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Antón Castro

JACQUES LEONARD Y LOS GITANOS

'Mitad payo, mitad gitano'. Jesús Ulled. Un libro de Destino

 




La historia novelada de Jacques Leonard,

    
el fotógrafo que amó a los gitanos






[Dossier de Destino, del equipo de Alba Fité]
Por una serie de circunstancias fortuitas, Jesús Ulled conoció a Santi Leonard, hijo de nuestro personaje, que le hizo llegar un manuscrito que había dejado su padre. Estas pocas páginas autobiográficas tan fascinantes han sido el germen de esta novela, la novela de una vida.  

«Jacques Leonard fue uno de esos seres cuya vida es una aventura permanente, pero que pasan por nuestro lado sin manifestárnoslo. Otros, con menos bagaje vital, aparecen como personajes de leyenda, aventureros admirados, objeto de libros y reportajes. Jacques pertenece a la raza de los que se limitan a vivir por el placer de hacerlo.»  

Jacques Leonard (París, 1909-L´Escala, 1995), hijo de la burguesía parisina, se inició en el mundo del cine, viajó por todo el mundo y se codeó con la intelectualidad del momento en España, en la década de los años treinta. En la posguerra, se trasladó a Barcelona, donde trabajó como fotógrafo freelance para, por ejemplo, La Vanguardia, y se enamoró locamente de una gitana, Rosario Amaya, con la que se casó tras un noviazgo asistido en Los Caracoles de la calle Escudellers. Vivió durante muchos años en las barracas de  Montjuïc, bajo el nombre de el Payo Chac o El Loco, desde donde realizó extensos, históricos y maravillosos reportajes fotográficos de la vida gitana.  

 

Nota de autor



«Este libro es fruto de la casualidad y de la curiosidad.  Por una serie de circunstancias  fortuitas, conocí a Santi Leonard, hijo de nuestro personaje, que me hizo llegar un manuscrito que había dejado su padre, para averiguar si había manera de publicarlo. El texto era, en realidad, un encendido alegato a favor de los gitanos en general y de los gitanos españoles en particular,  y Leonard había hecho preceder a lo que llamaríamos el “corpus” de su trabajo, de unas pocas páginas en las que, de manera sucinta, explicaba su vida y, en definitiva, los caminos que le habían llevado, por vericuetos que no desvelaré aquí, a sentir la necesidad de volcar sobre el papel su reivindicación de la raza gitana. Reivindicación que, por cierto, también materializó magistralmente a través del objetivo de su cámara fotográfica. Estas pocas páginas autobiográficas eran tan fascinantes, que la curiosidad me llevó a querer investigar para ampliarlas.    

Santi dio con una serie de notas mecanografiadas  que parecían ser apuntes biográficos de su padre. Eran apuntes anárquicos, repetitivos y sobre todo carentes  de referencias temporales claras.  Pero confirmaban la fascinación que me había producido el primer resumen de la vida de Jacques. Y lo que iba a ser la traducción de un libro sobre los gitanos, se convirtió en el relato de una vida singular Jacques Leonard fue uno de esos seres cuya vida es una aventura permanente, pero que pasan por nuestro lado sin manifestárnoslo. Otros, con menos bagaje vital, aparecen como personajes de leyenda, aventureros admirados, objeto de libros y reportajes. Jacques pertenece a la raza de los que se limitan a vivir por el placer de hacerlo. No necesitan proyectar sus experiencias al exterior, ni aferrarse a ellas. Abren y cierran capítulos sin nostalgia por lo que dejan atrás ni preocupación por lo que enfrentan.  De no ser por el empeño de sus hijos, que nos ha permitido recuperar un fotógrafo magistral y un ser humano excepcional, hoy Jacques Leonard, el fotógrafo que amó a los gitanos, no existiría para nosotros.»  

La obra  


Aventurero, chalán, escenógrafo, fotógrafo, cineasta, escritor, artesano y amante del pueblo gitano, Jacques Leonard se enamoró de Barcelona y allí se instaló. Su biógrafo Jesús Ulled, de la mano de su familia, rememora a este gran fotógrafo francés que retrató a los gitanos por todo el mundo.

Un hombre que nació en el seno de una atípica y acomodada familia parisina, creció envuelto en el temor de la Gran Guerra, se educó entre caballos y criadores gitanos y se convirtió en un hombre viajando por Europa, ya fuera tras su primer amor o tras una empresa económica. De París a Madrid, y de ahí a Australia: cine, teatro... Leonard vivió la explosión de las Artes en la convulsa Europa bélica para terminar con su gran pasión, la fotografía, y regresando a sus orígenes, a la vida gitana.    

El Chac, como le llamaba su segunda mujer y su gran amor, Rosario Amaya, se convirtió en los ojos de la Barcelona calé, en la voz artística de la pasión y el espíritu del pueblo gitano y en el símbolo de una sociedad cambiante, que hizo frente a una revolución: ¿Había llegado el momento de abandonar los poblados y asimilarse con el resto de ciudadanos?

 Jesús Ulled novela en estas páginas una vida de película de un testigo de la historia del siglo XX.



Instantes  de una vida  


Los orígenes  

«La vida del pequeño Leonard empezaba además en un marco envidiable, en plena campiña, en la finca que su padre poseía en las afueras de Maisons-Laffitte, una población de l'Île de France, que formaba, junto con Enghien y Chambéry, lo que podríamos llamar el «cinturón ecuestre de París.»  

«Emilienne Tabary y Julien Leonard formaban una pareja que escapaba claramente a los esquemas de la época.»  


«Ella, que a los dieciocho años ya era jefa de taller en una empresa de confección, había conseguido crear un negocio propio sin más ayuda que su determinación y su buen ojo para la moda y para detectar y satisfacer los deseos de una clientela pequeñoburguesa. Él, tan sólo un año mayor, era un experto conocedor del mundo de los caballos, entrenador, criador y tratante.»  

Un niño interno y la Gran Guerra de fondo

«Situado en Batignolles, cerca de la casa del boulevard Paraire, acogía niños de entre cinco y diez años, hijos de familias acomodadas, y una institución venerable creada por la señorita Hatmer, una anciana áspera que padecía agorafobia y circulaba por los pasillos del colegio arrimada a las paredes, provocando el regocijo disimulado de los alumnos. Ella misma había escrito los libros de texto de los que bebía un plantel de profesoras secas y estiradas, cortadas todas por el mismo patrón, que se limitaban a leerlos sin aportar de su propia cosecha ni comentarios ni opiniones. La única excepción era la profesora de inglés, una joven rubia y amable que se esforzaba en introducir los rudimentos de la lengua en las cabezas de sus no siempre bien dispuestos alumnos. Para Jacques, sus clases eran uno de los pocos momentos gratos de una jornada en la que hasta las horas de recreo estaban teñidas de tristeza.»  

Una fotografía que cambiaría su vida  

«Aquella fotografía de tonos amarillentos marca-ría para siempre la vida de Jacques Leonard. Acababa de descubrir que en sus orígenes se mezclaban dos razas distintas y, aunque entonces no fuese consciente de ello, su vida habría de debatirse desde entonces entre las dos, con sentimientos a veces encontrados. Pero en aquel instante le tenía perplejo la imagen de su padre ataviado de aquella forma pintoresca, con ropa de vivos colores, seguramente no demasiado limpia, como era corriente entre los gitanos. Le resultaba imposible relacionarlo con el gentleman cuidadoso con su indumentaria hasta la exageración que sabía moverse con la misma naturalidad en las tabernas que flanqueaban los mercados de ganado que en los restaurantes más lujosos de París.»  

Los Pacorros, otra familia

«La relación de los Pacorros con Julien Leonard era excelente. Él los trataba como si fueran de la familia y ellos correspondían otorgándole una confianza ciega. El caso de Jacques era diferente: era un «media pata», es decir, mitad payo y mitad gitano, y ellos se sintieron obligados a introducirle en algunas de sus costumbres, como si quisieran acentuar en él la parte gitana de su ser, hacerlo más suyo librándole, si ello fuera posible, de su naturaleza paya. Con ellos aprendió, por ejemplo, a practicar la pesca de la trucha según la más pura tradición gitana.»  

«La implicación de Jacques en la finca era cada vez mayor, como mayores eran las responsabilidades que su padre le confería, lo cual tenía sus ventajas, porque durante sus ausencias, cada vez más frecuentes, el muchacho disfrutaba de la libertad de mover-se a su antojo por la región, explorando nuevos caminos más allá del aburrido trayecto entre la escuela de Pau y la propiedad familiar, y sobre todo de hacerlo a las riendas de uno de los carruajes o montan-do alguno de los potros. Su preferido, y como no podía ser menos también el de su padre, era Adonis, un trotón anglo-normando, una raza quizás más rústica y de doma complicada pero de excelentes prestaciones.»  

«La vida de Jacques estuvo marcada desde su infancia por dos mundos determinantes, que absorbieron sus intereses y sus energías en diversas etapas. Por una parte, los caballos y todo lo que con ellos se relacionaba, desde su respeto por el saber y las enseñanzas de su padre hasta su amor por la naturaleza y por los espacios abiertos. Por otra, el universo gitano, que durante muchos años ejerció en él una influencia ambigua, entre la atracción y el rechazo. El cruce casual entre estos dos mundos llevó al joven Jacques al encuentro de la que sería su primera experiencia entre sexual y sentimental.»  

Encarna, la primera pasión  

«Comprendió que aquel encuentro que otros podrían considerar fugaz e intrascendente le había dejado una impronta muy profunda que, en su ingenuidad juvenil, decidió que sería indeleble. Necesitaba a Encarna de una forma angustiosa, con la perentoriedad que sólo exigen los primeros amores. Necesitaba volver a verla para confirmar que ella compartía su exaltación. Y la única manera de conseguirlo era ir tras la caravana de los Pacorros, donde quiera que se dirigiese.»  

Y su segunda pasión... ¡El cine!  

«Casi sin proponérselo, se encontró admitido como «chico para todo» en el rodaje de El país de los vascos, el primer documental sonoro que se rodaba en Francia.»  

«Estaba decidido a persistir en aquella vocación por el cine que cada día cobraba más fuerza. [...] Sin embargo, la etapa cinematográfica de Jacques no fue precisamente un camino de rosas; trabajaba como el que más, pero no percibía ni un sou por ello, lo que consolidaba su penuria económica. Pese a ello, se resistía heroicamente a acudir al nido materno.»  

France, el primer matrimonio, y su llegada a España  

«La vida de Jacques Leonard estuvo siempre íntima-mente ligada al cine. De hecho, sus andanzas por este mundo fascinante merecen capítulo aparte, pero al hablar de su primer matrimonio es imposible hacerlo sin hablar de cine, porque el cine fue como el guión, el hilo conductor de una historia con visos de melodrama. Como primer dato diremos que la que sería su mujer de manera un tanto inesperada era la única hija de Jean Choux, el hombre que, con su confianza, le había abierto las puertas de la profesión y le enseñó gran parte de lo que sabía.»  

«La vida de Jacques en Madrid seguía su propio ritmo, al margen de actividades más o menos clandestinas. Profesionalmente se había labrado en poco tiempo una cierta reputación y se sucedían los con-tratos y, con ellos, la relación con los actores y directores más populares del momento, lo que también le daba acceso a los diversos ambientes de la capital, algunos de los cuales se superponían entre sí. Toreros que alternaban con políticos, flamencas cortejadas por intelectuales o avispados empresarios afectos al nuevo orden que agasajaban a todos ellos. Gracias a estos contactos tuvo la fortuna de ser admitido en una de las tertulias más prestigiosas de la capital y conocer y tratar a personajes que hoy forman parte de la historia cultural de España.»  

Hay vida más allá del cine  

«El fin de su matrimonio supuso pues para Jacques la ruptura consciente y deliberada con el cine y con todo lo bueno que esta profesión le había proporcionado. Para él significó un sacrificio en todos los sentidos. Y el económico no era el menos importante. Tenía que seguir ganándose la vida y no deseaba hacerlo en Madrid porque intuía que le esperaban tiempos difíciles y no quería exhibir sus dificultades ante las personas con las que allí se había relacionado. Por otra parte, ni siquiera contaba con su piso en la ciudad: los muebles e incluso sus  papeles habían desaparecido de la mano de France, que de este modo quiso dejarle otro recuerdo desagradable.»  


Barcelona, fin de trayecto  

«Desde que llegó a Barcelona por primera vez, para el rodaje de María de la O, la ciudad y sus gentes se habían hecho un hueco en su corazón. Quizás había influido en ello aquella poderosa «gitanidad» que se extendía como una red invisible. La había descubierto entonces a través de Carmen Amaya y su numerosísima parentela, pero ahora sentía la necesidad de penetrar más en ella. Lo cierto es que, gracias al cine y a sus años como restaurador de muebles junto a Lottier, contaba con una nómina de amigos y conocidos integrada por personajes de lo más variopinto, intelectuales, pintores, periodistas, gentes del espectáculo, profesionales de prestigio y algún que otro empresario más o menos deseoso de alternar en ambientes distintos del suyo. En suma, que confiaba en que, de una u otra forma, podría abrirse camino trabajando como fotógrafo. Decidió que lo que hasta entonces había sido una afición tendría que ser su modo de vida a partir de aquel instante. La gran ventaja de este trabajo era que le permitiría organizar su tiempo y su propia vida con total libertad. Estaba firmemente decidido a mantenerse como freelance, escogiendo sus temas y tratándolos a su manera, sin imposiciones ni cortapisas.»  

«Sus primeros reportajes aparecieron en Revista, una publicación mensual auspiciada por Alberto Puig Palau, un rico industrial barcelonés al que había conocido en ocasión de sus primeros viajes a Barcelona, precisamente a causa de sus comunes relaciones con las gentes de la raza calé.»  

«Jacques se convirtió en colaborador habitual de Gaceta Ilustrada, que así se llamó la nueva publicación, pronto la de mayor circulación de España. Aparte del reconocimiento profesional, esta colaboración le abrió las puertas del periódico, de modo que empezó a publicar de manera regular sus fotos en las páginas en color que cada domingo incluía La Vanguardia.»  



La pasión de Rosario y Jacques  

«Rosario era una modelo muy cotizada, una de las mejores de Barcelona, que había posado para los pintores más destacados del momento, desde Pichot hasta Santa Susana, pasando por Sainz de la Maza y Molina. Incluso el eminente escultor Clará había realizado un busto delicioso cuando ella no era más que una niña de nueve o diez años.»  

«A medida que sabía más de Rosario, mayor era el interés de Jacques por conocerla y tratarla, deseoso de aclararse a sí mismo los sentimientos que despertaba en él aquella mujer. Era consciente de que le impresionaba su belleza, pero al mismo tiempo había en Rosario algo que la hacía distinta de todas las mujeres que había conocido, y de que la atracción que sentía por ella iba más allá de lo puramente físico. Se indignaba consigo mismo cada vez que la veía pasar sin atreverse a abordarla, así que un mediodía se armó de valor y se acercó a saludarla. —Hola, Rosario, ¿te acuerdas de mí? —Claro que me acuerdo. Eres el payo de Montjuïc que quería conocerme y luego se quedó «pasmao».»  

El autor  


Jesús Ulled nació en 1937, en Río de Janeiro. En 1959 se licenció en Derecho por la Universidad de Barcelona, obteniendo el Premio Duran y Bas de Licenciatura que concedía el Colegio de Abogados de Catalunya. Ese mismo año obtuvo el título de periodista por la Escuela oficial de Periodismo de Barcelona. Tras ejercer brevemente la carrera de abogado entró a trabajar en Danis, una de las agencias  de publicidad más reputadas por aquellos años. Más tarde se hizo cargo de la delegación en Barcelona de SP, la primera revista política española, precursora de Cambio 16, trabajo que alternó con otras actividades en el incipiente mundo de las Relaciones Públicas, creando Ulled Asociados, una compañía con sede en Barcelona, Madrid, Lisboa y Beijing, de la que en la actualidad es presidente. A mediados de los ochenta colaboró con su esposa, Elisenda Nadal, en el relanzamiento de Fotogramas,  llevando a la revista a superar con creces los cien mil ejemplares y, en algún momento, el millón de lectores.  Desde su cargo de consejero delegado de la editorial, Jesús Ulled alumbró el nacimiento de dos revistas de concepto innovador: Qué Leer y Clío.    

En 2012, Ulled colaboró en el documental El payo Chac, de Yago Leonard, que contó con 6 candidaturas a los premios Goya.  

 


Aquí podéis ver el tráiler:

http://jacquesleonard.wordpress.com/el-documental/

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