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Antón Castro

PATRICIA ESTEBAN ERLÉS HABLA DE 'LAS MADRES NEGRAS'

PATRICIA ESTEBAN ERLÉS HABLA DE 'LAS MADRES NEGRAS'

Esta semana, Patricia Esteban Erlés presentaba su primera novela: ‘Las madres negras’ (Galaxia Gutenberg) en Madrid y en el Teatro Principal de Zaragoza, en un acto que organizó la librería Los Portadores de Sueños. La autora, apasionada del terror, de las atmósferas góticas y de la inquietud fantástica, explica aquí algunas claves de la novela.

-Leyendo tus libros, especialmente este, tengo curiosidad por saber cómo ha sido tu infancia.

 Fue un lugar extraño. La felicidad estaba hecha de instantes que me deslumbraban y aún recuerdo. Los veranos interminables, los días azules de piscina, el triunfo de aprender a montar en bici, el bollo suizo de una pastelería del barrio que eran los mejores del mundo... La tristeza y oscuridad se adueñaba a veces de la casa y entonces yo quería crecer, dar una patada en el fondo y salir de la niñez de golpe porque me sentía indefensa. La infancia era, como dice Ana María Matute, más larga que La vida.

-¿De dónde procede tu forma de mirar, tu curiosidad por la oscuridad, por el terror?

 Me fascinan las sombras desde pequeña. La luz no es posible sin ellas. Embellecen el mundo de una forma inquietante. Siempre me han gustado las historias en las cuales el misterio y la oscuridad eran ingredientes fundamentales. Ayudó mucho que en mi infancia predominó el blanco y negro de una vieja televisión que se negaba a morir. Las historias de Ibáñez Serrador o Hitchcock, los cómics de terror de mis hermanos, las lecturas de libros para mayores que se abrían para mí como caserones prohibidos. Era fascinante conocer aquellos mundos turbadores que sentía como propios.

-¿Qué le debe a criaturas de la imaginación como Frankestein o Drácula, pongamos por caso?

La fascinación por el monstruo. La conciencia de que a esas criaturas deformes y temibles las tejemos a medida en cada época los seres humanos. Nos asustan la inmortalidad y el poder o la inteligencia absolutos y nos inventamos seres que los encarnan y son malditos por ello. Me encantan los monstruos. Son los reflejos exactos de nuestros miedos y aspiraciones más íntimas.

-¿Y a Alfred Hitchcock?

Le debo la conciencia de que lo cotidiano encierra un lado inquietante muy poderoso. Puede asustarte la casa en la que vives, el vaso de leche que te sirve el hombre que amas, una bandada de pájaros. Me gusta mucho el temor que despierta lo familiar.

 -¿Qué ha sido más determinante para ti el cine de terror, de suspense, o la literatura del horror?

El cine de terror. Las impresiones visuales, los escenarios y personajes de muchas películas nutrieron mi imaginación calenturienta desde cría. Fueron una fuente inagotable de símbolos que a menudo encuentro en mis historias. Me doy cuenta de que pienso escenas y las vuelco en párrafos. 

-¿Cómo defines esa literatura gótica que dicen que practicas? ¿Cuáles serían tus claves?

Creo que es un gótico que mezcla lo victoriano desde el punto de vista estético con el cuento tradicional en el esquema narrativo. Me gusta el pastiche, incorporar obsesiones personales como el tema del holocausto nazi o las mansiones encantadas a la batidora y ponerla en funcionamiento con todo dentro. 

-¿Qué se te había perdido en un convento como sucede en 'Las madres negras'?

Me llaman la atención como espacios secretos, vedados al común de los mortales. De pequeña visité en una convivencia el convento de clausura de la Puerta del Carmen y me parecía que era un ser vivo dispuesto a engullir a las mocosas que se acercaran demasiado al torno. Había algo seductor y temible en la felicidad de aquellas hermanas que dejaron de ser del mundo y rezaban profesionalmente por todos los que vivíamos más allá de los muros del convento. Me aterraba sentir eso que ellas habían sentido. Esa llamada ante la que no podías taparte los oídos. Pero nunca pasó.

-Allí vive una monja, Priscia, que a algunos les podría recordar al mismo demonio. ¿Ha querido hacer eso?

Es más bien alguien poseído por una forma de amor que la vacía y la vuelve un ser diabólico. Una ‘groupie’ pasada de vueltas, capaz de hacer lo que le pida su ídolo.

 -¿Cómo viven las niñas, con su inmenso candor, allí dentro: Galia, Lavinia, Moira, que se ha muerto 22 veces, pero que solo recuerda tres?

Horrorizadas. Las imagino intentando abrir mucho los ojos para despertarse y dejar atrás una pesadilla demasiafo larga. Los adultos sabemos fabricar muy bien ese tipo de sueños terroríficos.

 -¿Existen en la vida real las maldiciones, como sucede en su novela?

Creo que el mundo está regido por unas reglas curiosas. La maldición es un motivo literario muy rentable, pero además persigue a determinados seres reales como si el dado siempre cayera del mismo fatídico lado para algunos.

-Hay un personaje muy curioso: Larah Corven, le regalan un caballo blanco y su marido muere joven…

Larah Corven es un trasunto de Sarah Winchester, víctima de una maldición que me chifla. Todos los indios muertos por culpa del rifle que patentó su esposo persiguieron a su familia y a ella misma, que intentó refugiarse en una mansión que iba ampliando con más y más habitaciones para esconderse de aquellos espectros malhumorados. Estuvo huyendo de puertas para adentro cuarenta años. Lo suyo fue una reforma infernal. 

-Una niña, Mida, dice que Dios se le ha aparecido y que no existe. ¿Son ganas de provocar?

 Es la inocencia del niño que ve desnudo al emperador. A veces cuesta mucho creer lo más evidente.

-¿Para quién has pensado una novela como ésta, para que tipo de lector? ¿Qué te asusta a ti?

Pensé en escribir una historia que me devorase como autora, que me atrajera cada día y me obligara a sumergirme en ella. Me ha encantado y me ha horrorizado vivir en Santa Vela. Me asusta la maldad que se complace en sí misma, que se retroalimenta y nunca tiene bastante. 

-El jurado ha subrayado, entre otros aspectos, la sensibilidad y la calidad de la escritura. ¿Cuál son tus preocupaciones con el lenguaje, con el estilo? ¿Cómo escribe una novela una autora de cuentos o de microcuentos como tú?

Me gusta sentir que el lenguaje crea belleza e inquietud. Disfruto de la palabra cuando leo o escribo. Palabreo. Es un placer jugar con las frases, hacer surgir a un personaje que te atrapa. Intento que lo que cuento sea fluido y contenga a la vez un mundo propio del que el lector se sienta parte, que reconozca como próximo. Escribí esta novela confiando en el instinto. La historia, como en un cuento, estaba ahí esperando a que la desenterrara. Y eso hice. 

-¿Qué supone para ti ganar este premio de novela Dos Passos?

Una alegría que no se acaba. La oportunidad de publicar en una estupenda editorial, Galaxia Gutenberg, mi primera novela y acceder a una agencia de prestigio ha sido mucho más de lo que había imaginado que podía llegar a pasar con esas páginas que empecé a escribir en una cafetería, un sábado cualquiera. Están surgiendo grandes cosas y a ratos me pregunto si todo esto es cierto. Pero la realidad a veces es la novela menos verosímil de todas.

 

 

*La foto es de Asís G. Ayerbe.

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