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Antón Castro

LA CIENCIA, JAVIER OTAL Y "MAN"

Uno de mis sueños es escribir una historia de la ciencia en Aragón. Quizá porque nada sé de ciencia. Aunque él no lo sabe, le debo muchas cosas a Mariano Gistaín. Y una de ellas es que me contagió la pasión por la ciencia, me ayudó a borrar de un plumazo todos mis prejuicios sobre la ciencia. Me enseñó, con discreción, por el hecho de existir y de defenderla, que era fundamental en la historia del mundo, que era determinante en la construcción de la modernidad y del porvenir. Y que no se podía ser un humanista al margen de la ciencia. En ese proceso también colaboró el periodista que tanto admiro de la prensa de Aragón: Roberto Miranda, que me da una lección de talento, de frescura y de desinhibición (yo me avergüenzo un poco de ser periodista. Este oficio me zahiere a diario en mi creciente y maligno pudor) a cada instante; Roberto es otro fanático de la ciencia: la compara con la poesía, con la exactitud del conocimiento, con el maravilloso enredo de explorar, con la lucidez de Wittgenstein. No quiero enrollarme. Me apasiona la ciencia, los científicos, los procesos, y me apasiona cómo se ha construido –casi siempre con grandes individuales- la ciencia en este territorio: desde Avempace hasta hoy, pasando por Servet, Ciruelo, Bonet, Catalán, Odón de Buen, Julio Palacios, Cajal o Galo Leoz...

Confieso que nunca había oído hablar de Javier Otal. O si había oído, o si había escrito de él alguna vez, no lo recordaba. Lo vi y lo oí anoche en la ceremonia de los premios de “Heraldo de Aragón” y me quedé conmovido: no sólo por figurar en una lista de los “2000 intelectuales más importantes del siglo XXI”, sino por su trabajo, por su carácter excepcional, por su defensa de los pequeños detalles de la vida (él que padece una minusvalía del 80%. Un pequeño detalle fue, en el momento de los reconocimientos y aplausos, reparó con dulzura en el cámara Peña de RTVA que le había hecho un reportaje), por su defensa de sus compañeros y de la Universidad, por el elogio hondo a su luminosa mujer. Irradiaba emoción, pálpito, conocimiento, esfuerzo y una transparencia invulnerable. Javier Otal, experto en álgebra, que es otra ciencia poética o filosófica, figurará en esa historia de la Ciencia en Aragón que escribiré algún día. Si he escrito algunos libros ha sido para aprender cosas nuevas. Para aprender mejor este pequeño país de acogida. Me acompañan desde hace algunos años dos libros a los que tengo gran cariño: “Los grandes inventos del mundo moderno” y “Los grandes descubrimientos de la ciencia” de Gerald Messadié, publicados ambos por Alianza Editorial. Están a mis espaldas y me vigilan.

En la noche de los premios de “Heraldo”, también se distinguió a “La Voz de Galicia” con el galardón Antonio Mompeón Motos por su trabajo sobre “Los héroes del Prestige”. Pasaron un vídeo que lo resumía todo: el horror, la impotencia, la naturaleza violentada, el mar malherido, los pájaros agonizantes, la muchedumbre de seres anónimos y solidarios que avanzaban entre los vómitos o moles de negro espanto. En un momento, se vio a Mannfred, “Man”, aquel alemán que murió de pena, aquel alemán que se enamoró en Camelle, que recibía los catálogos de los museos de todo el mundo y que fundó un reino de creación en A Costa da Morte. Yo lo conocí, lo vi con su taparrabos, escribí sobre él, y verlo de nuevo en la pantalla, en los huesos, con un hosco gesto de estupor y fragilidad, llorando, me puso al borde de las lágrimas. Habló Luis Ventoso, un periodista al que profeso gran cariño. Hemos hablado dos o tres veces, y siempre me pareció encantador, laborioso y un gran profesional, como Jesús Flórez. A veces, cierro los ojos Y me veo hablando del mar que no veo, y que no olvido, en el periódico de mi niñez.

Vuelvo a “Man”. Guardo en una carpeta su historia, sus fotos, los recortes que aparecieron en prensa, sus aventuras. Y un día, antes o después de volver a Galicia (algún día volveré, como dijo Marsé. Ahora me he vuelto insoportablemente melancólico), le dedicaré unas líneas, quizá esa novela que le he prometido a Miguel Mena, acogido bellamente sobre el regazo y la pureza floral de Isabel de Portugal.

1 comentario

Javier -

Buñuel no era amigo de la ciencia y dijo:

-"La ciencia no me interesa. Ignora el sueño, el azar, la risa, el sentimiento y la contradicción, cosas que me son preciosas.

-¿Y porqué no hacerlas compatibles?

Saludos, J. ;)

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