LA LUMINOSA OSCURIDAD DEL CINE
El fotógrafo Manuel Martín Mormeneo llegó a Zaragoza en el otoño de 1978. Hasta entonces sólo había conocido dos cines: el cine Real de Arteixo, donde hizo su primera foto, en concreto a una actriz Inma de Santis, que presentó allí la película Entre dos amores (1972), en la que participaba con Manolo Escobar e Irán Eory; y el cine Equitativa, a orillas de la bahía de Riazor, que fue la sala donde se aficionó a las películas de Buñuel y Visconti y empezó a amar con locura a Romy Schneider. Ya aquí, conoció otros establecimientos como los multicines Buñuel, a cuyas matinales acudió durante tres años ininterrumpidamente, sin importarle repetir una o dos películas a la semana, como le sucedió con El matrimonio de Maria Braun de Fassbinder, embrujado por la belleza de Hanna Schygulla; el Elíseos, que siempre le pareció el cine más elegante de la ciudad; el Dorado, el Cervantes, el Argensola o el Rialto. Muchos de ellos han ido desapareciendo, como desaparecen estos días el Aragón y el Goya. Ha seguido su trayectoria en los libros de Amparo Martínez y de Agustín Sánchez Vidal, cuyo El siglo de la luz es su volumen preferido del cine en Zaragoza. Para Martín Mormeneo, que fotografió semidesnuda a Uma Thurman en Belchite, el cine es un refugio y una puerta al viaje: ese lugar sagrado y mágico donde la tiniebla se convierte en un paraíso de sueños, en la oscuridad ideal para enamorarse y para atisbar la luz de terciopelo de unos ojos inolvidables. En su inventario de películas y salas, anotó tras la infausta noticia en su diario Memoria personal de espectador: Jamás olvidaré que en sus salas fui feliz.
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