Blogia
Antón Castro

FERNANDO SARRÍA: DE AMOR Y DESEO

[El pasado viernes, día seis de julio, Fernando Sarría se sumó al grupo de lectores de poesía erótica en la mágica noche de La Almunia de Doña Godina. Leyó este texto. Estas estupendas fotos son de Vadim Stein.]

  

Del poemario “Las Horas” el poema erótico leído en La Almunia

 Cerré los ojos mientras tu boca recorría los alrededores de la dicha.

 

Líbrame de este viaje por la oscuridad de Europa.

Tráeme cerca del Sena,

quiero volver a desembarcar de un tren del sur

y andar por las calles donde las hojas del otoño nos esperan.

Hay un alarde de viento que viene con la lluvia,

esa tormenta bajo la que somos un aguacero de dudas y preguntas.

La rue des Rossiers hierve en el vacío de tu nombre,

aquellos pasos nuestros retuvieron un eco de besos y caricias.

Arde todavía el verano,

la soledad se ha dejado media vida arrimada a la mía.

Sueño entregado a escuchar tu respiración recorriendo mi cuerpo.

Cada gota de sudor se hace de los dos,

se disuelve en la piel,

cubre de semillas cada poro del otro.

Ven de nuevo y que tus labios se pronuncien en amapolas,

me reconozco en tus uñas y en el sabio desafío de tu lucha…

Hoy, como todos los días,

mi ejército desperdigado y confuso ha sucumbido a tu boca.

 

[Fernando Sarría Abadía acaba de publicar un nuevo poemario, ‘Calafell’. Me envía una pequeña selección de textos.]

 

 

 

Debió ser un verano,

una infancia de soledades y mar.

El bagaje nunca es rentable.

Detrás de un niño que llora

perviven rotas las pequeñas cosas

que como las avellanas

guardaba en un puño cerrado,

un tesoro de pequeñas probabilidades.

 

 

 

En más de cuarenta años nunca volví.

Hay razones que nunca supe descifrar,

el lado más doloroso de los recuerdos

está ya matizado por el tiempo,

deshilachado por la lluvia.

Sólo como una bruma delgada

mantengo el escalofrío

de aquel niño

rodeado por la luz y la tristeza.

 

 

 

Supe del dolor, no el mío,

el de todos, envolviéndome

como un espectro hambriento y desolado.

En aquel lugar, donde una frente quieta y fría

me descubrió el silencio,

cada paso que yo daba era más que un milagro,

rodeado de ojos sedentarios,

de los que se quedan fijos e inmóviles,

atados a lo único que ahora tengo de ellos:

su recuerdo en mi memoria.

  

Los cromos de la Biblia sabían a chocolate puro Louit

y a aquella atonía de cuartel infantil

con la que en procesión

recorríamos los pilares de la realidad.

Uno a uno,

en nuestro silencio,

poseíamos la pequeña maldad

que ni tan siquiera la más cruel enfermedad acalla,

lobeznos humanos de la miseria del desamparo.

 .... 

En una lata con agua de mar

los pequeños cangrejos fueron lobos.

La noche fue cruel

y el miedo los dejó

como a nosotros:

deshechos.

...

 

Guardo en mis manos el frío del hierro.

Las camas del hospital

eran azules o grises, no recuerdo bien,

pero en su silencio

tenían el frío de todos los inviernos.

 

 ...

 

Debajo de la almohada guardaba mis tesoros,

unos cromos, cuatro tebeos, dos canicas.

 

 

 

 

 

2 comentarios

mayusta -

Buen libro, buen poeta, buen amigo...

Fernando -

Gracias Antón, siempre es gratificante ver mis poemas en tu blog.