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Antón Castro

RAMÓN J. CAMPO: EL ORO NAZI

RAMÓN J. CAMPO: EL ORO NAZI

 

 

Ramón J. Campo reedita y amplía su gran investigación sobre el oro de Canfranc

LA NARRACIÓN FASCINANTE DEL ORO NAZI

La historia del oro de Canfranc y los nazis “dio la vuelta al mundo en casi todo, menos en globo”, escribe Ramón J. Campo, el reportero de HERALDO que, ayudado del hallazgo de unos papeles casi milagrosos por Jonathan Díaz, ha escrito esta fascinante historia donde hay de todo: política, historias humanas, afán de libertad, desesperación, espionaje, muertes por miedo e infarto, camaradería. Y, ya de paso, en este relato real, que parece inverosímil, late al fondo una vindicación de Europa y de la estación de Canfranc como una constante puerta a la esperanza. Esperanza para qie Europa entre en España; esperanza de que España consolide un punto incuestionable de paso hacia Europa, algo que se empezó a pensar en 1853, que se estableció en 1928, y que conoció toda suerte de escaramuzas, clausuras y reaperturas a lo largo del tiempo, para ser cerrado definitivamente en 1970.

Ramón J. Campo (Huesca, 1963) publica por tercera vez esta investigación que se ha hecho leyenda universal (ha interesado en más de medio mundo) con nuevos añadidos: el nombre de los 272 prisioneros que el régimen de Franco encerró en la Torre del Reloj de Jaca entre 1942 y 1945; una foto que vincula a uno de los héroes de Canfranc, Albert Le Lay, con el ‘Schlinder’ español, nacido en Zaragoza, Ángel Sanz Briz; un diccionario onomástico, algo así como un ‘dramatis personae’ muy valioso o el manifiesto que se ha firmado por la reapertura del Canfranc este mismo año, por citar algunos ejemplos.

En esta tercera aparición en Mira, tras haberlo hecho en Ibercaja y en Península, el libro se titula: ‘Canfranc. El oro y los nazis’. De los papeles de Canfranc se hablaba algo, casi como un rumor o como vagos murmullos, hacia 1997, pero sería poco después cuando aparecieron esos papeles, estercolados en las naves o en las vías, con una información fascinante sobre el paso del oro desde Francia hacia España y Portugal; en algún caso también, la Península Ibérica era el lugar de tránsito y de depósito antes de enviar los lingotes a Estados Unidos o a Latinoamérica. Ramón J. Campo ha realizado a partir del hallazgo un minucioso y proceloso trabajo de documentación y de búsqueda: preguntando aquí y allá, buscando testigos, relatos adyacentes, personajes protagonistas o secundarios, realizando una tarea entusiasta que menosprecia la pereza, ha llegado a inesperadas conclusiones. El triunfo del periodismo al servicio de la verdad y la historia.

La espiral de su ‘quest’ ha dado grandes frutos. Entre otras cosas, la Estación Internacional de Canfranc vio pasar, entre 1942 y 1943, 86.6 toneladas de oro en lingotes –un testigo dice, a propósito de una de las cajas, que pesarían alrededor de 60 kilos, nada menos- que se cambiaban por los “materiales estratégicos” para la fabricación de armas como el wolframio, el hierro y por blenda, que llegaba de Teruel, y en concreto de Cella, aunque según reveló Teodoro Cascante ya en 1940 y 1941 pasaban el oro y otras muchas cosas: desde latas de sardinas o materiales de cine.

Escribe Ramón J. Campo: “El tren de Canfranc significó la libertad para cientos de judíos y otros perseguidos por el régimen de Hitler que huyeron por la frontera del Pirineo central. Los viajeros que buscaban la paz se cruzaban en la estación aragonesa con las mercancías que ayudaban a hacer la guerra. Paradojas de la historia”. Canfranc era por tanto un enclave muy especial, controlado por los franceses y por los nazis, que habían sometido a los franceses durante la II Guerra Mundial, y, en la parte española, por carabineros (luego la Guardia Civil), la Policía y el Ejército. Canfranc sería un teatro de operaciones de un complejo calado: por allí huirían los judíos, sobre todo los polacos, los refugiados, los enfermos, sería también un escenario de maquis, de espionaje y de grandes expectativas. En ese caldo de cultivo pasó de todo. Y el periodista, con los instrumentos del reportero e historiador en la mano, hace hablar a sus personajes: al cajero de Aduanas Antonio Galtier, que redactó unas memorias llenas de datos y fue testigo de numerosas tensiones, algunos actos de picaresca y del terrible incendio de Canfranc; Daniel Sánchez y su mujer, que eran “una piña con los suizos. Solo sé que el oro iba muy vigilado”, dirán, ya que el oro era repartido por la península en camiones suizos; José Marraco, padre del expresidente Santiago Marraco; el jefe de carabineros Salvador García, que salvó a más de 200 judíos; el inspector de policía Benito Mutilva o, entre otros muchos, el héroe inadvertido Albert Le Lay, un francés díscolo, que colaboraba con la resistencia, que llegó a Canfranc en 1940 y que sería impulsor de una escuela francesa; al final sería buscado por la Gestapo y se salvó de puro milagro. Hay muchas peripecias; entre las suposiciones, Ramón J. Campo sospecha que Max Ernst y quizá Marc Chagall pasaron por Canfranc para salvarse del horror.

1 comentario

David Simón -

CANFRANC
Conocí la existencia del libro "La estación espía"(2006) escuchando un programa de Radio Nacional hace un par de veranos sobre La estación de Canfranc . En el libro, el autor R.L. Campo amplia la información y la crónica ya aportada en "El oro de Canfranc" (2002) en donde ya relataba las vicisitudes de la Estación de Ferrocarril/Aduana Internacional de Canfranc (Huesca), por donde durante los años de la Segunda Guerra Mundial circularon toneladas de oro, material de relojería, dinero... enviados por los nazis a España, camino de no se sabe dónde. Hubo también mucha presencia nazi en los años de la Guerra en Vigo y otras zonas del país, moviéndose en torno al comercio y explotación del wolframio.
Canfranc siempre ha sido un lugar mítico en la memoria de mi familia. Un simple cruce de pocos pasos para cambiar de andén (se cambiaba de país simplemente cruzando el edificio de la Estación internacional) hubiese hecho que la historia familiar fuese diferente. Mi abuelo materno viajaba varias veces por semana por motivo de su trabajo como funcionario de Correos desde Zaragoza en el tren correo ("el canfranero") hasta esa Estación/Aduana internacional. Como tantos otros pensó que él no estaba en peligro, que no había ninguna acusación hacia él. Como tantos otros fue detenido y asesinado en Torrero en octubre de 1936.
Compraremos esta tercera edicion ampliada.
Probablemente alguno de estos judíos que pasaron por Canfranc fueron luego ayudados por las redes que los pasaban desde Galicia a la raia de Portugal: En estas redes clandestinas de apoyo estuvieron muchas personas, entre ellas las hermanas Touza(Ribadavia-Ourense).
Saúdos dende Galicia

p.d.http://diariodeunmedicodeguardia.blogspot.com.es/2010/09/de-un-posible-ourense-destruido-por-los.html