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Antón Castro

FÉLIX ROMEO, POR LORENZO SILVA

HOMENAJE | Getafe Negro

 

EL LECTOR INSACIABLE

 

  • Félix Romeo lo había leído todo, lo entendió todo y a todo le sacó partido

Lorenzo Silva | Madrid. El Mundo

 

 

Hace ahora 13 años publiqué una novela que pasó bastante inadvertida. Era una novela rara, pequeña, introspectiva, y la publicaba una editorial a la que también convendrían esos tres adjetivos, Pre-Textos (confío en que sus editores no se irritarán ante lo que pretende ser un halago). Que yo sepa, sólo mereció tres reseñas: una de Ricardo Senabre, ese crítico que tiene el valor que Raymond Chandler les reclamaba a los de su gremio, el de estar más atento a descubrir lo nuevo que a incensar lo ya reconocido y que es una 'rara avis' entre nosotros; otro texto que venía a ser una suerte de ajuste de cuentas, que no tenía otra razón y que no es preciso recordar; y una de Félix Romeo.

Y es que Félix Romeo se lo leía absolutamente todo, de todo sabía y sobre todo había reflexionado en profundidad y hablaba con sustancia, originalidad y fundamento. Cuando reseñó aquella novela, le dio por emparentarla con Michel Houellebecq, pero no con 'Las partículas elementales', el libro que por aquel entonces acababa de hacerlo famoso, sino con el anterior y a mi juicio mucho más interesante 'Ampliación del campo de batalla', que por supuesto Félix había leído en su día, y que yo leí por su culpa, para darle apenas volví la página última toda la razón. Eran dos libros en apariencia distintos, incluso distantes, pero en el fondo había un mismo desengaño del mundo, basado, como presupuesto esencial, en el desengaño amargo de uno mismo.

No lo conocí mucho, a Félix. Coincidimos por primera vez un año antes, en el festival Actual de Logroño de 1998. Volví a verlo media docena de veces contadas. Siempre hablamos de literatura. Siempre salí con una lista de ocho o nueve libros por leer, que leí y hube de agradecerle. Lo fui siguiendo en sus artículos y en sus libros, pocos y exquisitos. Siempre me pareció (y creo que alguna vez le oí decirlo) que era un escritor que tenía dificultades para escribir, y en especial para fabular, por culpa de lo mucho y bien que había leído, y por la autoexigencia que sobre esa base practicaba consigo mismo, tan inmisericorde que apenas le dejó alumbrar una obra narrativa cuyos títulos pueden contarse con los dedos de una mano. Pero qué títulos. Desde su inaugural 'Dibujos animados', pasando por 'Discothéque', su perturbadora novela larga, hasta los dos estremecedores relatos reales que encierran 'Amarillo '(inspirado en el suicidio de su amigo Chusé Izuel) y su obra póstuma, 'Noche de los enamorados' (sobre el parricida al que conoció en el módulo de ingresos de la prisión de Zaragoza, a la que fue a parar por insumiso).

Esta tarde el festival Getafe Negro, en colaboración con la Fundación Mapfre, le rinde un homenaje a este joven sabio, a este escritor poderoso y único que nos dejó demasiado pronto y que en su obra, además de su conocimiento vasto y sutil de la literatura, acreditó mimbres de lector y practicante de lo mejor del género negro. Trazas de ello hay ya en 'Discothéque' (junto con una pertinente y rara alusión a una de esas guerras perdidas de nuestra historia, la de Sidi-Ifni), pero donde llega a su consumación es en la magistral brevedad de 'Noche de los enamorados', un viaje fascinante a las profundidades del crimen, a partir de una historia tan real como desazonadora: el asesinato de una mujer, ex prostituta, por su marido (y ex cliente), en una de esas noches oscuras en que de puro desgaste y a fuerza de claudicaciones el amor naufraga para convertirse en su contrario y provocar la muerte de una persona y la ruina definitiva de otra.

Félix Romeo se acerca a esta historia ajena, que apenas pudo entrever en ese momento carcelario, la noche de un 14 de febrero para más señas (una de las varias explicaciones del título), con la delicadeza y la hondura de los genuinos contadores de historias. Sabiendo que lo que en la superficie se muestra siempre es indicio de ingentes volúmenes sumergidos, tratando de adivinarlos pero sin pretender en ningún momento suplantarlos por el capricho de su propia imaginación. En un texto conciso, vibrante, memorable, nos ofrece un descenso a los abismos del sentimiento amoroso y del impulso homicida, esas dos caras de la moneda humana que todos transportamos y gestionamos como mejor podemos; un viaje que el lector hace con el autor conteniendo el aliento, ante un relato que resulta ejemplar.

Sólo por este libro, que debería llegar a muchos lectores, Félix Romeo tiene un sitio de honor en nuestras letras y en nuestra narrativa criminal. Pero hay mucho más. De todo ello, esta tarde, Getafe Negro hablará con sus amigos: Ignacio Martínez de Pisón, Ray Loriga, Malcolm Otero. Será una tarde, a buen seguro, para recordar. Una tarde más para disfrutar del carisma y el legado de Romeo, escritor escueto, lector torrencial.


  • Lorenzo Silva es escritor y organizador del Festival Getafe Negro. La foto del Félix amarillo es del Colectivo Anguila.

 

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