Blogia
Antón Castro

"Hamburguesas", Sándor Márai y Miriam Reyes

Los sábados por la mañana son días de sol y fútbol. Y hoy también de Matemáticas. Diego Rodríguez, que hace oposiciones constantes para ser un buen centrocampista de creación en cadetes, participó en la olimpiada que organiza la Asociación "Pedro Sánchez Ciruelo", y hubo de dejarle su camiseta del diez a su hermano Jorge, un zurdito empeñado en hacerse fuerte, crecer y perfeccionar su carrera y su toque. Sin Diego, sin Pirri, sin Mario y sin el gran búlgaro Laser, el Garrapinillos venció por la mínima. Para entonces, Jorge ya no estaba en el campo: le habían pisado en la mandíbula y en un dedo y acababa de dejar a su equipo con diez. Diego, finalista en la olimpiada, pensaba más en el fútbol que en las Matemáticas y no sacó el pasaporte para ir a Melilla. Sólo de pensar que tenía que perderse algún partido, se le aflojó la razón y el ingenio.

Eso sí, tuvo tiempo para ir a la librería Antígona y comprarse "La guerra de los botones" de Louis Pergaud. En la librería de Pepito Fernández se entera uno de muchas cosas: a Julia le ha encantado la novela "Hamburguesas" de Fernando Martín Pescador (Xordica) y va a presentarla con Félix el próximo viernes a las ocho. [A la misma hora, en el Centro Gallego, presentaremos a Xosé María Álvarez Cáccamo, recién llegado de Vigo, autor de "Habitación del mar" (Olifante)]. La leyó de un tirón con gusto y agradable perplejidad. La historia de un profesor en Estados Unidos da mucho de sí: da para contar, con un estilo aparentemente fragmentario por muy sólido, un montón de historias de seres humanos y para trazar un retrato nada complaciente y gracioso de Estados Unidos. En algún momento, por aquello de las afinidades, el lector puede pensar en la novela de campus como "El inquilino" de Javier Cercas, pero pronto comprueba que Martín Pescador tiene talento de sobras y un gran aliento narrativo.

Pepio Fernández Moreno es un librero cómplice desde hace más de 20 años. Desde los tiempos de la legendaria Muriel. Compro algunas cosas que me interesan como "Confesiones de un burgués" de Sándor Márai y descubro sus pasiones, sus viajes e incluso la indiferencia de un seductor. Su historia de pasión tranquila con una actriz ocupa dos de las páginas más bonitas del libro. Amor sin amor pero con confianza y cariño. Y como ya andaba yo por Hungría -por cierto, Márai nació en 1900 en Kassa (Hungría entonces; hoy Eslovaquia) y se suicidó en San Diego en 1989. En San Diego también murió Sender en 1982-, adquiero un vasto catálogo de fotografía de los grandes maestros húngaros: Robert y Cornell Capa, Brassaï, Nicolás Müller, y tantos otros. ¿Qué tendría Hungría para producir maestros tan necesarios?

Miriam Reyes fue finalista del Premio Hiperión con su libro "Bella durmiente", que ya está en librerías. Se trata de un poemario muy bonito, de enorme fuerza, casi de catarsis personal, que se inicia con su propio nacimiento, en Orense, en una madrugada del 29 de diciembre de 1974. A partir de ahí, nos zambullimos en una especie de autobiografía lírica, que nos lleva a Caracas, donde vivió algunos años, y nos lleva por un mundo de sensualidad desarbolada, de sensaciones y de una autoironía explícita. "Bella durmiente" mejora y ahonda en muchas de sus constantes a su anterior poemario, "Espejo negro" (DVD, 2001). Conserva parejo desgarro en distintos instantes, una mirada un tanto perturbadora y adquiere otra delicadeza, nada complaciente ni fácil, en esa exploración de su propio cuerpo, en los latidos del sentir.

El nivel de sugerencia y de misterio es constante. Por ejemplo dice, en un poema:

A lo mejor era tu cuerpo
lo que me unía a ti
y no algo más abstracto.

A lo mejor imaginé todo lo demás.

O éste:

Yo que soy tierra
como tierra tiemblo bajo tu pecho
te como te escupo me
trago tus huesos.
Tiene que ser así,
fuera de mí eres un extraño
duermas los años que duermas a mi lado.

Esa furia de amor y desamor, reaparece constantemente:

Si me lo pides me pongo en cuatro patas
en dos, en una
meneo la cola
doy vueltas
me hago la muerta
salto por una galleta
le lamo los pies.

Y es que me muero de gusto cuando me rasca panza arriba.

Soy la perra más perra
que jamás nadie haya abandonado.

Su poemas, intensos y cálidos, nos hacen recordar a menudo los mundos heridos de Frida Kahlo o Diane Arbus, la gran fotógrafa norteamericana. (Félix Romeo, a quien no le gusta que hable de mi perra Noa, me llamará para reñirme y recordarme que Diane Arbus -hay una biografía excelente en Circe- también se suicidó. Os prometo que tantos suicidios aquí son pura casualidad. Me gusta la vida con locura. Casi tanto como a Miriam Reyes. O como la propia Diane Arbus durante algún tiempo; cuando era adolescente se masturbaba en el baño mientras las luces de sus vecinos de Nueva York se iluminaban con el espectáculo).

3 comentarios

miriam -

alejandra pizarnik, aunque supongo que la conocerás. casualmente (o no tanto) también se suicidó.

Miguel -

Me gusta la vida con locura... me recuerda a algo que he leído de David González: "mi droga es la realidad".

Precisamente, tras escuchar en Radio 3 un comentario de Félix Romeo sobre el libro de Miriam, decidí comprarmelo y he de decir que me gustó mucho. Así que se lo recomendé a varios amigos que, sin embargo, no compartieron mis buenas sensaciones. Supongo que el libro de Miriam es para un determinado tipo de lector, con unos gustos muy particulares.

Y una pregunta: ¿Alguna sugerencia más en la misma línea? ¿Qué otros autores podría leer que tengan una actitud similar a Miriam?

Félix Romeo -

Demasiados suicidios... sobre todo porque todos ¿extrañamente? son de mujeres

besos