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Antón Castro

LABORDETA SIGUE EN EL AIRE

LABORDETA SIGUE EN EL AIRE

 

EL MAGISTERIO IMBORRABLE

DE JOSÉ ANTONIO LABORDETA

SIGUE EN EL AIRE Y EN LOS LIBROS

 

Antonio Pérez Lasheras presentó ayer el libro homenaje al poeta, cantautor y político: ‘Para creernos vivos todavía’ (Rolde)

 

 “Labordeta nos enseñó a amar Aragón sin fisuras para siempre”, dice Antonio Pérez Lasheras en el prólogo al libro coral ‘Para creernos vivos todavía (José Antonio Labordeta en la memoria)’ (Rolde de Estudios Aragoneses, 2011. 196 páginas), que se presentó ayer tarde en la librería Los Portadores de Sueños.  El volumen, que lleva una portada de Pepe Cerdá y ha sido coordinado por el propio Pérez Lasheras, es una aproximación en cuatro partes a este “hombre que nos hizo mejores a todos” y que decía de sí mismo: “soy más poeta que escritor”.

En la primera parte se recogen los textos que publicó el autor de ‘El canto a la libertad’ en la revista ‘Rolde’: poemas que había escrito para el poemario ‘Diario de un náufrago’ y que luego se quedarían fuera, un poema a Luciano Gracia, unas ‘Hojas de invierno’ y sus versos finales, ilustrados por el arquitecto Pérez Latorre, donde trazó una álbum familiar, en el que aparecían sus padres, su hermano Miguel (del que dijo: “Miguel es el mejor poeta del siglo XX en Aragón. Es un poeta redondo, creó un mundo”). En el segundo recorrido se rescatan cuatro entrevistas muy diferentes: José Luis Melero (que firmará hasta cuatro artículos más, uno de ellos sobre la vinculación de Labordeta y Zaragoza) y Vicente Pinilla conversan con el cantante y político en 1983; en diálogo con Antón Castro reconstruye la figura y el magisterio de su hermano Miguel, y les cuenta a Carlos Serrano, Rubén Ramos y Javier Aguirre su evolución y su mirada política desde su hiperactividad en el Parlamento.

La tercera parte del libro recoge textos sobre Labordeta aparecidos en la publicación aragonesa. José Luis Rodríguez le remite una “carta abierta” donde le dice que “sigo prefiriendo, porque me emociona, esa dulce y cotidiana sentimentalidad de ‘Mar de amor’ o de ‘Somos’ y que me gustaría que el himno de quienes no tenemos otra cosa que los ojos clavados muy lejos y la boca cerrada en esta ciudad de fríos y vientos que muerden los sueños fuera esa ‘Albada’ que, acompañado por la voz de Imanol, cantas mejor que nunca”. Javier Aguirre explica cómo se gestó uno de los libros más totalizadores sobre el cantautor, ‘José Antonio Labordeta. Creación, compromiso, memoria’, que dio pie a un inolvidable homenaje en el Teatro Principal que glosan minuciosamente Víctor Juan y Pepe Melero. Entre otros textos, Mario Ruiz Arganda analiza las claves de la poesía y la canción, algo que también hará el compilador Pérez Lasheras en su texto ‘Adiós a los que se quedan. La literatura de José Antonio Labordeta’.

En la parte final del libro se recoge una selección de textos, que podrían llamarse de elegía, elogio fúnebre o síntesis de una trayectoria, redactados por muchos de sus mejores amigos de varias generaciones: desde Eloy Fernández, que lo saluda como su hermano mayor y lo retrata en su último adiós hacia el Miguel Servet, a Julián Casanova, Luis Germán o Vicente Pinilla; desde Ismael Grasa y Julio José Ordovás a Daniel Gascón, pasando por Luis Alegre, Nieves Ibeas, López Susín, Martínez de Pisón, Miguel Mena, Rodolfo Notivol, Fernando Sanmartín y Félix Romeo, que fue como el hijo varón que Labordeta (padre de Ana, Ángela y Paula) no tuvo. Félix dice: “Poeta es la palabra que mejor define a José Antonio Labordeta (...) Siento un profundo dolor por su ausencia, pero una enorme alegría por las muchísimas cosas que me regaló y que también quiso regalar a todo el mundo, en sus canciones, en su acción política y también, y sobre todo, en sus poemas”. El libro se completa con la incorporación de su primer disco, ‘Cantar i callar’.

Como curiosidad, Labordeta recuerda que la censura le prohibió un poema que iba en la revista ‘Samprasarana’, del colegio familiar, donde decía, casi a la manera de Vallejo: “Si Dios pregunta por mí, decidle que ya no existo”. Este libro, y el homenaje de más 50.000 personas lo despidieron en La Aljafería, lo contradicen: existe, y ha dejado una huella imborrable que Miguel Mena resume así: “José Antonio está en el aire”.

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