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Antón Castro

LANA MATICH PRIVITERA: UN DIÁLOGO

LANA MATICH PRIVITERA: UN DIÁLOGO

“Pinto la realidad para hacer feliz a la gente”*

 

La pintora zaragozana, nacida en 1961 y formada en la Escuela de Artes, lleva más de un cuarto de siglo en Estados. Es acuarelista y le apasionan la arquitectura, el hiperrealismo y los contrastes

 

Lana Matich Priviterq acaba de venir a Zaragoza a visitar a su madre.

 

 

“Cada vez que vengo a Zaragoza no hago más que pasear y pasear y hacer fotos. Quiero captarlo todo. Esta es mi ciudad, aquí nací y fui muy feliz, aquí me inicié en el arte. Gracias a mis padres descubrí el teatro, la danza, la música, la arquitectura. Aunque ya sea norteamericana, porque llevo en Estados Unidos más de un cuarto de siglo, tengo corazón aragonés. Llego aquí y ya empiezo a usar el ico. Segundico. Paseico”, dice Lana Matich Privitera, pintora a la acuarela, que acaba de volver a casa para visitar a su madre y a sus hermanos, uno de ellos el pintor Zvonimir Matich.

-Explíquenos cómo trabaja.

Siempre tomo fotos, muchas fotos, y hago una selección de cosas: paisaje urbano, fachadas, edificios más antiguos del pueblo elegido y alguna iglesia. Y los mezclo con otras cosas, según el fluir de las estaciones. Hago también bodegón. Eso sí, siempre a la acuarela. Es rápida, limpia, eficaz. Me siento muy cómoda con ella. Uso la técnica hiperrealista pero la imaginación también interviene.

--Usted es lo que llamaríamos una pintora de arquitecturas. ¿Por qué?

-Se va a reír. Cuando fui a Estados Unidos me quedé impresionada con la cantidad de edificios tan distintos que hay allí: te encuentras con el estilo Tudor, con el alemán, con el francés… Es como si todos los países del mundo estuvieran metidos en las fachadas y en las líneas de las casas. Aquello me impresionó, las casas son una preciosidad. Así que empecé a hacer retratos y estampas de viviendas para ganarme la vida.

-Aún no ha parado…

-No. Empecé a hacer pueblos enteros. Las calles principales, las iglesias, los palacios, una estación, árboles… Y me divierto. Son como cartografías minuciosas de un lugar. Parto de lo real y a veces invento.

-¿Le encargan la obras, las decide usted?

-De todo. A veces, como me sucede ahora con Middletown y Ellenvield, donde expondré el próximo otoño, me hacen algunos encargos porque han visto mis obras. Me compran piezas originales y también me piden litografías o impresiones de imprenta, láminas. Trabajo mucho: hago medio centenar de acuarelas al año, suelo dar talleres para diez o quince personas y hago demostraciones públicas, a partir de una fotografía, ante 150 o 200 personas.

-¿Qué colores le gustan?

-Me gustan los colores tierra, los colores de la naturaleza. Pero lo que me preocupa siempre es el contraste de luz, eso lo verá en todos mis cuadros. Si hay nubes al fondo del paisaje, verá que hay un estudio exhaustivo de cómo entra la luz. El diálogo de la luz y la sombra es mi auténtico tema.

¿Cómo son sus bodegones?

-De varios tipos. Por ejemplo, a veces aparecen gatos. En Estados Unidos tienen una obsesión con los gatos. Les encantan. Esos cuadros los vendo muy bien. Además coincide que tengo un gato y le gusta posar para mis fotos, así que aprovecho. Como es un gato simpático, las fotos salen tan bonitas que no puedo resistir pintarlo. Sobre el papel, asumo el desafío de sacar toda la piel, sus brillos y sus texturas, y que parezca que la puedes tocar. Es como si fuera casi una pieza tridimensional.

-¿Por qué ese estilo naturalista, hiperrealista? ¿Ha explorado otros o ahí se siente plenamente feliz?

-Soy hiperrealista, sí. A mí siempre me ha gustado el detalle. De pequeña, en Zaragoza, dibujaba hasta arruguitas en la camisa de la gente. Está en mi naturaleza ser detallista y observadora. Algún día, cuando no pueda ver bien, me volveré impresionista o expresionista.

-¿Quiénes son sus pintores?

-A mí me gusta Sorolla. De toda la vida. La claridad, los matices y los temas de Sorolla. El cuadro que más me impresiona es ‘Y aún dicen que el pescado es caro’. El tema social, que es algo que me interesa desde niña, mezclado con maestría cromática y con esos contraluces que usa Sorolla, me conmueve. El asunto del cuadro me da una pena horrible, impacta muchísimo, pero está resuelto con la grandeza del arte. Para mí Sorolla es un maestro.

-¿Alguna otra referencia?

Muchas, claro. Vermeer, los holandeses, etc. Siempre he sido realista y he intentado representar algo reconocible. Lo que me gusta es recrear la realidad para que la gente tenga una buena memoria de su vida. Quiero que las cosas de mis cuadros le traigan recuerdos de otra época, de una atmósfera, de una forma de belleza. Me gusta que mi obra despierte evocaciones en las personas; si son sensaciones agradables, mejor que mejor. Pinto la realidad para hacer feliz a la gente.

 

*Esta entrevista se publicó en Heraldo. La foto pertenece al archivo de Lana Matich.

 

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