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Antón Castro

BRIGITTE BARDOT Y BORAU

Ese maestro vespertino que es Joaquín Aranda me invita a salir al pasillo. Y me cuenta cosas. La ventana siempre está abierta a un tragaluz umbrío con algún tendedores y calefactores. O lo que sea. Se pone a contar y dice: “Llevo aquí desde que le dieron el Premio Nobel a Saint-John Perse. Recuerdo que tenía en casa casi todos sus libros. Escribí un artículo y lo remití a ‘Heraldo’. Me lo publicaron y, además, me llamó don Antonio Bruned para que les siguiese enviando cosas. Y así lo hice hasta que me contrataron”. Le pregunté si era el alumno aventajado o aplicado del futuro cineasta, y me respondió con una anécdota más valiosa: “José Luis Borau era un genio. Increíble. No toleraré que nadie ponga en cuestión su infinita bondad. Tenías que verlo pasear por el bulevar del Paseo, alto, delgadísimo, con sus libros bajo el brazo. Fue un tiempo crítico de cine en el periódico. Entonces, no había correo electrónico ni todas esas zarandajas, y yo creo que venía aquí a redactar sus textos. Era un sabio lleno de bondad. No toleraré que nadie ponga en cuestión su infinita bondad. Un día me enseñó una foto vestido de soldado. Y otro día, recién llegado de Cannes, nos dijo: ‘Acabo de ver allí a una mujer maravillosa y rubia que deslumbraba a todo el mundo. Era fantástica y joven, pura belleza’. Se trataba de Brigitte Bardot”. Yo, con incalculada petulancia, le dije a Joaquín: “¿Ya había trabajado con Roger Vadim?”. “No, no, creo no. Andaba por allí con las tetas al aire para que todos se fijasen en ella y para hacerse famosa”. Magistral respuesta.

1 comentario

Cide -

BB era una de esas que ya no hay. Es Jennifer Aniston o Julia Roberts la guapa oficial de esta época. ¿Eso es ahora el glamour? ¡Vamos, hombre!

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De Borau nada se puede decir en su contra. Un genio.