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Antón Castro

INOLVIDABLE FRANÇOISE DORLÉAC

INOLVIDABLE FRANÇOISE DORLÉAC

[A PLENO SOL. La historia de una gran intérprete francesa que había seducido a François Truffaut, Jacques Demy o Roman Polanski. Tenía 25 años cuando se estrelló en un coche en dirección a Niza. Era bella, fascinante, de una contagiosa alegría de vivir. Deslumbró en ‘La piel suave’ y coincidió con su hermana en ‘Las señoritas Rochefort’.]

 

Françoise Dorleác: la inolvidable

hermana de Catherine Deneuve

 

Hay vidas que son como un centelleo y dejan un fulgor inextinguible. Una memoria poblada de imágenes, sensaciones y personajes: un sueño de cine. Una de esas vidas, una de esas criaturas fue la actriz Françoise Dorléac (París, 1942- Villeneuve-Loubet, 1967), hermana de Catherine Deneuve, dieciocho meses mayor que ella. Al principio, Catherine acompañaba a su hermana a los rodajes y le contagió la ilusión de interpretarse a sí misma y de ser otra.

Quizá por ello, a Catherine le costó casi treinta años hablar de aquella joven rebelde que encarnaba la alegría de vivir y la libertad. Françoise desapareció de un modo horrible un 26 de junio de 1967: había alquilado un coche en Niza y, cuando se dirigía con prisa al aeropuerto a tomar un avión hacia París, sufrió un accidente y salió de la calzada; con el impacto, el vehículo se incendió, se bloquearon las puertas y quedó allí prisionera entre las llamas. Tenía 25 años y era una de las musas del cine francés: había trabajado con René Clair, Jacques Demy, François Truffaut y Roman Polanski, entre otros. La esperaba en Londres Ken Russell para continuar el rodaje de su última película: ‘Un cerebro de un billón de dólares’, en la que participaba Michael Caine.

Catherine Deneuve firmó con el joven novelista Patrick Modiano (1945), que también había perdido a su hermano Rudy en 1957, un volumen de recuerdos: ‘Elle s’apellait Françoise’ (1996), donde decía, entre otras cosas: «Teníamos una intimidad muy grande pero, al mismo tiempo, no nos gustaba la misma gente. No teníamos los mismos amigos ni nos gustaban los mismos hombres. Esto era perfecto ya que evitamos la rivalidad amorosa que habría podido existir entre nosotras, que éramos casi de la misma edad. La verdad es que parecíamos el día y la noche. Parece una locura pero, en el fondo, el hecho de ser muy diferentes nos acercó en lugar de separarnos. La pérdida de Françoise es el drama más importante de mi vida».

Françoise siempre fue especial en una familia muy particular. Sus padres, Maurice Dorléac y Renée Deneuve, eran actores. Y ella hizo su primera aparición en escena con diez años. Muy pronto dejó el liceo, de ahí que casi desde entonces haya tenido fama de díscola, indisciplinada y con arrebatos de genio. Se apuntó a un curso de teatro con Raymond Girard para verificar si aquella era su auténtica vocación y al año siguiente, en 1957, se matriculó en el Conservatorio de Arte Dramático, donde tuvo como profesor a Manuel Rochel. A este le gustó tanto aquella joven decidida, con energía y belleza, dispuesta a comerse el mundo, que le dio el papel de ‘Gigi’, la pieza que había escrito Colette, para un montaje escénico de 1960 en el Teatro Antoine. Apenas tenía 18 años y ahí empezaba su carrera. Casi a la vez dio el salto al cine, en concreto a través de ‘Les loups dans la bergerie’ de Hervé Bromberger (1959). En los años siguientes actuaría en ‘Todo el oro del mundo’ (1960) de René Clair y en ‘Les portes claquent’ (‘El golpe de las puertas’) de Michel Fermaud. Dicen sus biógrafos y amigos que cuando hizo esta película animó a su hermana Catherine para que trabajase en el cine. También actuó en ‘Arsenio Lupin contra Arsenio Lupin’ (1962) de Eduard Molinaro y a la vez se convirtió en modelo de Christian Dior.

Estaba naciendo una estrella. En los 60 Francia daría una generación magnífica de actrices como Bernadette Laffont, Anna Karina y Anne Wiazemsky (ambas serían musas de Godard), la propia Jane Birkin, Marie Laforet y por supuesto las hermanas Dorléac-Deneuve. El año 1964 sería capital para Françoise: hizo dos películas muy conocidas, ‘El hombre de Río’ de Philippe de Broca, donde compartió protagonismo con el galán Jean-Paul Belmondo, y ‘La piel suave’, su colaboración con François Truffaut, donde encarnaba a la azafata Nicole que vivía una historia de amor con un casado hombre de negocios. Para muchos es su mejor trabajo. Truffaut, el realizador que siempre amaba a sus actrices, sacó el mejor partido de ella: era hermosa, soñadora, inquietante, vivaz, dulce y arisca a la vez, de una intensa sensualidad. Vivieron un romance durante una filmación tensa, en la que ni ella ni el cineasta se entendieron con el actor Jean Desailly. Les quedó una gran amistad, se cartearon a menudo y Truffaut le dijo que contaría con ella cada seis años. La retrató así: «Para todos los que la conocimos, Françoise Dorléac era una persona como se encuentran pocas: una joven mujer incomparable a la que su encanto, su feminidad, su inteligencia, su gracia y su increíble fuerza moral le hacían inolvidable para quien hubiera hablado una hora con ella».

Al año siguiente hizo ‘Callejón sin salida’ (1965) de Roman Polanski y dos años después cumplió un sueño: protagonizó con su hermana Catherine (con la que la habían querido enfrentar) una deliciosa película: ‘Las señoritas Rochefort’ (1967), un musical de Jacques Demy, donde ambas estaban inspiradísimas. La pieza, de una puesta en escena un tanto relamida, de tonos pastel, era un homenaje y a la vez una parodia de los musicales norteamericanos, de hecho intervino Gene Kelly. Las dos estaban muy bien: quizá Catherine fuese algo más sofisticada, distante y fría. Hicieron una película sugerente, elegante, llena de complicidad y de ternura sobre la búsqueda del verdadero amor. Parecían gemelas, casi como Pili y Mili. Demy había dirigido a Catherine en ‘Los paraguas de Cherburgo’.

Françoise siguió actuando hasta que produjo el fatal accidente. Realizó veinte películas en apenas siete años. Catherine, célebre y famosa, pareja durante un tiempo de François Truffaut, confiesa en el libro: «No lograba decir adiós a una hermana que era lo que más quería en el mundo». Quizá tampoco lo haya logrado todavía.

el anecdotario

 

Retrato íntimo. Catherine Deneuve, con Patrick Modiano, la definió así: «No verla nunca más, no poder tocarla, era lo único que me preocupaba. Para mí, Françoise es su cara, su pequeña nariz, sus pecas, su risa, su voz. Sobre todo su voz. Cuando oigo su voz, aparece ante mí inmediatamente. Escuchar la voz de Françoise es como un bálsamo pero, al mismo tiempo, es algo realmente de muy duro, ya que supone la apertura de una herida de nuevo que no se volverá a cerrar nunca completamente».

La joven moralista. Truffaut escribió sobre ella en 1968 en ‘Cahiers du cinéma’, texto que integraría su libro ‘El placer de la mirada’: «Françoise es inflexible, a veces hasta el límite de la tolerancia: una moralista cuyas conversaciones son ricas en aforismos sobre la vida y el amor. Y posee un bello e inteligente rostro y un cuerpo como recién desarrollado, como para durar eternamente».



 

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