LOLA FLORES Y SAM SHEPARD
Me encuentro con un libro de Las anécdotas del cine español (Planeta, De Bolsillo, 2000) de Fernando Vizcaíno Casas. Está barato y conozco otros libros de miscelánea de este autor. Le echo una mirada y me encuentro con esta perla: Lola Flores fue en su juventud tan apasionada en el amor como en el cante. Uno de sus romances más intensos lo mantuvo con el futbolista del Barcelona Gustavo Biosca. Cuando el muchacho le comunicó que, sintiéndolo mucho, tenían que terminar su relación porque había decidido enderezar su vida, Lola (que se enamoraba profundamente de sus hombres, aunque el arrebato le duraba poco) le rogó que, al menos, tuviesen un encuentro de despedida. Encuentro en la cama, se entiende.
Se reunieron, pues, donde solían amarse y marchó la Flores al cuarto de baño. Para regresar a poco, completamente desnuda y con un lazo negro prendido del vello de su pubis. En señal de duelo por la muerte de aquel amor.
El texto debiera acabar aquí y habría sido un cuento de amor perfecto, pero Vizcaíno Casas añade: Lo contó la propia Lola, cuando ofreció con pelos (nunca mejor dicho) y señales su biografía en televisión. Gustavo Biosca, defensa internacional del Barcelona de los tiempos de Basora, César y Kubala o Ramallets, dijo luego que nunca había jugado tan bien al fútbol como entonces.
Nada tiene que ver con esto, pero estoy disfrutando del último libro de Sam Shepard, El gran sueño del paraíso (Anagrama, 2004. Con foto de portada de su mujer, la actriz Jessica Lange). El cuento de que da título al conjunto narra la historia de dos hombres que viven juntos en un bungalow y que están locos por una camarera, a la cual van a ver siempre juntos. Pugnan por ver quién de los dos llega antes. Una noche, desvelado, uno de ellos se levanta y a va a verla de madrugada; el otro se levanta al alba y comprueba que la camarera ya no está, o que está de descanso. Se crea un auténtica disputa entre ambos... Y no avanzo mucho más. Conozco a muchos amigos que iban /que van a los bares para ver a las bonitas camareras. También hay otro cuento, una ironía sobre Francia, titulado No era Proust. Es una pieza sorprendente, con muchos niveles de historias con sorpresa...
Se reunieron, pues, donde solían amarse y marchó la Flores al cuarto de baño. Para regresar a poco, completamente desnuda y con un lazo negro prendido del vello de su pubis. En señal de duelo por la muerte de aquel amor.
El texto debiera acabar aquí y habría sido un cuento de amor perfecto, pero Vizcaíno Casas añade: Lo contó la propia Lola, cuando ofreció con pelos (nunca mejor dicho) y señales su biografía en televisión. Gustavo Biosca, defensa internacional del Barcelona de los tiempos de Basora, César y Kubala o Ramallets, dijo luego que nunca había jugado tan bien al fútbol como entonces.
Nada tiene que ver con esto, pero estoy disfrutando del último libro de Sam Shepard, El gran sueño del paraíso (Anagrama, 2004. Con foto de portada de su mujer, la actriz Jessica Lange). El cuento de que da título al conjunto narra la historia de dos hombres que viven juntos en un bungalow y que están locos por una camarera, a la cual van a ver siempre juntos. Pugnan por ver quién de los dos llega antes. Una noche, desvelado, uno de ellos se levanta y a va a verla de madrugada; el otro se levanta al alba y comprueba que la camarera ya no está, o que está de descanso. Se crea un auténtica disputa entre ambos... Y no avanzo mucho más. Conozco a muchos amigos que iban /que van a los bares para ver a las bonitas camareras. También hay otro cuento, una ironía sobre Francia, titulado No era Proust. Es una pieza sorprendente, con muchos niveles de historias con sorpresa...
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alejandro -