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Antón Castro

TRINIDAD RUIZ-MARCELLAN. UN DIÁLOGO SOBRE SU LIBRO PARA MARCELO REYES

TRADUCCIÓN DEL SILENCIO  de

Trinidad Ruiz Marcellán (Editado por Olifante)

 

Intervendrán, además de la autora, las escritoras Carmen Aliaga, Elisa Berna, Reyes Guillén, Luisa Miñana, Inés Ramón, Carmen Ruiz Fleta  y Helena Santolaya

 

Actuación de El Silbo Vulnerado

 

BIBLIOTECA DE ARAGÓN (Doctor Cerrada 22) 

LUNES 13 DE NOVIEMBRE. A LAS 19.30 HORAS

 


 

Entrevista con TRINIDAD RUIZ MARCELLÁN 

 

¿Desde cuándo escribe Trinidad Ruiz-Marcellán?

A los 15 años tuve la suerte de conocer a poetas aragoneses y su poesía. Es entonces cuando comencé a escribir y romper; un ejercicio que repetía continuamente, escribir y romper. No guardaba nada. No merecía la pena. 

¿Qué fue primero: la pasión de escribir, de leer o de editar poesía?

La pasión apareció con la edición. Pasión por editar poesía. Muy pronto frecuenté las imprentas. Desde 1979, con Olifante, he intentado que la pasión y la profesionalidad fueran de la mano. Disfruto enormemente siguiendo  todo el proceso formal del libro ( el papel y su textura, el olor de la tinta, los tipos y cuerpos de letra…). Es muy apasionante descubrir un autor y editar un buen original. Y una de las cosas que me llevan de cabeza son las erratas en los libros que, por más correcciones que hagas, siempre queda una al descubierto. La errata es el duende de la edición.

 -¿Cómo nació este poemario? ¿Lo tenías escrito o es el libro de dos años de duelo?

Está escrito durante los dos último años. El libro nace desde el silencio y la observación; también desde el misterio. Una mirada o un repente con la tierra, los árboles, el aire, los animales, la presencia y la ausencia. El descubrimiento de otro espacio, el multiverso. He vivido mucha emoción en mi mente y en mi corazón durante este tiempo. Es la ausencia y presencia, no es el duelo, el latido de los poemas.

 -¿Cómo era Marcelo Reyes: qué te dio, qué te daba, cómo fue tu vida con él?

Fuimos una yunta enamorada. Su energía era mi energía y al revés. Mi complicidad, su complicidad y al revés. Él era vitalista y melancólico, fuerte y sensible. 

-¿Qué recuerdos de él te conmueven más: su pasión por la cocina, su seguridad, la capacidad de hacer amigos, la capacidad de integrarse…?

Marcelo era una persona solidaria, sincera, auténtica. Apasionada por la música, por el vuelo, le encantaba disfrutar en los asadicos del domingo con sus amigos o pasar horas en la bodega de la casa escuchando música. Era investigador y siempre contrastaba todo. Esto daba seguridad a cualquiera que estuviera a su lado. Pero lo que más recuerdo de él ahora mismo es su caminar, su voz, sus manos y esa tristeza (que creo que sólo la conocía yo) en su mirada, de miles de kilómetros, de esa Argentina tan lejana ya. Le recuerdo solitario y silencioso. 

-¿Cómo se vive, en el medio del Moncayo, la ausencia del hombre que te ha acompañado durante más de dos décadas?

Para sobrevivir he tenido que reinventar mi mundo. Traducir el silencio con palabras dictadas por el mismo silencio. Y ahí he encontrado la plenitud. He reconocido que la muerte es una ilusión. Y Marcelo anda por ahí.

-Creo que su entierro fue como un cuento de Juan Rulfo...

A él le encantaba Juan Rulfo. De hecho, en su mesilla todavía queda el libro que estaba leyendo, “El llano en llamas”. Esa tarde del mes de julio hacía sol y el cielo de un azul clarísimo. Para su entierro, yo le preparé una cestita con frutos de nuestra huerta que él había cuidado y en la bodega quisimos que sonara la música de 2 Cellos que le encantaba. Llevamos sus cenizas hasta la encina que él había plantado.  Le hablamos, le cantamos… y cuando ya habíamos enterrado las cenizas y echábamos tierra encima, el cielo se puso gris negro, comenzó a tronar, relampaguear  y llover. Sus perricos Jimi, Sire y Leik  que le adoraban comenzaron a dar vueltas alrededor de la encina. A los 15 minutos se paró la tormenta, salió el sol y también el arco iris. Fuimos al bar Peña a brindar por él. Marcelo no quería llantos, de ninguna manera.

-¿Qué sensaciones iban y venían por tu cabeza? Decías que tenías la sensación de que volvería en cualquier instante… 

El espacio donde habito está impregnado con sus silbidos, sus risas, su caminar…Lo digo en un poema: “Encontrará / la ropa intacta /en el armario.// Su regreso /no sorprenderá. //Anda por ahí. //Aprendiendo.” También Luis Alberto de Cuenca, en el Prólogo, se atreve a decir… “Porque acaso el país donde habitan los muertos no es más que una escuela de vida.”

 -¿Por qué has optado por una poesía tan contenida, casi seca, casi lo que se llama poesía del silencio?

El silencio no necesita palabras. Tal vez el libro habría tenido que ser un libro en blanco, sin palabras. El libro está hecho de palabras dictadas. En un principio, los poemas eran largos, versos río e incontenibles. Pero comencé a limpiar y eliminar precisamente para acercarme al silencio. Un silencio poético que partía del silencio de la casa. 

-Es una poesía despojada de anécdota, de sustantivos…

Claramente es poesía del silencio.  

-¿Por qué ese título: ‘Traducción del silencio’?

Porque durante estos dos años de escritura no he hecho otra cosa que interpretar el paisaje, traducir la ausencia, aprender otros espacios de vida y romper el  cerco entre mi mundo y el nuevo mundo que estaba descubriendo. “Con silencio / Se traduce el silencio.” 


-¿Qué le dio el Moncayo a Marcelo Reyes y qué le dio Marcelo al Moncayo?

Pues Marcelo dio mucha vida y mucha alegría a Litago y  al Moncayo. Durante un tiempo, cuando nuestros hijos eran pequeños, fue Rey Mago, fundó un Club Ciclista para niños y adultos, desde la Asociación Cultural del pueblo colaboró con la revista y el concurso fotográfico, jugó al fútbol con el equipo del pueblo… Hasta se presentó para alcalde. Aunque argentino, se consideraba litaguero y solía decir “Los de Litago nacemos donde queremos”. Además de gestionar conmigo Olifante, la Casa del Poeta, el Premio de Poesía de Miedo y los Festivales. Siempre trabajaba en silencio, en segundo plano, pero él  era fundamental para todo. Sin su experiencia e ideas las cosas no hubieran sido igual. Él recibió muchísimo de sus gentes, del paisaje. Era en su Moncayo donde verdaderamente se sentía feliz. También el Moncayo le animó a volar. El vuelo fue su pasión. Si está en sus manos, estoy segura que seguirá volando. 

-¿Te habías imaginado que lo ibas a echar tanto de menos y que tanta gente lo quería tanto?

Sí. Yo sabía que esto ocurriría. Se intuye. Sé que el pueblo le extraña y le quiere. La familia, los amigos, sus compañeros de trabajo…aún no entienden su ausencia. Y de mí  pensé que tanto dolor no podría sobrellevarlo desde aquí. Aunque nunca se me ocurrió marcharme del Moncayo. Éste es mi espacio y también el de Marcelo. 

-¿Qué pasará a partir de ahora con Trinidad Ruiz-Marcellán como poeta? ¿Seguirás escribiendo?

Estoy escribiendo. Y el resto ya se verá. Lo importante es vivir.  

-¿Es la poesía el antídoto ideal contra el dolor o la muerte?

La poesía, el paisaje, el silencio, la música, el amor, la amistad… Es la vida misma. Sin embargo, yo le daría vuelta a su pregunta porque el dolor es también necesario y la muerte es una ilusión. La vida y la muerte es lo mismo. La concepción del mundo está cambiando. 

-¿Se ha vuelto a poner de moda la poesía entre los jóvenes?

Cada vez se lee más poesía entre adolescentes, jóvenes y también más maduros. Cada dos bares, en Zaragoza, encuentras un grupo de jóvenes haciendo lecturas poéticas. Es un buen dato. Por lo pronto hay más sensibilidad y más conciencia literaria y crítica. Yo he tenido la suerte de conocer a una joven poeta en esas lecturas que, más adelante, tendré la suerte de publicarle. 

¿Cuál es el nivel real de la poesía aragonesa de hoy?

Nos sorprende y nos sorprenderá la poesía clara, rotunda y -como dice Guinda- “que estrangule el corazón”. En nuestra tierra hay muy buenos poetas y jóvenes prometedores.

 

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