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Antón Castro

BRAULIO ORTIZ: TRES POEMAS

BRAULIO ORTIZ: TRES POEMAS

[El narrador y poeta sevillano Braulio Ortiz Poole publica en La Bella Varsovia su nuevo poemario ‘Cuarentena’. Y tiene la gentileza de enviarme este puñado de poemas del libro.]

 

 

UNA JOVEN PROMESA SE ENFRENTA A SU FRACASO

 

A ti, como a todos, te enseñaron

a arrancarles las alas a las moscas,

la destreza y la falta de piedad

que un hombre necesita como armas.

 

Te indicaron, amigo,

cómo saltar obstáculos y celebrar la meta:

no habría así diferencias entre un caballo y tú,

serías un jamelgo de agrio resoplido,

caballo de ajedrez o de cartón, caballo de mentira.

 

Pero en vez de sangre, la sangre de los héroes,

la sangre de un caballo en la carrera,

corría en ti una espuma jabonosa,

el flujo de un poeta o un cobarde.

 

A ti, como a todos, te quisieron marcial,

un volcán que exhibiera su arrogancia,

pero en tus pasos en vez de hacerte piedra

te mostrabas esponja. Tú llevabas el alma

demasiado a la vista

para matar dragones y ser un estratega.

 

Debías portar una palabra categórica,

no tu voz vacilante.

 

Por eso, porque aun en tu mansedumbre

fuiste educado igual que un purasangre

y te señalaron del mundo su comercio,

ha crecido en tus labios la mueca de un fenicio,

y compartes el ansia con un tigre.

 

Y por eso has viajado hasta este templo,

para orar a la diosa de la guerra.

Querrías preguntarle

no cómo se toma el camino a la gloria,

sino cómo se asume haber perdido.

 

Pero Atenea, esculpida por Fidias,

es apenas la bruma del sueño insatisfecho:

su piedra fastuosa pertenece al escombro, 

su tiempo es también el del fracaso.

 

Aunque quizás Atenea te confiara,

al modo de un oráculo,

algo que ya barruntas:

Llevas el corazón tan a la vista.

Sólo puede ganar quien se protege.

 

 

 

Y AHORA AMAS AQUELLO QUE HAS PERDIDO (I)

 

Tú has sido amor, y lo dices orgulloso:

no imaginas un paso por el mundo

más afín a los trenes y a la noche,

más próximo a la vida.

 

Y ahora amas, no sin desconcierto

–bienvenido al país de la nostalgia–,

aquello que has perdido.

De improviso confirmas

que te han quitado un bosque de las manos,

que ese azul de la tarde ya no es tuyo.

 

De repente

eres como una cuerda que se ha roto

y solo emite una voz amordazada.

Has perdido el escudo del guerrero

y hoy te cubre un harapo.

 

¿Dónde han ido los vientos favorables?

Entre los jóvenes, ¿los ves?,

se deshace la niebla y entra un sol altivo,

y todo tiene en ellos su voluntad de seguir amaneciendo,

como si la arena, la sal, el horizonte

fueran sus pertenencias.

 

De repente comprendes

que es esa levedad de no tener memoria,

la virtud de ser ángel,

la que hace de las aguas un río navegable.

 

No quedes atrapado en ese limo

de estar al otro lado de la gracia.

Eres mediterráneo,

hijo de los hombres que amaron la belleza.

 

Tú vienes

del alquitrán y el liquen,

de todo lo que enturbia,

y como un rey que ha encontrado su grial

sabes que en ellos reside la pureza.

 

Que al final la carne era el espíritu,

que los cuerpos portaban el misterio,

el doloroso enigma, quizá,

                   de lo que ya no eres.

 

 

 

NO IMPORTA SI OLVIDASTE LA MALETA

 

No importa si perdiste el equipaje.

 

Si tu pecho ha renunciado al frío,

si sabes

que un árbol derribado será leña,

que un hombre que ha caído puede erguirse,

si has aprendido eso, que hay vida

                   más allá de la vida,

más allá incluso del árbol y del hombre,

no importa

el rostro hostil que tenga cada tarde.

 

No importan los rastrojos o la espina

que hacen de un espejo una amenaza.

Rebelde e imprevisto,

como una flor que brota en una celda

o un agua que circula bajo tierra,

así te incorporas tú frente a las cosas.

 

No importan los rechazos.

Tantas veces

entregaron tu nombre a la deshonra

o te arrojaron un verbo que era azote

que aprendiste a esquivar

la piedra de la adúltera.

 

No estás solo.

Toda ciudad no es sino un enjambre

de gente que ha agachado la cabeza.

 

Este horizonte más que tierra sólida

         será tierra caliza,

pero no importa

si sabes

que tú mismo has cruzado los puentes que temblaban

y has logrado avanzar en lo precario.

 

No permitas que el ruido te confunda,

aunque persistan los cantos de sirena.

Tú hallaste en el silencio

aquello que era hermoso.

Una abadía

que rinde culto a un dios sin ornamento,

que sabe que vendrá el amanecer.

 

Si está la vida,

no importan los fracasos.

 

Algunas noches,

en el calor feliz de la amistad,

o cuando duermes al lado del cuerpo de quien amas,

una rara alegría te asalta como un rayo

y te dices: No importa.

 

EL AUTOR

Braulio Ortiz Poole (Sevilla, 1974) es periodista y trabaja en la sección de Cultura del ‘Diario de Sevilla’. Ha publicado la novela ‘Francis Bacon se hace un río salvaje’ —con la que obtuvo el Premio Andalucía Joven de Narrativa—, el libro de relatos ‘Biografías bastardas’ y los poemarios ‘Defensa del pirómano’ y ‘Hombre sin descendencia’.  Sus historias han sido seleccionadas para las antologías ‘Mutantes. Narrativa española de última generación’ y ‘Pequeñas resistencias 5. Antología del nuevo cuento español (2001-2010)’.

 

 

 

 

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