Mujeres: Pilar Biel, Aurora Charlo, Unica Zürn...
Pilar Biel ha invertido más de diez años en estudiar el patrimonito industrial de Zaragoza. Su libro, que abarca de 1875 a 1936, es una maravilla: analiza el proceso de industrialización de la ciudad, la llegada de la modernidad a Zaragoza a través del ferrocarril, de los nuevos puentes carreteros, como el imponente sobre el río Gállego, las harineras (sospecha que la harinera de los Soláns fue iniciada por el gran Félix Navarro y culminada por su hijo Miguel Ángel, el que hizo el chalet de los Soláns) y sobre todo las Azucareras, con su tipología maravillosa de nave, horno de cal, chimenea, silo y almacenes. Recuerda la importancia de personajes claves como el alcalde Burriel o Basilio Paraíso, que tenía una fábrica de espejos, o los arquitectos Félix y Miguel Ángel Navarro, Ricardo Magdalena, obsesionado en la formación del obrero, y Francisco Albiñana, que acabó realizando edificios racionalistas. Dedica páginas estupendas a Averly, fundada por metalúrgicos franceses. Pilar habla de eso y de mucho más y contó con la ayuda de su marido Carlos, que es fotógrafo. Cree que en Aragón debemos hacer el Museo de la Industria y propone la Azucarera de Alagón, que sigue siendo una de las más bonitas dentro de su arquitectura funcional.
Aurora Charlo es una acuarelista impresionante. Todo lo hace con gusto y con audacia: el paisaje en sus manos es delicado, envolvente, como una región reinventada. Expone estos días en la galería Salduba (Amar y Borbón, 5). Hay una obra de Zaragoza, una visión del Pilar desde una playa del Ebro, que impresiona por la tensión de luces, por la contención de la pintura y el agua, por la desmayada lontananza que propone. Aunque maneja el color a su antojo, es prodigiosa la tensión que administra al blanco y negro y a una exuberante gama de grises, y es admirable la rapidez con que hace su obra. No le importa "maltratar" el papel: arañarlo, rascarlo, extirparle nuevas gamas o una textura inesperada. Me encuentro con uno de los artistas más bondadosos y laboriosos de la ciudad, Eduardo Salavera (aun conserva en la retina sus paisajes coloristas del Ebro) y vemos juntos la muestra. Eduardo, sin estridencia y con una sabiduría que no agota, por honda e imperceptible, me comenta cada cuadro y explica donde está el don de la mano, del pincel seguro y vehemente, la audacia de Aurora Charlo, que es probablemente nuestra mejor acuarelista o coleccionista de paisajes imposibles.
Acabo de pasear a mi perra Noa. Son casi la una. La noche es perfecta y serena. Pero no estoy solo bajo el cielo constelado y la brisa acariciadora. Llevo una colección de cuentos de una escritora inquietante, Unica Zürn, una mujer que acabó loca, que amó con frenesí y dolor al escultor Hans Bellmer, un tipo fascinado por el fetiche erótico. Uniza Zürn, que parece un personaje de Borges, publicó novelas como "Primavera sombría" o "El hombre jazmín", aunque ninguno de esos títulos es el que yo leía casi a oscuras. Leía "El trapecio del destino" (Siruela. Libros del tiempo), una colección de relatos que aparecieron en distintos periódicos alemanes en plena posguerra que parecen inspirados en los cuentos de hadas, en amores candorosos, en apariciones amables, aunque siempre hay un latigazo final, estremecedor, que instala al lector en un páramo, en un espacio inquietante y a la vez seductor. Unica Zürn sedujo con su personalidad arrolladora y enfermiza a los surrealistas: a Hans Arp, a André Breton, a Marcel Duchamp o a Henri Michaux, que era un gran escritor y un magnífico dibujante. Unica atravesó por fases delirantes, por periodos de esquizofrenia, viajaba al infierno de sí misma y en él encontraba respuestas. Respuestas que aparecen en sus cuentos. Al final, herida por todo, vulnerable al aire de todas las noches, se suicidó en 1970. Tenía poco más de 50 años.
Mariano García, el redactor jefe de la sección de Galería de Heraldo de Aragón, continúa sus pesquisas sobre el payaso Marcelino, nacido en Jaca, admirado por Chaplin y Cary Grant, entre otros. Mariano ha logrado toda la documentación mediante internet: ha recibido correos de Estados Unidos e Inglaterra, alrededor de mil, en un trabajo de más de dos meses. Ahora posee nuevas fotos, nuevos documentos, y ha encontrado una entrevista a Buster Keaton en la que el autor de "El maquinista de la General" elogia a Marcelino. No creo que exista en el periodismo reciente un trabajo que revele como éste las posibilidades casi infinitas de Internet.
Dos buenas noticias: Trinidad Ruiz-Marcellán, que creyó morir, ya está en casa. Y el jueves próximo presentará en Tarazona a Álvarez Cáccamo y "Habitación del mar"; el viernes hará lo propio en el Centro Gallego. Y Ana Latorre (nuestra enferma de Albarracín: quiso estrenar su cámara digital y se fue al suelo), que ya se ha probado el corsé, acaba de anunciar que el viernes la envían a casa. Ya ha hecho sus primeras tablas de gimnasia. Cada noche, como un ángel tutelar, acude a verla su compañero Luis Franco, el arquitecto, y lo primero que le pide es uno de esos bombones sabrosos que ella guarda para las mejores visitas. Si eso no es felicidad...
Aurora Charlo es una acuarelista impresionante. Todo lo hace con gusto y con audacia: el paisaje en sus manos es delicado, envolvente, como una región reinventada. Expone estos días en la galería Salduba (Amar y Borbón, 5). Hay una obra de Zaragoza, una visión del Pilar desde una playa del Ebro, que impresiona por la tensión de luces, por la contención de la pintura y el agua, por la desmayada lontananza que propone. Aunque maneja el color a su antojo, es prodigiosa la tensión que administra al blanco y negro y a una exuberante gama de grises, y es admirable la rapidez con que hace su obra. No le importa "maltratar" el papel: arañarlo, rascarlo, extirparle nuevas gamas o una textura inesperada. Me encuentro con uno de los artistas más bondadosos y laboriosos de la ciudad, Eduardo Salavera (aun conserva en la retina sus paisajes coloristas del Ebro) y vemos juntos la muestra. Eduardo, sin estridencia y con una sabiduría que no agota, por honda e imperceptible, me comenta cada cuadro y explica donde está el don de la mano, del pincel seguro y vehemente, la audacia de Aurora Charlo, que es probablemente nuestra mejor acuarelista o coleccionista de paisajes imposibles.
Acabo de pasear a mi perra Noa. Son casi la una. La noche es perfecta y serena. Pero no estoy solo bajo el cielo constelado y la brisa acariciadora. Llevo una colección de cuentos de una escritora inquietante, Unica Zürn, una mujer que acabó loca, que amó con frenesí y dolor al escultor Hans Bellmer, un tipo fascinado por el fetiche erótico. Uniza Zürn, que parece un personaje de Borges, publicó novelas como "Primavera sombría" o "El hombre jazmín", aunque ninguno de esos títulos es el que yo leía casi a oscuras. Leía "El trapecio del destino" (Siruela. Libros del tiempo), una colección de relatos que aparecieron en distintos periódicos alemanes en plena posguerra que parecen inspirados en los cuentos de hadas, en amores candorosos, en apariciones amables, aunque siempre hay un latigazo final, estremecedor, que instala al lector en un páramo, en un espacio inquietante y a la vez seductor. Unica Zürn sedujo con su personalidad arrolladora y enfermiza a los surrealistas: a Hans Arp, a André Breton, a Marcel Duchamp o a Henri Michaux, que era un gran escritor y un magnífico dibujante. Unica atravesó por fases delirantes, por periodos de esquizofrenia, viajaba al infierno de sí misma y en él encontraba respuestas. Respuestas que aparecen en sus cuentos. Al final, herida por todo, vulnerable al aire de todas las noches, se suicidó en 1970. Tenía poco más de 50 años.
Mariano García, el redactor jefe de la sección de Galería de Heraldo de Aragón, continúa sus pesquisas sobre el payaso Marcelino, nacido en Jaca, admirado por Chaplin y Cary Grant, entre otros. Mariano ha logrado toda la documentación mediante internet: ha recibido correos de Estados Unidos e Inglaterra, alrededor de mil, en un trabajo de más de dos meses. Ahora posee nuevas fotos, nuevos documentos, y ha encontrado una entrevista a Buster Keaton en la que el autor de "El maquinista de la General" elogia a Marcelino. No creo que exista en el periodismo reciente un trabajo que revele como éste las posibilidades casi infinitas de Internet.
Dos buenas noticias: Trinidad Ruiz-Marcellán, que creyó morir, ya está en casa. Y el jueves próximo presentará en Tarazona a Álvarez Cáccamo y "Habitación del mar"; el viernes hará lo propio en el Centro Gallego. Y Ana Latorre (nuestra enferma de Albarracín: quiso estrenar su cámara digital y se fue al suelo), que ya se ha probado el corsé, acaba de anunciar que el viernes la envían a casa. Ya ha hecho sus primeras tablas de gimnasia. Cada noche, como un ángel tutelar, acude a verla su compañero Luis Franco, el arquitecto, y lo primero que le pide es uno de esos bombones sabrosos que ella guarda para las mejores visitas. Si eso no es felicidad...
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PILAR -
Rafael -