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Antón Castro

LAS CASTAÑAS Y MI PADRE: SIEMPRE EN GALICIA

He vuelto a Galicia, a Arteixo. En la autopista, me confundí, seguí en dirección hacia Bilbao, eludí por puro azar un monumental atasco y realicé casi una aventura inolvidable por un montón de carreteras secundarias, frente a un cielo espacioso, a orillas de grandes campos verdes y de árbolos despojados de hojas. Habían anunciado una lluvia pertinaz, que no apareció hasta la noche. En El Bierzo paramos un momento y compramos dulce de membrillo y magdalenas de castaña; la castaña es uno de los sabores de mi niñez. Entrar en Galicia supone como desandar los senderos ocultos de la memoria, pegarte a un universo de sensaciones que se agolpan de inmediato y de se deshacen en el viento y en el cerebro. A miña nai dos dous mares. He venido sólo para dos días, para ver a mis hermanos, y a mis padres. Benito do Touciñeiro cumple 80 años, y esta mañana, además de ofrecerme todos sus trajes, sus chupas de cuero, hasta sus camisas de franela, me ha dicho: "No te vayas de casa con esos zapatos. Déjame que yo te los limpie. No dés que hablar al mundo".

Mi padre no ha cambiado ni un ápice. Cuando se pone terco, es invencible. Y más ahora que tiene una creciente sordera.

En Galicia, claro, hemos visto el mar desde la cala de San Roque con vistas hacia Riazor, la "Casa de los Peces" y la torre de Hércules. El periódico de ayer, creo que era "La Opinión", ´decía que tiene un fantasma que se llama "Dolores".

Desde otro mar, hablo con Pepe Melero, que está en Salou, ese lugar del mundo donde yo nunca he estado.

1 comentario

Cide -

Pues Salou debe ser el único barrio de Zaragoza que no conoces.