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Antón Castro

RETRATO DE EDUARDO SALAVERA

RETRATO DE EDUARDO SALAVERA

RETRATO DE EDUARDO SALAVERA

 

[Más de 300 personajes recordaron, en la sala Luzán, Al pintor del color, de la luz, del paisaje y del Ebro]

 

Antón CASTRO

1. Eduardo Salavera (Zaragoza, 1944-2016) fue un pintor rodeado de amigos. Y el cuaderno ‘Homenaje a Eduardo Salavera’, de entrada, es un retrato de grupo con un artista que ha dejado huella. A todos nos mejoró la vida con su siembra de afecto, ingenio, compromiso, libertad y talento.

2. Fue un pintor pintor que disfrutó del oficio y de la resolución constante de problemas estéticos. Fue un artesano de la mancha, de la pincelada, del sueño y del esfuerzo por encontrar un espacio propio esencialmente humano, habitado por el sentimiento, la belleza y la hondura.

3. Fue un creador luminoso y apacible que encontraba sus paraísos en el estudio a cualquier hora.

4. Fue un pintor de la luz, del paisaje, del Ebro y sus mejanas y sus florestas, del mar y del Mediterráneo. Fue, a su delicada manera, un pintor de agua.

5. Fue un pintor que se afirmaba en la historia de la pintura, que vivía en la emoción permanente, en la lentitud. Meditaba, aprendía y se reconocía en los demás. Dialogó con sus antepasados y con sus contemporáneos con una sonrisa en los labios. No hablaba mal ni de su sombra.

6. Fue un pintor del color, de la sorpresa, del fuego, de la tierra sedimentada. Aragón en todas las estrellas: Aragón lanzado como un cohete hacia el mundo. Lo universal es lo local sin paredes, como dijo Miguel Torga. Y así, desde su calle, sus rincones, sus bares, se empieza a pertenecer a la tierra entera. Así lo hacía Eduardo, con infinita suavidad.

7. Fue un pintor que entendía que el arte es un acto de transformación  íntima y colectiva. Y puede ser un ejercicio de puro deleite y un torbellino de transgresión.

8. Fue un pintor de Zaragoza, la ciudad que sentía suya, que recorría a cada instante y en la que se reconocía clásico y moderno. Zaragoza era su lugar, su puerto de paz, su faro necesario, el remanso de las invenciones y la hospitalidad, y una ventana inmensa abierta a todos los horizontes. La ciudad de sus ciudades.

9. Fue un pintor honesto, humilde, dispuesto a admirar antes que a denostar. Para él cada cuadro era un combate, una tentativa y una prueba decisiva. La claridad empezaba por el estado lúcido de su corazón y de ahí le pasaba a las sienes y a los dedos.

10. Fue un artista de la acuarela. Alguien que sabía mirar con el vértigo de quien abraza con los ojos la naturaleza y sus conciertos. Atrapaba al vuelo la sabiduría y el orden.

11. Fue un pintor que, en vísperas de su adiós inesperado, cumplió un sueño: expuso en la Lonja. Lo hizo con absoluta plenitud y la llenó de música. A veces, aun ahora suena el jazz de sus lienzos. O los pájaros que huyen de la enramada en forma de melancolía.

12. Eduardo está aquí, en el libro. Está en nuestra memoria. Con sus múltiples detalles: refinamiento, ironía, intención, conciencia y sensibilidad.  Está en la poesía visible e invisible de su pintura, que es, como él deseaba, un espacio imaginario y mítico, el territorio Salavera, el país de la generosidad y de la ternura estremecida.

13. Eduardo Salavera habitaba la inspiración incesante de una pasión serena que fluía en el silencio como un río. El Ebro, el Huerva, el Gállego, los ríos de su vida y de la nuestra. Los ríos de la materia viva de la creación.

14. Eduardo Salavera fue un gran conversador, un enciclopedista del capazo a la intemperie, y nos dejó recados y mensajes por todas las esquinas y en las alas del cierzo.

15. Descansa, vuela. Rebélate a tu modo. Sé libre. Agigántate en la noche de los tiempos. Pinta, Eduardo, pinta los secretos de la eternidad. Seguiremos muy atentos.

 

*Este texto fue leído en el homenaje, en la Cai Luzán, a Eduardo Salavera. Y se publicó en 'Heraldo' el pasado viernes. Es para Nieves, esposa de Eduardo, sus hijos Daniel y Francisco, y para sus amigos.

**Autorretrato de Eduardo Salavera.

 

 

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