LA VIDA ES ETERNA EN CINCO MINUTOS
Ha sido un día vertiginoso. Y tal vez improductivo. Lo mejor, cuando las cosas van tan de prisa, son los amigos. He visto a muchos. Los halcones despedían a Félix Romeo, que parte mañana a Aberdeen con la maleta y la cabeza llena de proyectos. Este hombre, ahora delgado, es un sinvivir, como diría Roberto Miranda. Su tormenta de ideas es tan constante que casi hace sentirte como un poco inútil o inválido en alguna región del cerebro. Invitó a jamón a medio Babel y luego tuvo agallas de comprar en algún sitio pasteles de crema, de chocolate y de nata. Ahora que no bebe, que come muy poco y que va con una única mujer, y además rubia, se siente todavía mejor. Incluso las chupas de cuero le quedan impecablemente en ese desaliño espontáneo: parece un escritor feliz salido de una película de serie B o de un retrato anacrónico de Rembrandt.
Antes quedé a fumar un Chesterfield con José Giménez Corbatón. Apuramos café y cerveza y casi una hora de cháchara. Le llevé algunos libros: es un lector meticuloso que repasa la prosa ajena con el mismo mimo que si fuera la suya, y además redacta sus notas de lectura en unos cuadernos de 32 páginas que son un regalo de amanuense para sus tres hijos. Dentro de unos días se va a Burdeos y luego a Italia. Pero ya deja los deberes hechos: ha terminado una novela sobre el escritor Petrus Borel en el París del siglo XIX y está a punto de reeditar El fragor del agua: ha corregido, ha purificado y ha recuperado algunos términos digamos regionales. Chusé Aragüés, de Prames, ha mostrado un gran interés en el libro. Es conocida la devoción absoluta del editor por tres excelentes libros: La lluvia amarilla de Llamazares, Camino de sirga, y esta colección de relatos de José. El libro se presentará en Ámbito de El Corte Inglés el catorce de abril, nada menos.
También vino a verme Ana Alcolea, que tiene dos libros nuevos, dos libros en busca de editor. Uno que es una novela que sigue la huella de El medallón perdido y El retrato de Carlota, pero ahora la historia sucede en Noruega y hay una intriga de nazis. Ana me trae dos discos de la intérprete cántabra Inés Fonseca, uno de ellos dedicado por completo al poeta José Hierro, que le regaló una colección de dibujos y acuarelas para el cedé.
También recibo llamadas de Pepe Bofarull, que ilustra esta semana Artes & Letras en las próximas lo harán, entre otros, Concha Silván y Tinaja - con un monotipo lleno de color y de fuerza, y otra de Joaquín Coll y de Kati Garbía-Bragado Acín, que participarán hoy, con Emilio Casanova, en el programa que vamos a dedicarle a La línea sentida sobre Ramón Acín. Esa emisión la completan Virginia Baig y Teresa Ramón, que hablarán de La mirada y el agua. Será como se ve un programa totalmente oscense. Hoy El Paseo emite una entrevista con Javier Sebastián, que acaba de publicar en Espasa Veinte semanas, otra con José Antonio Román Ledo, sobre su libro de Julio Alejandro, y dos reportajes sobre Cuaderno de viaje y la exposición de Pascual Blanco en Sástago.
Estoy muy cansado pero por si alguno aún frecuenta este blog me gustaría decir que al volver del Babel, hacia la una y media, salí a pasear a mi perra. Me puse la caperuza en la cabeza y adopté una apariencia de monje. Me creía tanto mi papel que pensé incluso en David Caspar Fiedrich: me creí un pensador en calma, un merodeador de la hermosa noche. Llevaba entre las manos dos libros. Leyendas del Cáucaso y de la Estepa, recopiladas por Alejandro Dumas y publicadas por Siruela, y una monografía sobre la rehabilitación del Óvalo y la escalinata neomudéjar de Teruel. Las fotos de Andrés Ferrer y Antonio Ceruelo son magníficas, conmovedoras, reinventan un nuevo Teruel, un nuevo mudéjar cotidiano y casi a ras de suelo, y dan brillo y belleza no usada al gran proyecto de David Chipperfield (Londres, 1953). El libro es estupendo y Teruel parece una capital europea; no hay más que mirar las fotos de las páginas 86 y 87, pero las de la 88 y 89 son una pura maravilla, una pura maravilla en medio de este manual de la hermosura, de luz que carga con la luna y la exhibe. Hay mucho que ver, pero antes de ir a dormir, a las 3.04 de la madrugada, me detengo en la página 83: es minarete que se eleva delicadamente ante el precipicio, con un cielo de ceniza al fondo, y se espejea en el suelo mojado ¿Cómo no iba a amarse y a morir aquí Diego e Isabel, Isabel y Diego, nuestros amantes de la memoria arrebatada?
Al final no os he contado lo que quería deciros: la perra avanzó y avanzó y se fue hacia la plaza. Allí la encontré, bajo la palma, triscando con las adelfas o copiándose en la fría agua del surtidor. La plaza era ideal, solitaria y luminosa, un faro en el llano para la gran iglesia de Ricardo Magdalena. Fueron unos minutos de una gran intensidad, de confusión con la belleza. Cuando me dirigía hacia el frontón levanté los ojos, había alguien recenando y en la pared, en un póster, había dos hombres que se acariciaban en la pared e improvisaban un coito. Y esto, aunque pudiera parecerlo (lo más fantástico siempre es lo real), no es una invención ni un delirio Viniendo hacia casa, me quedó una duda: ¿no eran en realidad dos tíos en un tándem de bicicleta?
Antes quedé a fumar un Chesterfield con José Giménez Corbatón. Apuramos café y cerveza y casi una hora de cháchara. Le llevé algunos libros: es un lector meticuloso que repasa la prosa ajena con el mismo mimo que si fuera la suya, y además redacta sus notas de lectura en unos cuadernos de 32 páginas que son un regalo de amanuense para sus tres hijos. Dentro de unos días se va a Burdeos y luego a Italia. Pero ya deja los deberes hechos: ha terminado una novela sobre el escritor Petrus Borel en el París del siglo XIX y está a punto de reeditar El fragor del agua: ha corregido, ha purificado y ha recuperado algunos términos digamos regionales. Chusé Aragüés, de Prames, ha mostrado un gran interés en el libro. Es conocida la devoción absoluta del editor por tres excelentes libros: La lluvia amarilla de Llamazares, Camino de sirga, y esta colección de relatos de José. El libro se presentará en Ámbito de El Corte Inglés el catorce de abril, nada menos.
También vino a verme Ana Alcolea, que tiene dos libros nuevos, dos libros en busca de editor. Uno que es una novela que sigue la huella de El medallón perdido y El retrato de Carlota, pero ahora la historia sucede en Noruega y hay una intriga de nazis. Ana me trae dos discos de la intérprete cántabra Inés Fonseca, uno de ellos dedicado por completo al poeta José Hierro, que le regaló una colección de dibujos y acuarelas para el cedé.
También recibo llamadas de Pepe Bofarull, que ilustra esta semana Artes & Letras en las próximas lo harán, entre otros, Concha Silván y Tinaja - con un monotipo lleno de color y de fuerza, y otra de Joaquín Coll y de Kati Garbía-Bragado Acín, que participarán hoy, con Emilio Casanova, en el programa que vamos a dedicarle a La línea sentida sobre Ramón Acín. Esa emisión la completan Virginia Baig y Teresa Ramón, que hablarán de La mirada y el agua. Será como se ve un programa totalmente oscense. Hoy El Paseo emite una entrevista con Javier Sebastián, que acaba de publicar en Espasa Veinte semanas, otra con José Antonio Román Ledo, sobre su libro de Julio Alejandro, y dos reportajes sobre Cuaderno de viaje y la exposición de Pascual Blanco en Sástago.
Estoy muy cansado pero por si alguno aún frecuenta este blog me gustaría decir que al volver del Babel, hacia la una y media, salí a pasear a mi perra. Me puse la caperuza en la cabeza y adopté una apariencia de monje. Me creía tanto mi papel que pensé incluso en David Caspar Fiedrich: me creí un pensador en calma, un merodeador de la hermosa noche. Llevaba entre las manos dos libros. Leyendas del Cáucaso y de la Estepa, recopiladas por Alejandro Dumas y publicadas por Siruela, y una monografía sobre la rehabilitación del Óvalo y la escalinata neomudéjar de Teruel. Las fotos de Andrés Ferrer y Antonio Ceruelo son magníficas, conmovedoras, reinventan un nuevo Teruel, un nuevo mudéjar cotidiano y casi a ras de suelo, y dan brillo y belleza no usada al gran proyecto de David Chipperfield (Londres, 1953). El libro es estupendo y Teruel parece una capital europea; no hay más que mirar las fotos de las páginas 86 y 87, pero las de la 88 y 89 son una pura maravilla, una pura maravilla en medio de este manual de la hermosura, de luz que carga con la luna y la exhibe. Hay mucho que ver, pero antes de ir a dormir, a las 3.04 de la madrugada, me detengo en la página 83: es minarete que se eleva delicadamente ante el precipicio, con un cielo de ceniza al fondo, y se espejea en el suelo mojado ¿Cómo no iba a amarse y a morir aquí Diego e Isabel, Isabel y Diego, nuestros amantes de la memoria arrebatada?
Al final no os he contado lo que quería deciros: la perra avanzó y avanzó y se fue hacia la plaza. Allí la encontré, bajo la palma, triscando con las adelfas o copiándose en la fría agua del surtidor. La plaza era ideal, solitaria y luminosa, un faro en el llano para la gran iglesia de Ricardo Magdalena. Fueron unos minutos de una gran intensidad, de confusión con la belleza. Cuando me dirigía hacia el frontón levanté los ojos, había alguien recenando y en la pared, en un póster, había dos hombres que se acariciaban en la pared e improvisaban un coito. Y esto, aunque pudiera parecerlo (lo más fantástico siempre es lo real), no es una invención ni un delirio Viniendo hacia casa, me quedó una duda: ¿no eran en realidad dos tíos en un tándem de bicicleta?
8 comentarios
Raquel -
m ; )I -
rojinegro -
¡Qué la puerta del matadero es Montemolín, no Las Fuentes!
Hasta el propio "exgordo" te lo puede confirmar.
Por cierto ¿Cómo va por Aberdeen? Ya has encontrado un bar donde ver los partidos del Zaragoza.
Muchos besos.
exgordo -
A Pepe -
pepe cerda -
Javier -
Y mi enhorabuena, Antón, por el ritmo que ha vuelto a coger este blog.
Un fuerte abrazo
Cide -
Felix, al que no sé admirar como escritor, pero del que no puedo dejar de leer sus artículos de domingo en el Heraldo, es todo un personaje en Las Fuentes. Su peculiar forma de vestir, de andar, de sentarse en los bares,... Para mí, una foto representativa de Las Fuentes sería la puerta del Matadero con Felix Romeo andando por delante, o la fachada de Galerías Primero en su calle, con su barba observando el mundo desde la otra acera. Si ahora está delgado puede que tenga que buscar otros encuadres más apropiados.