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Antón Castro

ARAGONESES ILUSTRES. ENTREVISTA CON CANO

Ha pasado por aquí José Luis Cano, a quien le han encargado un proyecto sobre los capítulos del Quijote en Aragón, un proyecto con otros que él coordinará con su mimo especial. Cano es un maestro constante. En el último número de “Artes & Letras” publiqué una entrevista con él sobre su serie de aragoneses ilustres que está publicando Xordica, la editorial de Chusé Raúl Usón que acaba de cumplir diez años. Me parece oportuno recuperar para este weblog la entrevista. Seguro que no defraudará a quienes no la conozcan porque explica uno de los proyectos editoriales más importantes de este territorio, un ejemplo para otros.

Casi sin hacer ruido y tampoco sin excesiva difusión, José Luis Cano Rodríguez (Zaragoza, 1948), Cano a secas, está llevando a cabo uno de los proyectos editoriales más sugestivos que se están haciendo en Aragón, y en España, desde algún tiempo. Nos referimos a su serie de ilustres aragoneses que publica, desde 1996, en la colección “Xordiqueta” de la editorial Xordica, que edita el trabajo en colaboración con Ibercaja. La serie se inició con “Paquico Goya” en 1996, una mirada a la infancia del pintor de Fuendetodos, y ha continuado con “El Gran conde de Aranda”, “Marcial el Travieso”, “Buñuel y don Luis”, “María Moliner y su diccionario”, “Gracias y desgracias de Gracián”, “Sender y sus criaturas”, “El mago Chomón”, “Don Santiago Ramón y Cajal”, “Miguel Servet y el doctor Villeneufve”, “Odón de Buen, el republicano de los mares”, “El sabio Avempace” (que podría haber sido el inspirador del himno español, por cierto, según se dijo hace un par de años y se ha vuelto a recordar en Córdoba), y ahora aparece “El genio de Goya”, para el que ha necesitado 60 páginas, doce más de lo habitual. No conocemos un proyecto tan redondo, divertido y riguroso en ninguna comunidad autónoma española, aunque aquí pase un tanto inadvertido.
-Coincidiendo con el 250 aniversario del nacimiento de Goya, nació en 1746 en Fuendetodos, alguien me sugirió que hiciese un trabajo ilustrado sobre la infancia de Goya. Recuerdo que aquel trabajo, “Paquico Goya”, lo publicó Xordica, en colaboración con la DPZ. Siempre quise que el editor fuese Raúl Chusé Usón de Xordica, entre otra cosas porque él había inaugurado una colección de literatura infantil y había publicado “El sombrero”, que fue un auténtico desastre económico. Pensé que a lo mejor con un proyecto así podría resacirse.
-¿Cómo se planteó ese trabajo?
-Yo venía a decir o sugerir que las brujas o monstruos que había pintado de mayor ya los había conocido en su niñez en Fuendetodos.
-¿Había alguna razón de peso para sostener eso?
-Creo que no. Estaba fundado en una historia personal. En los veranos de mi infancia mis padres me llevaban a veranear en la casa del guarda del monasterio de San Juan de la Peña. Y su hijo me decía que uno de los toros rojos que andaba por allí, entre vacas, caballos y más toros, era en realidad un ogro que tenía su refugio encima del monasterio, que tenía un castillo y que era el jefe de todos los toros.
-Creo que ese toro rojo o rubio forma parte de la mitología aragonesa.
-¿Ah, sí? Eso sí que no lo sabía. El toro sí lo veía de niño, pastando por ahí. Y lo que hice con “Paquico Goya” fue cambiar el ogro por el cabrón o macho cabrío.
-A diferencia de sus trabajos posteriores, sí cabría decir que ese era un libro ilustrado concebido para niños.
-A mí apasionan las infancias de los aragoneses ilustres. Mi idea era seguir una colección que había leído de niño, “Cuando los grandes héroes eran niños”, pero de cachondeo, con humor, a mi manera. Y lo volví a intentar hasta por dos veces…
-Imagino que se refiere a “La santa infancia de Luis Buñuel”…
-Fuimos con ese libro nuevo a varias instituciones, pero recuerdo que en Ibercaja no interesó, como tampoco interesó la niñez del Conde de Aranda. Pero por entonces se estaban celebrando otra centenario de Pedro Abarca de Bolea y me sugirieron que hiciera la biografía completa. Claro, ahí se desvirtuó la idea inicial, y la colección pasó a ser para todos los públicos. Y poco a poco se fue consolidando este proyecto con dos títulos al año.
-Que ha respaldado Ibercaja desde entonces. Aquel “Paquico Goya” muy poco tiene que ver con “El Genio de Goya”.
-Es lógico. La niñez de Goya era un mundo infantil de miedos, de brujas, fantasmas y aparecidos; ahora he intentado explicar las relaciones entre la vida y la obra de Goya.
-Vamos a dejar aparcado un instante este trabajo. Centrémonos en “El Gran Conde de Aranda”. Uno de los aspectos que llama la atención es, de partida, su trabajo de documentación.
-Ese proceso se ha ido complicando mucho. El Conde de Aranda lo hice con dos enciclopedias. Me pareció muy difícil explicar los bandazos de España en su época. Intenté ser conciso y escueto sin meterme en demasiadas honduras. Pero ahora trabajo de forma un poco distinta: suelo leer las biografías más importantes, algunos ensayos y en el caso de los escritores el mayor número de hombres. Por ejemplo, para el libro “Sender y sus criaturas” leí hasta 20 novelas del narrador.
-Explíquenos un poco el método…
-A medida que voy leyendo tomo notas y me quedo con lo fundamental y lo divertido. Escribo como chistes y eso intento organizarlo. Una vez que ya tienes un borrador, lo distribuyo por las páginas. Hago la maqueta y escribo directamente en la caja de texto. Aunque soy escueto, llega un momento en que te vas calentando y compruebas que no te cabe. Así que ajusto y reescribo mucho para decir lo máximo con el mínimo posible de palabras. Yo siempre escribo en clave de humor.
-¿En clave de humor? Por ejemplo, ¿en qué es gracioso el Conde de Aranda?
-Jugué con el concepto de grande de España y lo saco como un gigante bondadoso. Juego todo el rato con la imagen física de la grandeza. En Baltasar Gracián, su pesimismo me pareció lo más gracioso. A mí, Cioran me resulta divertido. Gracián es un somarda, y lo que más me gusta de su obra es “El Criticón”, lo demás es tan jesuítico que me da un poco de repelús. Por aquí y por allá voy dejando algunos chistes, aprovecho todo lo que me da la realidad. Invento muy poco.
-Vayamos con otros personajes: Marcial, Server, Buñuel…
-Marcial es un humorista y estaba muy fácil. Crítica las costumbres sociales y sexuales, y además intenta mantener su dignidad haciendo la pelota a todo el mundo. En su poesía siempre está quejándose de la vida que le hacen llevar sus benefactores. Servet me parece un tipo furibundo, de genio desmedido. Se vuelva y lo hace sin talento, con osadía, a lo bestia, jugándose la vida. ¿A quién se le ocurre escribirle a Calvino parodiando el título de una de sus obras? ¿Y el hecho de entrar en Ginebra, en concreto en la iglesia donde él oficia? A mí me parece rarísimo, telúrico, como si obedeciese a un destino inexorable. Ese afán de provocación nato es chocante.
-Provocador también lo parecía Luis Buñuel…
-Pero era más cobardita. Dice Max Aub que era capaz de echar a correr para defenderse. En María Moliner la gracia estaba en la monotonía. Llenaba la casa de fichas obsesivamente, y a mí esa obsesión llevada al límite me parece fascinante. Además, hay dos María Moliner: la anterior a la Guerra Civil, dinámica y comprometida; y la que se encierra en su trabajo filológico como si fuera su tabla de salvación.
-A pesar de que hace estas vidas ilustradas para todos los públicos, el peso de la infancia es determinante en muchos…
-Por supuesto. Pienso en Buñuel o Cajal que han escrito muy bien la infancia, y es lógico que use esos textos. Por ejemplo, Cajal. Ahí está ese padre monstruoso que tenía, que parecía un auténtico animal. Lo mataba a palos, igual que revelaría Sender que hacía su padre con él. A menudo pienso que la antipatía de Sender se puede disculpar por ese tema.
-Con trece libros ya de la serie, y el de la infancia de Buñuel que publicó Rolde, ¿se atreve a extraer conclusiones generales?
-He escrito un “Breve tratado sobre el esquizoide carácter aragonés”. Esa esquizofrenia existe en casi todos ellos, y en algunos casos lo he dejado patente incluso en los títulos. Pienso en “Buñuel y don Luis” o en “server y el doctor Villeneufve”. La esquizofrenia es propia de la gente creativa. Hay tratados muy sesudos que aseguran que la creación estética y la esquizofrenia van muy parejas, y sostienen que los artistas esquizofrénicos se salvan gracias a su obra, acumulan numerosas contradicciones, pero yo soy un psiquiatra ocasional por la vía del humor.
-Querría preguntarle por su sentido del humor…
-No lo puedo teorizar. He teorizado mi pintura y he dejado de pintar. El humor puede ser de muchos tipos, pero a mí me gusta aquel que ve las cosas desde el otro lado, sin solemnidad.
-¿Y qué entiende usted por somardería?
-Para algunos alta mal vista: dicen que tiene mala intención porque te haces pasar por tonto para fastidiar al otro; para otros está relacionada con una sabiduría ancestral: lo mismo con los taoístas chinos que con los escépticos griegos. Es contemplar el mundo con distancia, sin tomarse las cosas muy a pecho, ni a uno a mismo en serio jamás. El humor debe ser arriesgado: se trata de reírse de los poderosos, no de los débiles, que es lo que hacen en “Crónicas marcianas”. A mí eso me parece indecente. Si te metes con alguien que suponga un riesgo.
-Hemos tocado los textos, el humor y la ironía, hablemos de la ilustración. Su obra está llena de referencia, de homenajes, de glosas de otros artistas.
-Yo creo que me muevo en el pastiche. Los estilos también son una caricatura, y yo trato de coger el tono de la época plásticamente. Y en eso hemos avanzado gracias a Internet.
-¿A qué se refiere en concreto?
-Le pongo un ejemplo. Cuando hice Ramón y Cajal se hablaba de muchos personajes como Kölliker, Golgi o Virchow, de los que nada sabía. Entré en una página de sabios alemanes y allí estaban distribuidos por materias. Eso me permitió incorporarlos al trabajo con un parecido razonable. Yo suelo hacer dos personajes al año: escribo chistes o notas, les doy un repaso…
-Por cierto, José-Carlos Mainer decía que usted tiene un estilo literario que lo emparenta con Borges…
-Soy un escritor autodidacta. Me interesa Borges, pero también Mihura. Sigo con la parte de ilustración o plástica. Es cierto que yo hago una obra muy erudita, pero lo disimulo, pero manejo ideas y las embosco, sino sería insufrible. Pero a mí aludir a cosas específicas –a Klimt, a Holbein, a Velázquez, al barroco, a Sorolla- me sirven para motivarme. Son conexiones que se te hacen solas en la cabeza y que son enriquecedoras.
-Hablemos de “El Genio de Goya”. Se ha situado usted en la parte más expresionista del pintor, en concreto en las “pinturas negras”…
-Goya ya lo había pintado todo. Todos los personajes que yo recreo ya los había pintado él. Y aquí me fui a lo más moderno de Goya, que para mí son “las pinturas negras”, y lo he teñido de Picasso, que es lo más evidente de la modernidad del siglo XX. Las soluciones plásticas de Picasso es lo que ha quedado como lo moderno, además Picasso hizo interpretaciones de otros pintores. Goya es un artista complejo que se tiene que reprimir para poder sobrevivir en su época. Hay un cambio de personalidad y de actitud crítica ante la vida y ante el arte después de cada enfermedad y eso me resulta misterioso. Y a mí lo que más me fascina de Goya es que cuando pinta la cúpula del Pilar ya lo hace en la misma clave de “las pinturas negras”. El San Lamberto es una “pintura negra”.

2 comentarios

Antón -

Querido Antonio: Me alegro de que te gustase la entrevista. Ánimo. Eres un lector y un poeta entusiasta.

Antonio PÉREZ MORTE -

Es raro, pero no recuerdo haber leído tu maravillosa entrevista: Me ha gustado mucho...

Admiro a Cano, es un artista genial y un ser humano extraordinario. Su padre,
excelente acuarelista, a quien también tuve la suerte
de conocer en Zuera, también
lo fue.

Mis mejores deseos para entrevistado y entrevistador.