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Antón Castro

GYENES, VISTO POR FERNANDO OLMEDA

El artista de las bellezas españolas

 

[Fernando Olmeda publica ‘Gyenes. El fotógrafo del optimismo’ (Península), la historia del maestro del claroscuro que captó el mundo del teatro y de la música, y al general Franco, entre otros muchos]

 

Los húngaros han tenido una relación muy especial con la fotografía. Hungría ha producido un sinfín de maestros: desde André Kertész y Martin Munkacsi a Felics Holczer, François Kollar y Josef Pecsi; desde Brassaï y Moholy-Nagy a Robert Capa. Y entre ellos, y entre otros muchos, debemos citar a Jonás Henry Gyenes, que llegaría a España con el éxodo provocado por el ascenso del nazismo y abriría estudio en Madrid en 1948. A este fotógrafo de la sociedad, de Franco y de las “bellezas españolas” dedica un libro el periodista Fernando Olmeda (Madrid, 1962), biógrafo de Gerda Taro, la novia de Capa arrollada por una tanqueta en Brunete en el verano de 1937: ‘Gyenes. El fotógrafo del optimismo’ (Península, Barcelona, 2011. 334 páginas).

Juan Gyenes era hijo de un violinista y profesor de música y pertenecía a la alta sociedad de Budapest. Antes de dar el paso definitivo hacia la fotografía trabajó de electricista, pero descubrió la cámara y una de sus máximas: “Ver con los oídos y oír con los ojos”. Pronto se incorporaría a la red de colaboradores de la revista ‘Színházi  Élet’ y se dedicaría sobre todo a la fotografía cultural y especialmente musical. Dice Olmeda, que ha estudiado minuciosamente su trayectoria en multitud fuentes, que fue uno de los grandes testigos de la edad dorada del Festival de Salzburgo: allí captó a Casals, hacia 1932, a numerosos directores e intérpretes, entre ellos a Prokofiev. También realizó tareas de reportero gráfico, aunque su especialidad eran los estrenos teatrales y musicales, las fiestas de sociedad y los banquetes. E incluso, con bastante argucia y ayudado por dos cámaras (una de ellas la ocultó en un lugar estratégico), realizó una labor de ‘paparazzi’ antes de que existieran los cazadores de fotos: captó, en 1935 durante un viaje a Budapest, a Eduardo de Inglaterra y a Wallis Simpson en una foto que probaba su relación. También realizó foto deportiva, y en 1936, en los Juegos Olímpicos de Berlín, presididos por Hitler y dominados por Jesse Owens, realizó magníficas fotos: el libro muestra una escena en la que le enseña a Jesse Owens las páginas de la revista donde sale el campeón de velocidad y salto de longitud. Aquellos juegos también fueron los de Hungría, especialmente los de la nadadora Ferenc Csik.

Más tarde, Gyenes realizó una suerte de peregrinaje como corresponsal: estuvo en Sudán, en Egipto, y finalmente recaló en España. Poco a poco se abrió camino, y pronto se convertiría en un fotógrafo de referencia como retratista profesional y como colaborador para muchas revistas como ‘Semana’ o diarios como ‘Abc’, en cuya portada publicará sus famosos retratos de actrices y aristócratas españolas, entre ellas Sara Montiel, a quien le hizo estupendas fotos, o Cayetana de Alba; Gyenes era muy amigo de su padre.

Se consolidó de inmediato y fue uno de los grandes fotógrafos de estudio de la posguerra. Se especializó en la música, en el teatro, en la burguesía y en la moda. Era un hombre refinado, de buenos modales y muy halagador con las damas. Y además tenía una prodigiosa técnica que le permitía corregir imperfecciones en el negativo y luego en la copia en papel. Decía: “Si tienes un grano, el objetivo te saca dos. Cuando alguien me dice: ‘Tengo aquí una arruga’, yo le contesto que no la veo. El retoque es necesario. Arreglamos cosas que hay que corregir”. También dijo: “Necesito crear mi propio ambiente en el estudio, para captar el alma dentro del cuerpo. Ahí está el secreto. Encontrar el ‘duende’. Hacer visible lo invisible”.

Realizó varios retratos a Franco, algunos de ellos pasaron a la filatelia, y publicó varios libros sobre ‘Don Juan’ o sobre el Teatro Real.  En este libro, Antonio Fernández-Cid dice de Gyenes: “Nadie más celoso y atento, más sensible y discreto. Hijo de músico, músico él mismo por impulsos de sangre y afición, su cámara supo registrar momentos cumbres en la historia del Teatro, con la suprema virtud del tacto, en las antípodas del profesional ruidoso y desconocedor”. La frase es todo un retrato de este maestro de la foto de estudio, cuidadosamente iluminada, y del claroscuro. El libro de Olmeda está lleno de conocimiento, de detalles y de optimismo, como reza el título. Y es un magnífico documento sobre el arte y las relaciones de poder.

1 comentario

celebrador -

Admiro el blanco y negro, en cuanto a la foto necesitaba hacer unas fotos del maceto-huerto de casa porque me las habían pedido para esto del bloguerismo, y me tuve que comprar una cámara desechable de esas de las de usar y tirar.... ¡qué pena!, si es que no valgo