguir la llegada del ferrocarril a Teruel. Además de su perseverancia aragonesa y su fama internacional, Marín diseñó toda una estrategia de presión mediática y popular que finalmente cumplió con el objetivo. Aunque, fatalidades del destino, su artífice murió antes de ver circular las locomotoras por su tierra natal.

 

 

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