SANTIAGO LAGUNAS, FOTÓGRAFO. RECUERDO DE JOSÉ MARÍA AGUIRRE
Voy a casa de Ana María y Pilar Lagunas, las hijas de Santiago Lagunas Mayandía, un artista y arquitecto que se agiganta ante mis ojos cada día, y más, mucho más, desde que frecuento su obra, la frecuento, la veo, la puedo tocar en los distintos salones de los domicilios de ambas: los dibujos apenas vistos, la gran obra de Pórtico, esa que ahí ves colgada y que no siempre llevas en la memoria. Además, hay una faceta poco conocida de Lagunas: su condición de fotógrafo. Cuando vivía en la calle Coso 92, con Marichu y sus hijas, hacía muchas fotos, en las que también colaboraba su hermano Manuel Lagunas, fallecido hace muy poco. En esa vivienda, un primero izquierda, creo recordar, tenía dos baños, uno grande y otro chico. En el grande, tras comprar una Leica en San Sebastián, le llegó por correo, los dos hermanos empezaron a tomar fotos de todo: en los Pirineos, en diversos paseos con fronda del Ebro, en las estancias en San Sebastián: Ondárroa, Orio, Astaloa, en Segovia, etc. Y decidieron convertir ese baño grande en el laboratorio de fotos, inservible casi para todo lo demás. Compraron dos ampliadoras, pintaron los muebles de negro, colocaron las bombillas rojas y naranjas, y prohibieron el acceso a las niñas. Y allí en medio de un horrible olor a ácidos y vinagre que me desespera, decía Marichu, decían las niñas- revelaban sus positivos, que luego presentaba a premios de revistas, ya fuese en obras solitarias o en conjunto. A esta primera Leica, le siguió otra mejor adquirida también en San Sebastián (con ella, por cierto, le ocurrió una anécdota increíble: se la dejó a un amigo que le perdió para siempre en Estados Unidos), y más tarde compró también una Minolta, una Rollei Flex, etc. Lagunas lo fotografiaba todo: a sus amigos, a su familia, los trabajos y los días de la restauración de El Dorado, algunas exposiciones de Pórtico entre amigos como José Alcrudo con sus incomparables fotos negras-, Ildefonso-Manuel Gil, Pilar Carasol, y por supuesto en ellas aparece un jovencísimo Fermín Aguayo.
También he visto una colección de siete dibujos en blanco y negro, de trazo muy grueso, abstracto y muy sugestivo, de Santiago Lagunas para un poemario de su amigo José María Aguirre, con el que había trabajado en la revista Ansí. Aguirre fue traductor de La tierra baldía de T. S. Eliot (recuerde el atento lector que escribió un artículo en el primer número de Papageno sobre ese texto imprescindible), profesor en Cardiff, experto en la obra de William Shakespeare. El poemario del que hablo es Variaciones sobre una desconocida, que es un texto alegórico sobre la muerte, en cierto modo un viaje al más allá. Aguirre trabajó en este libro desde 1972 hasta 1991; Lagunas conoció dos versiones del poema, y realizó en 1992 siete dibujos de gran formato para un libro que no encontró editor en su día. En una carta fechada en Le Rouret, el 30 de noviembre de 1991, le dice José María Aguirre a Santiago Lagunas: Si tienes comentarios, no dejes de hacerlos; siempre será posible cambiar alguna coma que otra, alguna palabra que otra, o suprimir, suprimir ( ) No tengo tiempo para escribir más.
En realidad, a José María Aguirre aún le quedaban doce años más. Falleció en Francia hace un par de meses.
También he visto una colección de siete dibujos en blanco y negro, de trazo muy grueso, abstracto y muy sugestivo, de Santiago Lagunas para un poemario de su amigo José María Aguirre, con el que había trabajado en la revista Ansí. Aguirre fue traductor de La tierra baldía de T. S. Eliot (recuerde el atento lector que escribió un artículo en el primer número de Papageno sobre ese texto imprescindible), profesor en Cardiff, experto en la obra de William Shakespeare. El poemario del que hablo es Variaciones sobre una desconocida, que es un texto alegórico sobre la muerte, en cierto modo un viaje al más allá. Aguirre trabajó en este libro desde 1972 hasta 1991; Lagunas conoció dos versiones del poema, y realizó en 1992 siete dibujos de gran formato para un libro que no encontró editor en su día. En una carta fechada en Le Rouret, el 30 de noviembre de 1991, le dice José María Aguirre a Santiago Lagunas: Si tienes comentarios, no dejes de hacerlos; siempre será posible cambiar alguna coma que otra, alguna palabra que otra, o suprimir, suprimir ( ) No tengo tiempo para escribir más.
En realidad, a José María Aguirre aún le quedaban doce años más. Falleció en Francia hace un par de meses.
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kate -
Juan Aguirre -
Anónimo -