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Antón Castro

LA NOCHE INOLVIDABLE DE LA ALMUNIA

La Almunia dedica un viernes de julio a la poesía erótica. Es y no es un pretexto: ese festival ya lleva doce ediciones. El de anteayer registró un lleno apoteósico y ha cambiado de ubicación: ha pasado del jardín de San Juan a El Fuerte, bajo la mirada tutelar de las cigüeñas, que se picotean, se tocan, se contemplan e incitan a su modo a la voluptuosidad general. ¿Qué sucede abajo? Se oyen canciones, bandas sonoras que se deslíen en una atmósfera de fábula y cine, se oyen palabras con hondura, picardía y ritmo, cuentos, microrrelatos, confidencias, rapsodas que buscan los mejores poemas, poetas que estrenan sus versos. Se viaja alrededor del amor, del deseo y del sexo, sugerido y explícito. En las palabras, libres, no exentas de humor, de sutileza o de trazos gruesos, hay exaltación del desnudo y de la intimidad. El sexo es un manantial y una onda expansiva. Se invita a tocarse, a desnudarse, a viajar con los sentidos; se describen evocaciones de un instante, recuerdos de un amor perdido, cánticos de plenitud. Y eso lo disfrutan gentes de distintas edades, ideología y condición social. Hubo momentos de un silencio excepcional (cuando Luisa Miñana recitó a ‘A un muchacho andaluz’ de Cernuda o José María Pemán leyó ‘El silbo de la llaga perfecta’ de Miguel Hernández), de carcajadas imparables (cuando Luis Trébol, Joaquín Berges y Cristina Giménez interpretaron piezas cómicas), de identificación constante o de emoción, como cuando Agustín Sánchez Vidal subió al escenario a recibir el premio Godina de las Letras y recordó cuánto le emociona el Club de Lectura de La Almunia, que pone en pie, año tras año, su visión de la lírica, de la música, del arte, de la convivencia, de la libertad corporal. Y el cántico de la naturaleza a través de las frutas, los vinos y la gastronomía. Muchos jamás habían oído con tal desparpajo un lenguaje que ayuda a normalizar, a entender, a soñar, a fabular: antes que nada, antes incluso que ese instante de fusión y abandono en/con el otro,  el amor y el sexo son las alas de la fantasía, la primera piel del escalofrío. Fue una noche inolvidable que desafía a la trasnochada ‘ley mordaza’.

 

*Este texto se publicaba el domingo en Heraldo de Aragón.

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