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Antón Castro

DOLAN MOR: POEMAS AL ESTONIO

Me escribe el poeta cubano Dolan Mor, afincado en Zaragoza, y me dice que le acaban de traducir al estonio, supongo que el traductor será Juri Talvet.

 

Enlace de poemas traducidos al estonio (Portada de la revista Akadeemia, 24. aastakäik 2012 number 6), los tres poemas en archivo adjunto:

 

http://lienzoslocos.blogspot.com.es/2012/06/poemas-de-dolan-mor-traducidos-al.html

 

TRES POEMAS (DOLAN MOR)

 

 

LA ESCOBA DE LAO TSE

 

 

Mi mano no sabe hablar de la sabiduría

de los árboles, ni de los animales que habitan

los palacios del viento, tampoco sabe

nada sobre los hombres que se creen

(ellos mismos) superiores a la Ignorancia.

Sólo se limita a observar, con los ojos

de las palabras, cómo pasa el río de los años

a través de la ventana, o cómo navega una melodía

de Karajan sobre los muebles del salón.

“Nadie cazará en su jaula de oro el pájaro de los símbolos”

                    (dice mi mano).

La luna no sabe hablar de otros satélites

a pesar de que la imitan y ni siquiera el sol

aprende de las llamas de un verbo o de los hornos

que ejecutan su función culinaria en el mundo.

¿Qué es vestirse desnudo en un idioma

sino ponerse los trajes de seda que teje el silencio?

Lao Tse, con su escoba de inmovilidad,

tenía razón y volaba hacia dentro.

Confucio, con su mudo discurso,

era más veloz que los ordenadores actuales.

¿Dónde podemos depositar el pie de la boca

sin que se ensucie con las hierbas de la modernidad?

El universo con sus sistemas digitales

en progresión debería ser sólo un mal poema

o ni siquiera una simple palabra sobre la hoja.

¿Para qué escribir o hablar entonces

del universo si en realidad no existe?

¿No es mejor volar hacia dentro,

cerrar las puertas de la mente y ver

cómo se apaga el exterior con sus lámparas?

Hasta que el punto final llegue en un leve susurro

                     (dice mi mano),

se asome la muerte en la escoba inmóvil de Lao Tse,

y nos barra los ojos, para siempre.

 

 

BIRKENAU, 2011

 

¿Alguien ha visto el tren

de los cadáveres sin nombres

navegar por un campo

de flores y huesos silvestres?

Yo, la niña de las manos sin ojos,

la del cabello magnolia

lo he visto atravesar el pulmón del cielo,

he mirado su cáncer de piedra

con humo entre los árboles

morir como una rata en las hierbas.

He palpado también la nieve en el silbido,

los ácaros en los asientos más oscuros

que en la memoria deja la noche

bajo el gas de la alambrada. Y,¿sabes,

amor?, no había un médico ni un ingeniero

ni siquiera un pedazo de pan

entre los labios a la hora de ver

pasar los vagones como balas,

ladridos de pájaros, púas

de terciopelo en el viento helado.

Así la humanidad se despedaza

desde la estación Hitler hasta hoy,

lo digo yo, la niña de las manos

ciegas que escribe este poema

en una ciudad cualquiera de Europa

mientras pasan las codornices del hambre

por las ventanas abiertas de mi imaginación.

 

 

UN SITIO QUE ES TAL VEZ…

Un sitio que es tal vez el fin del universo,
donde escribo un poema sin lógica ni espíritu.
Un silencio muy breve, con versos construidos
bajo golpes de Artaud, un magnolio en la orilla
del ventanal izquierdo, las barandas
repletas de azaleas marchitas, cubiertas
de cristales, ahumadas mientras suena
la música de Mozart en el fondo del patio,
a un lado del salón, incluso entre las plantas
que crecen de los verbos, adjetivos con lluvia
desfilan ante mí, me siento un bello fámulo,
levanto las cortinas del sujeto primario,
voy al televisor, construyo ahora una tila,
después bebo la mesa, pero el poema sigue
sin lógica ni espíritu, se parece más bien
a un hijo de este mundo: suele crecer con lujo,
observa la belleza entre la fealdad,
pero a la hora cero, a la hora de amar
también el universo, ese sitio que dicen
un día tendrá fin, entonces da la espalda,
pronuncia un sustantivo, por ejemplo "mudanza",
y es entonces que empiezo a cambiar de lugar,
de ciudad, de país, pero siempre termino
bajo el mismo elemento, en idéntico espacio
donde no cabe otro, donde la ceguedad
pronuncia el mismo verso, el mismo
desconsuelo, la misma capital de un sitio
que es tal vez, de un tal vez que no existe
a no ser en el punto final de este poema.

 

 

*Todas las fotos son de Gabriele Rigon, un fotógrafo de moda, del glamour y el mundo femenino. Es un fotógrafo italiano que busca la belleza y la sensualidad. 

 

 

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