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Antón Castro

NOCHES DE JOTA Y TARANTELA

 

Quizá ya no haya tiempo y no sé si entradas para ver ‘La jota y la taranta’, el nuevo espectáculo de la compañía de Miguel Ángel Berna, que concluye hoy. Recoge parte del espíritu de la obra anterior y lo prolonga, ‘Mediterráneo’, es un intento de fusión entre el sur de Italia, los sonidos de la tarantela y sus cánticos, con Aragón y el espíritu de la Corona de Aragón, y la tradición de las cantas y los bailes de la jota. Es un espectáculo ambicioso que utiliza tres espejos, a veces uno solo: es como si se desease que el sur de Italia se reflejase en Aragón y que Aragón también aletease con su sones y su emoción en Italia. Alberto Artigas y Joaquín Pardinilla son los directores musicales de una función que mezcla la danza, con aromas de jota y tarantela, la danza de la seducción y el coqueteo, canciones de ambas regiones y una música muy elaborada, culta, popular y festiva, de aroma mediterráneo, griego y romano, aunque a veces hace pensar en los rituales de los derviches y en los ceremoniales de boda.

Berna y Manuela Adamo encarnan los principales papeles, asumen dos ritmos distintos y complementarios, se bailan la jota, la tarentela, cantan Nacho del Río y María Mazzotta y tocan instrumentistas deslumbrantes: Josué Barrés y José Luis Seguer ‘Fletes’ en cajones, percusiones y batería; Juan Luis Royo, espectacular, al clarinete; Miguel Ángel Fraile, como multisntrumentista de gran fuerza y expresividad, Antonio Bernal al contrabajo y bajo, y Vincenzo Gagliani al tamburello o pandero, con el que logra momentos de enorme expresividad e intensidad. Miguel Ángel Tapia está un gran nivel, como siempre, al piano.

El cuerpo de baile está muy bien con frescura, ligerereza y profundidad. Abordan con naturalidad cualquier número, hay buenas coreografías y Miguel Ángel Berna se luce en cuatro o cinco piezas. Pronto rodará con Carlos Saura su película sobre la jota y aquí se le ve en plena forma. Intenso, dramático, con ganas. La gente le aplaudió a rabiar; a veces era tanto el fervor que ni le dejaban acabar el número.

 

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