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Antón Castro

LINA VILA: 25 AÑOS EN EL ARTE. DIÁLOGO

Lina Vila expone en la sala Goya de la UNED de Barbastro (Huesca) una selección de su obra, agrupada bajo el título ’Vivir, dibujar’, en la que celebra sus primeros 25 años en el arte. Lina fue el II Premio de las Artes del suplemento ’Artes & Letras’. Aquí intenta explicar su trayectoria, su concepción del arte, sus temas, sus vínculos familiares y su comunión, cada vez más constante e intenso, con el paisaje.

-De manera sencilla, a modo de balance, qué ha pasado en estos 25 años en tu vida y en tu obra?

Qué pregunta tan difícil, echar la vista atrás. 25 años son muchos y sin embargo me siento igual de primeriza en muchas cosas, tanto de la vida como del trabajo, que también es la vida. Siento los mismos nervios si no más cuando tengo que enfrentarme a mostrar el trabajo y, de alguna manera, siento como si estuviera empezando en el hecho de vivir. Lo mejor de todo es que mantengo la ilusión. Por todo lo que me ilusiona. Creo que sin ilusión es imposible vivir. Apasionarse por lo que haces y por lo que vives te da felicidad. 25 años de vida te dan experiencias buenas, malas y mejores; becas, premios, lugares, personas,… en ocasiones te preguntas si haces lo correcto, si no hubieras sido más feliz eligiendo otros caminos. Son instantes que se curan cuando tu trabajo te lleva a una epifanía, a un descubrimiento. Aunque es evidente que la vida te enseña, creo que es el arte el que me ha concedido una serenidad importante para seguir viviendo.

-¿Siempre has tenido tan clara tu vocación, tu entrega al arte?

Siempre. Aunque a veces me arrepiento de no haber sido peluquera o de realizar un trabajo por el que las personas sientan una necesidad. En épocas de crisis da la sensación de que te estás dedicando a algo completamente banal o frívolo. Es entonces cuando encuentras apoyo en los libros, la literatura que te cuenta las vidas de otros artistas o de otras personas a las que admiras te hace reafirmarte en tu vocación. Y el privilegio de poder hacerlo en esta época, siendo mujer, con libertad. 

-Empezaste haciendo una obra más feminista y misteriosa, vinculada a tu abuela y su mundo, algo que volviste a recuperar en ’Círculo de tiza’. ¿Qué querías decir y reivindicar a través de ella?

Yo empecé pintando a mi abuela. Me sirvió como modelo para el examen de ingreso de la facultad de Bellas Artes y continué… después se convirtió en mi leit motiv. Vivía con nosotros y no nos despegábamos la una de la otra. Ella me posaba incluso desnuda sin entender muy bien lo que yo hacía porque ella estaba ciega. En Barcelona fui de voluntaria a residencias de ancianos y me parecían escenarios terribles. No entendía que se exiliase a los ancianos en esos espacios, así que poco a poco el tema de la senectud fue tomando forma en mis cuadros y en mis grabados con un deseo de transmitir belleza al espectador y con un deseo de que este espectador se hiciese preguntas y cuestionase sus decisiones… no sé si lo conseguía. Curiosamente en Barcelona tuve unos clientes gerontólogos que compraron casi toda la obra relacionada con esta época.

(En la pieza de los platos de loza de “Círculo de Tiza” quería explicar mi propio círculo de tiza contando varias cosas: por una parte quería dejar constancia del gran avance para la mujer en tres generaciones: mi abuela que era analfabeta y que se dedicaba a servir en las casas del pueblo. Mi madre que tampoco pudo estudiar, que también fue sirvienta y que se dedicó al cuidado de sus familiares; y finalmente yo, que pude irme a estudiar a otra ciudad lo que deseaba y convertirme a pintora. Por otro lado, siempre había admirado las pertenencias de herencia, las casas de mis amigas en las que había una vajilla, un reloj,… objetos que ligaban una generación a la otra y, como yo no tengo hijos siempre me aferraba a estos objetos. De mis abuelos no heredé nada material, así que cree mi propia vajilla heredada.)

 -¿Cómo te ha marcado Barcelona y Alicia Vela?

Barcelona era otra ciudad en ese momento en el que yo estudiaba allí. Era una ciudad abierta, donde se podía ver arte de primer nivel, galerías con exposiciones muy interesantes, seminarios vinculados al arte o a la educación artística,… Yo asistía a todo lo que podía y todo aquello constituyó un aprendizaje fundamental como persona y como artista. Tuve la suerte de conocer personas muy interesantes y de hacer amistades profundas. Alicia Vela fue mi profesora de grabado y me enseñó muchas cosas. Al realizar el posgrado de gráfica rompimos la relación profesora-alumna y nos hicimos amigas y hemos realizado proyectos juntas. Tiene un trabajo muy interesante y a mi juicio poco valorado o reivindicado en esta ciudad.

 -¿Desde cuándo te empezó a interesar tanto la naturaleza, el huerto, los jardines, los árboles?

De pequeña pasé muchísimos veranos en el pueblo, con mi abuela. Pasar tardes enteras en las eras forma parte de mi memoria. Ir al silo a ver pisar uvas, al lavadero a lavar de rodillas y volver en burro… todo eso queda, como te digo, como parte de mi memoria. De hecho diría sin dudar que lo más feliz de mi infancia se encuentra en ese pueblo, Clarés de Ribota, y con mi abuela. Después, mi padre fue el que nos enseñó a apreciar la naturaleza, las plantas, los árboles,… a cualquier matojillo le encontraba belleza. Su huerto era su paraíso. Y aunque en la adolescencia no le prestaba demasiada atención, todo eso va dejando una huella. Él plantó muchos de los árboles del lugar en el que vivo y eso es mi herencia. Ese lugar ahora es mi Tara. Desde que no vivo en la ciudad, esos árboles, esas plantas, esos matojos se hacen cada vez más presentes en los dibujos, pero tampoco sé si esto será así siempre.. quizá vaya a vivir a otro lugar y un nuevo entorno se acabe imponiendo… 

-¿Cómo mezclas o conjugas tu intimidad, tu pulsión, tu condición de mujer con el paisaje exterior?

Creo que uno crea desde su condición de hombre o de mujer sin planteárselo demasiado, de una forma natural. Es evidente que, como soy mujer, me expreso desde la mujer que soy. Pero sí que reivindico continuamente a la mujer en mis clases, charlas, cursos o talleres. Intento que los alumnos conozcan también la otra parte de la historia. Es algo que está en mi día a día y que pongo en valor en mis clases. Me da mucha pena que solo se conozcan los grandes nombres y sean siempre de hombres… y que en las escuelas de infantil y primaria solo se esté trabajando con Miró y Picasso, por ejemplo.

 -Hay en ti un fogonazo de inquietud permanente. De amor y temor. De silencio y sombra. ¿Es el tormento materia de inspiración también o está ahí y no es fácil rebasarlo?

El tormento está siempre ahí. Es la vida. No hay luz sin sombra. Admiro a esas personas a las que nunca les ha ocurrido nada grave o malo y no tienen esa sensación constante de incertidumbre o de inquietud. No es mi caso. La vida me ha dado mucha felicidad pero también mucho dolor. El dolor no es mi inspiración. Y aún tratando de hacer algo hermoso, también en la belleza está presente, con fuerza, la fugacidad. En todo caso, el dibujo me hace, cada día, olvidarme de ello por unas horas. Es mi mindfudness. 

-¿Qué es lo mejor que te ha pasado en estos años?

Lo mejor siempre es lo bueno de la vida. El amor, los viajes, las comidas en la hierba con amigos, el gran placer que te produce aprender algo, oír los ruiseñores que cantan ahora mientras te respondo… y también lo mejor es que, con altibajos, por suerte me he podido dedicar a lo que siempre he querido hacer, pintar y enseñar a apreciar el arte. He podido vivir en otros lugares, disfrutar de becas que me han formado y conocer personas extraordinarias que se han quedado conmigo. 

-¿Qué ocurre en tus talleres de arte? ¿Qué te han aportado?

De lo que más orgullosa me siento es de que a las personas que asisten a mis talleres se les abre un mundo artístico y personal. Conocen otras maneras de vivir y se transforman en personas más abiertas y con un pensamiento más independiente. Es muy gratificante comprobar como cualquier persona desde los 3 a los 90 años puede aprender y disfrutar del arte, y ver cómo les hace crecer su autoestima, fundamentalmente a las mujeres. También es muy importante lo que ellos me aportan, ya que mi trabajo es muy solitario y es en los talleres, a través del contacto con los alumnos, dónde yo misma aprendo de la vida. Muchas de estas personas son ya mi familia puesto que llevamos juntos más de 20 años…  

Has hecho muchas cosas estos años. Pintura, grabado, ilustración... ¿Te sientes más cómoda en alguna de ellas o son disciplinas que te estimulan por igual?

Todo lo que me hace aprender me gusta y en función de lo que quiero expresar me acerco a una técnica u otra, aunque siempre me considero dibujante. El grabado me apasiona porque tiene un componente de sorpresa que me excita mucho. La ilustración es un reto porque sueles partir de un trabajo previo que pertenece a otro creador y este se tiene que ver reflejado en tus dibujos. Hay muchas técnicas que todavía me gustaría experimentar y que supongo que irán llegando de manera natural, aunque creo que soy cada vez más amanuense.

 -¿Cómo has montado la muestra de Barbastro? ¿Vendrá a Zaragoza?

Clara Abós, de la UNED de Barbastro me propuso exponer en la sala Francisco de Goya y, como se cumplían 25 años de vida profesional yo quise echar la vista atrás y hacer un breve recorrido por las que yo considero las etapas más importantes de mi trayectoria y recuperar algunas de las obras que, habiendo sido creadas en diferentes épocas, se habían quedado en un cajón o en lo alto de una estantería del taller y, sin embargo, verlas de nuevo, me produjo una sorpresa y un descubrimiento. De la muestra de Barbastro vendrán a Zaragoza cuatro grandes piezas que formaron parte de la instalación “Un jardín para Petronila” en el Museo de Huesca, comisariada por Chus Tudelilla. Estas piezas junto a otras de reciente creación serán mostradas a partir del 6 de junio en la galería “La Casa Amarilla”. 

-¿Qué obras has recuperado que no se habían visto?

Grandes paisajes de acuarela y animal de la serie “La boca del Lobo”, algunos dibujos y pasteles de huertos de la serie “Flora y Fauna” que no se expusieron en la Aljafería y una serie de grabados.

 -¿Tienes la sensación de que eres una artista cada vez más realista y vinculada con la tierra?

Pues ahora que tú me lo preguntas y lo reflexiono quizá sea así. Quizá sea la edad. No lo sé. Creo que no tengo la perspectiva suficiente. Lo que sí sé es que cada vez me siento más libre para hacer lo que me apetece hacer, fuera de gustos o modas o requerimientos externos… pero el trabajo depende de épocas y nunca se sabe hacia dónde vas a ir, lo siguiente que tendrás necesidad que expresar o de qué manera lo harás.

 

*La foto la tomo de su página web.

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