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Antón Castro

VILAS HABLA DE 'LOS INMORTALES'

Manuel Vilas (Barbastro, Huesca, 1962) es muchos otros y él mismo. Su literatura, de atmósfera pop y de exaltación constante de una imaginación libre, está poblada por personajes que adquieren caracteres ambivalentes y por un Manuel Vilas que es un autorretrato y, a la vez, puro delirio y una forma de ironía. Y un ejercicio de autoficción. Vuelve a suceder en su nueva novela, 'Los inmortales' (Alfaguara), de estructura cervantina que presentó la pasada semana en FNAC y ahora lo hace en Madrid y Barcelona.

Ha dicho que este libro arranca de algunas de sus últimas experiencias con la muerte. ¿Por qué, a qué muertes alude?

A la de algunos amigos, que se han quedado por el camino demasiado jóvenes y a la de mi padre, que falleció en 2005. Él quería vivir, y su adiós también me llevó a preguntarme qué es y para qué sirve la vida. No aceptas la muerte: yo, como le sucedía a mi padre, tengo una ilusión por vivir. La vida me entusiasma y me exalta.Es como si, de repente, me diera cuenta de podemos desaparecer. Me he puesto en guardia. Yo también moriré y eso me ha puesto un poco nervioso. A mí me gustaría que la vida durase siempre, pasear al sol. Esa conciencia de la fugacidad me desarmó, y la literatura me ha ayudado a exorcizar esa revelación terrible.

¿No le habrá afectado la crisis también?

No creo. Yo soy optimista. El ser humano, y puede verse a alo largo de la histoira, ha evolucionado para mejor. A pesar de lo que está ocurriendo estamos viviendo el mejor momento histórico. Y dentrod e 300 años se vivirá mejor. Yo soy optimista, vitalista.

Claro. Por eso se entiende que parte de su novela se desarrolle en el año 22001.

Somos seres históricos. La historia del hombre es la de una aritmética constante. Y la imaginación literaria te lleva a explicar lo que sucede, a instalarte en la ciencia ficción, en la distopía, algo que también hacía J. G. Ballard.

Empecemos específicamente con el libro...

'Los inmortales' arranca con un hallazgo: en 22001 se descubre un manuscrito donde se cuentan las andanzas de un conjunto de criaturas escogidas para ser inmortales: el propio poeta o narrador que soy, Saavedra, el protagonista de esta historia...

¿Qué le debe este libro a 'El Quijote'?

A mí me fascina la vida de Cervantes, que encarna a la perfección su espíritu. En segundo lugar, 'El Quijote' es un libro decisivo que habla de los grandes valores de Occidente: en 'El Quijote' se ve el fundamento de la democracia y es una novela sobre la tolerancia. Y por último, a través de la inteligencia de Cervantes, queremos vivir la vida. Cervantes es indulgente y generoso, y la generosidad y la indulgencia son grandes virtudes de la especie humana. Y esa indulgencia la he trasvasado a 'Los inmortales', que es una novela sobre la indulgencia.

¡Nadie lo diría!

No se crea: en mi novela aparece un personaje como el de don Quijote, ese Saavedra vitalista y poliédrico, y otro que emula a Sancho. En el fondo esta es una novela de parejas: Picasso y Vincent Van Gogh, la madre Teresa y el Papa, Virgil y Fede... La novela avanza porque existe un interlocutor que le hace compañía a cada personaje. Eso conlleva otro aspecto: la derrota de la soledad. Querría no estar solo nunca. Con los diálogos intento dar una lección de vida. Soy un vitalista.

Por cierto, una de las grandes parejas del libro es la de Hilter y Stalin. ¿Cómo lo explica?

Eso que hago yo con ellos, distorsionarlos, inventarles otra vida, no es nuevo: los convierto en personajes de la cultura pop, pero eso ya lo hizo antes Andy Warhol. No es frívolo exactamente, eso es la literatura: una vuelta de tuerca más a la realidad. En mis libros se diluye la realidad, se transforma, y eso también es cervantinismo, es la verdad de las mentiras.

Usted establece su propio código que le permite hacer y decir lo que le dé la gana, ¿no?

Hay como un desafío a la lógica y mis libros no hay que leerlos de manera lineal, buscando la estricta verosimilitud: siempre hay un desafío, un riesgo.

Por cierto, sus libros son muy culturalistas, exigentes con el lector. ¿Para quién escribe?

'Los inmortales' es un libro de historias y de personajes de amplio espectro, político y cultural.

Ha dicho que 'Los inmortales' es una novela de caballerías...

Desde luego. Es una novela de caballerías invertida, es decir una parodia, y ahí establece otro vínculo con Cervantes. El personaje que encuentra el manuscrito, Aristo Willas, manda a Corman Martínez, el último comunista, que visite todos los McDonald's del mundo. Y algo así solo puede darse en una novela de caballerías del siglo XXI, donde se produce una reunión de poetas en la luna.

¿Qué valor le da al humor?

Todos mis libros son libros de amor. El humor es otra de las formas del amor, un amor muy libre que rebaja la solemnidad. El humor es una búsqueda del otro y está muy presente aquí. El humor nos hace a todos más humanos.

 

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