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Antón Castro

ARTE E INGENIO DE ANA BENDICHO, DISEÑADORA

Ana Bendicho tuvo una infancia de trenes en Teruel. Su abuelo materno trabajaba en la Renfe y era conocido como José “el del farol”. Y su padre era verificador de tasas. Ella, que haría cientos de viajes con el “kilométrico” en el bolsillo, odiaba el automotor. Sin embargo, hallaba solaz y alegría tanto en Vilafeliche como en Burbáguena, donde pasaba los veranos. Allí, su abuelo materno, Abel, tenía una granja con huerto y una manada de animales que excitaba la imaginación de cualquier niña. Había gallinas, conejos, patos, caballos, en los que rara vez montaba sola, e incluso un viejo molino en el que trabajaba su familia. Ana tenía un particular sentido del espectáculo: pegaba carteles en el pueblo y se iba con su hermano a organizar recitales con baile al molino. Él tocaba la guitarra, “canciones protesta, muchas cosas de Serrat y algo de jotas”, y ella bailaba ante “la chiquillada”. Antes, había marcado sobre el suelo el movimiento, que ejecutaba casi al milímetro. Su hermana pequeña lloraba en un rincón.

En Teruel, vivía en la plaza del Torio. “Me parecía enorme, pero luego he tenido la sensación de que se encoge”. Los recuerdos de la ciudad se resumen en varios sustantivos: frío, nieve o toro de fuego. “De noche, vivíamos aquella fiesta como un auténtico espectáculo. Íbamos a verlo con el bocadillo. En casa tuvimos una de las primeras televisiones de Teruel; incluso la gente de los bares subía a nuestra casa a ver los partidos de fútbol”. Con poco más de seis años, Ana se trasladó a Zaragoza. Realizó sus estudios en el Instituto Pignatelli, donde tuvo como profesor a José Antonio Labordeta. “Íbamos a sus recitales y mítines a llevarle flores”. En Delicias, Ana tenía una tía que tenía un taller de corte y confección. Allá se iba a realizar patrones y coser. Dicen que tenía una buena mano. Además, comenzó a pintar y decoró bares como “El desastre”, “La enagua” o “La caña sutra”. Más tarde, se matriculó en la Escuela de Artes en Diseño Industrial, donde permaneció tres años en un curso experimental. Allí diseñó un mobiliario y un prototipo de coche de carreras, y aprendió lo justo para saber que lo que quería hacer en el mundo era diseño industrial. Sus cualidades no pasaron inadvertidas en la ciudad: Joaquín Carbó la seleccionó para trabajar en su estudio y le encargó la decoración de algunos bares como “Los baños”, “Perfidia” o las tiendas de cosmética de Ferrero. Siempre recordará el día que la dejaron sola en un solar derribado, del caso viejo, ante una destartalada panadería, para que plantease sus ideas de renovación. “Carbó me dio mucha responsabilidad y me permitió trabajar en buenos proyectos. Creía entonces que este era un oficio sin retorno. Aprendí mucho de instalaciones comerciales y de diseño de muebles de madera y de aluminio”.

En 1990, el Gobierno de Aragón creó las becas de diseño y ella recibió una que le iba a permitir estudiar en Bilbao y París, y regresar a culminar ese aprendizaje con empresas aragonesas. El amor, como un relámpago, asomó a su vida: conoció al pintor Pepe Cerdá y éste resumió los términos del flechazo así: “¿Dónde te habías metido todo este tiempo?”. El paso por Bilbao fue fugaz: fue como una estación intermedia de conocimiento y de entusiasmo camino de Francia, “allí, en diseño industrial, nos llevan varios cuerpos de diferencia”. Llegó a París con un “book” nada desdeñable: había desarrollado con sus maquetas un triturador de pan, juguetes y una lámpara. París era una auténtica fiesta de la invención y de la tecnología. Y a ese derroche de la ciencia y de la creatividad se entregó Ana. Estudió en el ENSAD y conoció a primeras figuras de la profesión como Roger Tallon (inventor del Tren de Alta Velocidad y del Concord: “era como un hombre mayor y encantador, como Jack Lemon, que expuso su trabajo en el Pompidou”), a Michel Millot (que fue determinante por sus enseñanzas y por su trabajo sobre “El análisis de uso de los productos”) y Philip Stark, que lo mismo hacía televisiones que exprimidores de naranjas con patas. “Las claves del diseño industrial son el uso y la creatividad. Se trata de mejorar la vida de la gente, no de crear objetos. Una pieza debe cumplir su función y seducir. El resultado final siempre está condicionado por la tecnología de las empresas”. Aquella estancia contó con otro instante esencial: colaboró con Renault, empresa para la cual diseñó el prototipo de un coche, un 4 x 4, que le reportó un premio europeo: el “Janus”.

Retornó a Zaragoza siendo otra. Deslumbrada por los franceses y ratificada íntimamente por su experiencia. Se incorporó al proyecto de la Universiada de Jaca, para la cual concibió pebeteros y antorchas; se integró en Hispano Carrocera, donde hizo un sapicadero de automóvil y un autobús urbano, y finalmente colaboró con Balay, para la cual diseñó una lavadora y una cocina. Su beca era de ida y vuelta. Fundó su primera empresa con un equipo de amigos, Activa, y en 1998 creó su actual estudio, Novo, en el que trabajan Patricia, Alfonso y Enrique. Opera en proyectos de toda índole: envases de cosmética, cepillos de dientes, camas de forja, y además diseña cubos y mochilas para los Simpson, colabora con Warner, Action Man o Ching Chang. Y ha fundado, con empresas alemanas, finlandesas, francesas e inglesas, un Grupo Europeo de Diseño. “Me encanta recibir a diseñadores. Traen ideas frescas, son generosos, abiertos, les gusta la ciudad. Los meto en proyectos que no existen, de despacho, y les invito a acabarlos”. Ana Bendicho es perfeccionista, defiende el gran momento que vive el diseño en Aragón, y se declara partidaria de la belleza, la elegancia y la contención. “Me gusta mucho la pureza de las cosas. Parto de lo que se necesita e intento darle un toque de belleza pero siempre sin barroquismo. No me gustan los elementos gratuitos, son como faltas de ortografía”. Sostiene Ana que los “aragoneses somos muy creativos”, y ella es una de las pruebas: cuida al máximo sus presentaciones. Ante un proyecto, lo lleva oculto, hace dibujos, muestra sus impresiones en 3D, explica todos sus extremos y, por fin, abre la caja: una maqueta depurada y bella asoma como el desenlace de un cuento de diseño.

*El pasado viernes, Ana Bendicho convocó a diseñadores, artistas, amigos y ciudadanos y dio una fiesta en torno a la creación y al diseño. Hallo en el fondo de armario este texto y lo coloco en mi blog a modo de homenaje a esta espléndida mujer que no teme a las tempestades.

6 comentarios

Aurora Bendicho López -

Soy cubana y el apellido Bendicho, en Cuba era único de nuestra familia acentadas en Guantánamo y Camagüey. Mi hija Milena Hernández Bendicho siempre gustó del diseño y pensabamos que su vocacion era por parte de padre. Aunque no estemos emparentadas directemente ya puedo decir que hay artistas com nuestro apellido, y muy buena porque tiene una hermosa trayectoria. Felicidades!!!!

Ilu -

Ana, soy Ilu, amiga y compañera de trabajo de tu hermano Jesús. Nos conocemos de un dia que estuve con é en tu estudio, y de una obra de Jaime Ocaña en la que coincidimos.
Te aplaudo, vi hoy en el Heraldo tu entrevista. No veas la envidia que me das! Alguien que trabaja en lo que le gusta es una de las mejores cosas que te puden pasar.
Animo jabata!

Ana -

Hola, me llamo Ana Bendicho y no soy la diseñadora, aunque me ha encantado encontrar a alguien que se llame como yo, soy de Valencia.

ab -

Gracias Antón.
Soy una mujer afortunada por tener amigos que creen en mí y hacen que todo esto sea posible.
Además creo que tengo la gran suerte de vivir en una ciudad en la que cada vez empieza a salir de la sombra más gente con ganas de hacer cosas.
Mil besos y gracias Antón.

Aloma -

Viva!!

DANES -

VIVA ANA BENDICHO!