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Antón Castro

CÁSEDAS, EN LA SALA PILAR GINÉS

CÁSEDAS, EN LA SALA PILAR GINÉS

El pasado día 10 de mayo, en la sala Pilar Ginés, inauguraba su última exposición Antonio Cásedas, un pintor inscrito en el realismo mágico o en la nueva figuración. Se titula ‘Crepúsculosy amaneceres en el jardín del tiempo’. La muestra estará hasta el 17 de junio.

Antonio Cásedas ha escrito este texto:

 


El canto del plateado río fluyendo hacia el mar se unía en oculta armonía al del profundo bosque, donde llegaba la luz brillando como estrellas en los ojos de un niño.
 
Una brisa alegre movió la calma y agitó mi túnica... El gran pájaro azul en su silencio no daba respuesta a mis preguntas, me envolvió por un momento en una mirada dulce e irónica y se perdió en la espesura.
 
Me interné tras él, en un mundo de grandes templos, elevadas bóvedas vegetales y obscuros corazones de dragones verdes. Los insectos, flores y frutos fulguraban como gemas en un mosaico multiforme. En los árboles de mutante aspecto comenzaban a vislumbrarse hermosas mujeres de ondulantes cabellos. Los rugosos troncos tornábanse en rosada piel y blanda carne y de sus brazos-rama pendían en hilos de plata gorjeantes aves el paraíso.
 
Mis pies sentían levemente las doradas escamas del camino que como un interminable reptil, serpenteaba incansable; al fin desembocó en un océano de verdes olas coronadas de lirios. Más allá del cual, en las rojizas rocas llenas de extraños bajorrelieves y emergentes figuras, se abría la penumbrosa gruta hacia la que se dirigían las flotantes hadas.
Musité interiormente la vieja canción del catálogo de Cásedas:
 
              “Ven amigo.
              Cazador de estrellas.
              Levanta de tu lecho de olas verdes.
              Sacúdete las algas, las rosas y los vientos, y ven....
              Buscaremos inmersos en los profundos bosques.
              A la ninfa petrificada en su silencio sonoro.
              Quizás nos guíe, acompañada por un pequeño cantor.
              Más allá de las puertas doradas en la luz.
              A la ciudad donde no reina el cierzo.”
 
Mientras un sonido nuevo. Como un tañer de bronce, ascendía a las nubes despertando a los petrificados guardianes del umbral, que en su negrura era como el contrapunto y el apoyo a las claras andas que lo circundaban.
Repicaban alegremente las campanas del alba.
Pero...no, no son las de San Miniato...”El Bendita y alabada sea la hora” resonaba en los vientos.
 
El creciente rumor de arrecifes acabó convirtiéndose en fragor de coches en el sucio asfalto.
Y mientras los sueños se deshilachaban en fragmentos de remoto contento danzando dentro de mi cabeza, salté del sofá y salí a la calle a toda prisa pues apremiaba el tiempo para llegar al colegio de mi hijo para darle un beso, un abrazo y una merienda.
Sorteé con dificultades un ciclomotor en un paso de cebra y corrí tras el 32 que se alejaba raudo a Santa Isabel.
Conseguí subir a bordo y mientras aspiraba taquicárdico bocanadas de aire y de vida...
El plateado río fluía hacia el mar......

 

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