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Antón Castro

MIGUEL FLETA, POR LUIS CALVO

MIGUEL FLETA, POR LUIS CALVO

Luis Calvo pinta y evoca a su tío abuelo

Miguel Fleta a los 80 años de su muerte

 

-Se cumplen 80 años de la muerte del tenor lírico en La Coruña en 1938, durante la Guerra Civil española

-El artista dice que el cantante lo sentó en sus rodillas en su última estancia en Zaragoza en 1937

 

 ZARAGOZA. El próximo mes de mayo se cumplirán 80 años de la muerte de Miguel Burró Fleta (Albalate de Cinca, Huesca, 1 de diciembre de 1897 - La Coruña, 29 de mayo de 1938), el gran tenor lírico que estremeció con su canto -la suya, según el crítico Rivadeneyra, «no es voz de hombre, sino de ángel y de un cantor divino»- los años 20, en concreto entre 1922 o 1923 y 1928. La Asociación Aragonesa de la ópera ‘Miguel Fleta’ inaugurará una gran exposición de su vida y obra en el IAACC Pablo Serrano, en la sala 0, comisariada por Sergio Castillo y Alejandro Martínez.

El pintor Luis Calvo (Zaragoza, 1935) es sobrino nieto de Miguel Fleta; su abuela materna Clara era hermana del cantante, que antes había sido recadista en un bazar de Ventura Morera de su pueblo y luego mozo de labranza en dos torres de Cogullada: la de su cuñado Mariano Marqués, que se había casado con su hermana Inés Burró Fleta, y luego en la Torre de las Monjas, que llevaban Higinio Díez y la citada Clara. «Ellos serían mis abuelos. El joven Miguel Burró Fleta, y eso siempre se ha contado en casa, tenía muchos amigos, pero el más especial de todos fue mi padre, Ricardo Calvo », dice.

De la torre a Barcelona

Miguel Fleta iba a diario al mercado de Lanuza a llevar las hortalizas con su carromato. Su presencia no pasaba inadvertida: solía cantar la jota con una energía especial. «Cantaba a pulmón, con una voz maravillosa», escribió Pablo Antonio Santolaria. Él, Ricardo y otros amigos solían frecuentar el café Ambos Mundos, lleno de espejos y de músicos, acudían a la pastelería Casa Sánchez e iban a Casa Aparicio en el Coso Bajo, que aun sigue abierta. Y si querían bailar se desplazaban a las Delicias, a la Tienda la Rita, sobre todo los sábados.

Un domingo, 30 de septiembre de 1917, Miguel Burró Fleta, que no tardaría en cambiarse de nombre, fue a las fiestas de las Sagradas Reliquias de Villanueva de Gállego. Allí lo oyó el gran jotero Miguel Asso, elogió su voz y le recomendó que se presentara al Certamen de Jota del Pilar. El propio Asso, que vivía en la calle San Lorenzo haciendo esquina con el Coso, le daba clases y le enseñó los estilos. «Ya sabe lo que pasó. Mi padre, Ricardo Calvo , fue al Teatro Principal y lo recordaría siempre. No le dieron ningún premio». Fleta no obtuvo galardón alguno, pero el público sí fue sensible a su voz y le aplaudió a rabiar. Ese 16 de octubre hubo protestas, abucheos y pataleos ante el veredicto. Al parecer uno de los responsables del Teatro Principal le dijo al joven mozo de labranza: «Y tú, vete a entrecavar cebollas». Fleta no se mordió la lengua y le replicó que nunca volvería para cantar en el Principal.

«Fue una gran decepción para Miguel y para sus amigos y familiares, con mi padre a la cabeza. Poco después, como tenía a su hermano Vicente en Barcelona, era guardia urbano en la Rambla de Santa Mónica, se marchó allá. Y desde allí empezaría a triunfar. Lo más bonito para mi familia es que a mi padre, incluso antes de ser novio de mi madre, le escribía cartas y le preguntaba por las cosas del campo». Su curiosidad era tan explícita que quería saber si del parto de una yegua nacía hembra o macho. Una de las cartas la publicó hace años Francisco Oliván Baile en estas páginas. Miguel Burró Fleta cometía muchas faltas de ortografía, algo que corregiría apenas dos años después; cuando escribió desde Livorno en 1920 su caligrafía y su ortografía ya habían mejorado.

Miguel Fleta nunca perdió el contacto con su familia ni con sus amigos. Solía ir a las actividades del Centro Aragonés de Barcelona, de la calle Costa, y allí oyó al gran jotero Cecilio Navarro. «Fue a probar al Conservatorio del Liceo, y por fortuna lo oyó Luisa Pierrick, que creyó ciegamente en él y en su portentosa voz sin educar. Pensó que ella podría domarla. Le enseñó, le eligió el repertorio y encauzó su carrera», dice Luis Calvo . Y no solo eso: se enamoró de él y, aunque estaba casada con un músico, Miguel y Luisa iniciaron una relación sentimental y tendrían dos hijos.

Allá va la despedida...

El 16 de mayo de 1924 se casaron los que iban a ser sus padres, Ricardo y Pilar Díez Burró, en el Pilar de Zaragoza «Fue un día precioso. Inolvidable. Así lo contaban mis padres. Miguel era una figura e hizo de padrino. Se amontonó la gente, tomó la iglesia, porque querían escucharlo, pero él no quiso robarle protagonismo a los recién casados. Se hospedó en el hotel Europa».

Algunos se enojaron con él y tuvo que intervenir la guardia urbana. Acabó prometiendo que volvería al Pilar para cantar y el 28 de mayo del año siguiente entonó, en dos ocasiones, el ‘Ave María’ de Schubert. Tras la ceremonia nupcial, al día siguiente asistió a la zarzuela ‘La Virgen capitana’ en el Teatro Circo, de público, y participó en una jornada de caza por los montes de Santa Fe, donde solo se cazó un conejo.

El cantante volvería varias veces a Zaragoza. En 1937, el 22 de enero cantó en el Teatro Parisiana en apoyo del auxilio social, y el 17 de marzo lo hizo en el Teatro Circo. «Yo tengo recuerdos como muy borrosos. Venía siempre a mi casa y nos regalaba entradas. A mis padres les escribía desde cualquier sitio del mundo. Teníamos sus discos de piedra. Vino a merendar y yo recuerdo que me sentaba en sus rodillas, aunque no había cumplido los tres años», dice Luis Calvo , que no sabe del todo si los suyos «son recuerdos reales o inventados».

Su propio padre contó que la última vez que estuvo en Zaragoza Miguel Fleta, se reunieron con los amigos de siempre en el café Gambrinus y que luego fueron a su casa a merendar. «Esa celebración también fue una despedida. Fleta murió un año después en La Coruña». Fue en la plaza de Orense, muy cerca del mar.

 

 DETALLES DE UNA VIDA, UNA EXPOSICIÓN EN MARCHA

Sergio Castillo y Alejandro Martínez, de la Asociación Aragonesa de la Ópera ‘Miguel Fleta’ preparan la gran exposición sobre el tenor. En 2107 rindieron homenaje a la cantante Pilar Lorengar. Explican aquí algunos detalles de su labor.

Miguel Fleta. El hombre y el mito’. Este es el título de la muestra que contará con muchas novedades en todos los terrenos: grabaciones, películas, fotografías de distintos lugares del mundo, cartas, los libros que han publicado de Miguel Fleta. «Quizá no existan tantos materiales como en el caso de Pilar Lorengar, pero nos gustaría resaltar algunas cosas: Miguel Fleta era el Messi de su época. La gente lo admiraba, acudía a saludarlo a los hoteles, le pedían que saliese a las ventanas o al balcón a cantar. Se entregaba y estaba dispuesto a cantar en cualquier instante. Y eso al final no es bueno para la carrera de un artista de su dimensión. Esa generosidad fue contraproducente y lo pagó caro», dicen Sergio Castillo y Alejandro Martínez.

Inicios. «Su marcha a Barcelona fue determinante. Pero nada fue fácil, a pesar de la gran intuición de Luisa Pierrick, su maestra de canto y también su amante. Se fogueó en el Casino Republicano de Barcelona, cantó muchas jotas y, durante su formación, las pasó canutas», agregan.

Política. «Nos interesa mucho analizar la trayectoria política de Miguel Fleta. Es sabido que fue enterrado envuelto en la bandera de Falange y que actuó en algunos mítines. Su actitud política merece un análisis detallado: saludó la llegada de la II República en Madrid, se sumó a la celebración, y cantó el ‘Himno de Riego’. Y se comprometió en diversos actos populares con muchas causas sociales».

Cantantes de su época. «Técnicamente, nadie cantaba como él. Era un animal en escena», dicen Sergio Castillo y Alejandro Martínez. «Con Caruso, Pavarotti, Domingo, Chaliapine y Kraus, Miguel Fleta está entre los mejores de todos los tiempos. Miguel Fleta es un icono para los amantes de la lírica, por su timbre reconocible y sus filados sin fin, por ese arte inimitable que le hizo cosechar los más grandes triunfos en Milán, Nueva York o Madrid», insisten.

Personajes. «Miguel Fleta cantó en muchos escenarios un amplio repertorio. Si hubiese que elegir las óperas en las que se sintió especialmente cómodo, citaríamos tres: ‘Carmen’ de Bizet, en la que encarnó a Don José, su papel fetiche; ‘Tosca’ y ‘Turandot’, de Puccini, en concreto el ‘Nessun dorma’».

En Zaragoza. Miguel Fleta cantó el 28 de mayo de 1925 en la Basílica del Pilar el ‘Ave María’ de Schubert. En el Teatro Circo, en los días siguientes, actuó con ‘La Bohème’, ‘Aída’ y ‘Carmen’.

Carmen Mirat. Así se llamaba su esposa, una joven de Salamanca con la que se casó el 20 de abril de 1927. Vinieron a Zaragoza y luego se trasladaron a Huesca; allí los retrató el fotógrafo y tendero Nicolás Viñuales. Tendrían dos hijos.

Teatro Principal. Por fin Miguel Fleta pisó el escenario del Principal. Fue el 15 de junio de 1932: participó en un concierto benéfico, ‘Homenaje a la vejez’. Cantó el cuarto acto de ‘Carmen’. Aquel día tocó la pianista Pilar Bayona. «Tres años después -dicen Sergio y Alejandro- ofreció un nuevo concierto benéfico, ahora en el Teatro del Hogar Pignatelli, acompañado por el violinista Carlos Sedano y el pianista Ataúlfo Argenta, que luego sería director de orquesta». Es probable que Argenta viviese una bella historia de amor y atracción con Pilar Lorengar. A. C. 

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