ENTREVISTA CON LA ARTISTA MAPI RIVERA
-He nacido en Huesca en 1976 así empieza esta charla Mapi Rivera-. Desde pequeña me interesa el arte. He sido como un poco recogida, ensimismada, muy de estar conmigo, no sé por qué, pero fue así, y ya entonces dibujaba, escribía poemas.
-Vamos, que ya quería ser artista en Huesca...
-Empecé a dibujar, más en serio, cuando fui a la Facultad a Barcelona, respiraba un aire y una libertad nuevos, y daba rienda suelta a lo que había en mi interior... Aunque no siempre fue así. Al principio iba a pintar o a dibujar con uno o varios profesores, y siempre me decían lo que tenía que hacer. Te asignaban como una pegatina para que la reprodujeses, y yo ahí no me sentía demasiado cómoda...
-¿Y cuándo empezó a sentirse cómoda?
-Cuando me dieron esa libertad, esa posibilidad de hacer lo que sientes, y de enfrentarte al vacío, sin pauta, como si te dijesen: Haz lo que quieras. Lo verdadero surge de adentro...
-¿Con qué disciplinas trabajaba entonces, no hace demasiado tiempo tampoco?
-Con todas las técnicas o disciplinas posibles: la fotografía, la poesía, el dibujo, que es más inmediato. En realidad, la poesía y el dibujo son muy cercanos, los siento y los vuelco en una libertad, en un cuaderno de artista, susceptible de continuas modificaciones. Yo, ante todo, me siento artista y cada disciplina es sólo un medio.
-Sin embargo, usted es más conocida por sus fotografías o instalaciones...
-La fotografía exige más preparación, requiere planificación. Pero en realidad, en arte yo hablo de lo que conozco, hablo de mis experiencias, que pasan por mi cuerpo, de ahí que use tanto el cuerpo en mi obra, con ropajes que yo misma coso y descoso, o completamente desnuda.
-Al principio, era usted quien hacía las fotos. Ahora es el centro de las fotos y no puede decirse que sean autorretratos en un sentido estricto.
-Es cierto. Hace algún tiempo, en 1999, expuse en la Comunidad de Madrid en una muestra de fotografía colectiva Dime que me quieres, que eran obras que yo había hecho en 1997. Al principio yo hacía las fotos y mi hermana posaba para mí, era un modelo muy cercano y muy cómplice, y luego también conté otra amiga. Pero he encontrado a un fotógrafo creativo, muy sensible y con una mirada especial, que conoce muy bien mi trabajo y es él, Ramón Casanova, quien me hace las fotos.
-Entonces, ¿cómo podemos definir su trabajo: esas tomas que parecen de bailarina, de musa, o formas de body art?
-No, de body art creo que no. Yo definiría mi trabajo como acciones experimentales o como una acción de experiencia. Lo que yo quiero es transmitir una experiencia vivida para que permanezca viva en la foto.
-¿Cómo explica sus movimientos, cuál es la simbología que hay detrás?
-Le explico, por ejemplo, dos posturas o movimientos: el de apertura, vinculado a una idea solar, o de ascendencia, emparentado con una idea de elevación o de aspiración a la pureza.
-¿Cómo se explica esa presencia constante de la burbuja que acompaña una buena parte de las fotos?
-La burbuja alude a la pureza y a la transparencia. Voy un poco hacia atrás: desde hace algún tiempo empecé a hacer vestidos porque para mí eran la metáfora de mis transformaciones exteriores, algo así como si mi corazón fuera cambiando. Así surgieron series como Pieles de paso, compuesta por 8 vestidos o velos de distintos colores, o Descoser, que eran vestidos de seda, con hilos de ligaduras a modo de telas de araña que yo voy descosiendo, y finalmente llego a la desnudez, a esa piel última ya que no puedo quitar, la piel que permanece en una especie de paz y de conquista de mi propio ser. Entonces aparecieron las burbujas, que encarnan la pureza, la desnudez, la belleza, una forma pura y esencial que es agua y aire, como la respiración misma.
-En la muestra Ilaluzes que exhibió en el Museo Pablo Serrano, se insistía mucho en el contenido filosófico y místico de su propuesta...
-Me interesa, claro. Yo busco siempre en mi interior y mi inspiración nace más que del arte, de las exposiciones, de mis lecturas poéticas. Me gustan mucho los textos de mística sufí, taoístas o cristianos, Rumí, Ibn Arabí o Hildegarda de Bingen se encuentran entre mis favoritos, y al leer El libro del Tao o La flor de oro, por poner dos ejemplos, encuentro preocupaciones y matices que están en mí misma.
-Una palabra clave en su obra, sobre todo en los poemas que incluye en el catálogo del Pablo Serrano, es amor...
-A través del amor tengo la sensación de que uno alcanza el sentido de la vida. Es una fuerza esencial. Entiendo que se puede pasar la vida de muchas maneras, pero siempre he tenido la sensación de que a lo largo de los años había una luz en el centro de mi anterior, oculta, es como una semilla latente que es otra forma de decir la palabra amor...
-La luz es otra constante en su obra y en sus textos...
-La luz y el amor estaban ahí, incluso en la niñez, pero en ocasiones parecen velarse o despistarse. Y en los últimos años, y en aquella muestra en concreto, y la luz es, de ahí lo de ylaluzes, he trabajado para desvelar esos sentimientos. Mi obra aspira a la esencialidad, a la identidad, a la idea de ser con ese amor y esa luz. Trato de quitarme ropas que me he puesto, que he dejado de ponerme o que otros me han puesto... De ahí, también, esa abundancia de términos como coser y descoser, velos, mudarse...
-Tanto Marisa Cancela como Núria Gual le buscaban referencias o antecedentes en la obra de Louise Bourgeois o Ana Mendieta, entre otras...
-Louise Bourgeois me interesa mucho, es una mujer muy sensible y radical, aunque ella trabaja más hacia el pasado y la memoria. Yo intento enfocar mi obra hacia un presente vivo. Y con Ana Mendieta sí me siento muy afín porque la manera de crear es muy similar. Yo vivo y visiono lo que soy en los dibujos o en los gestos que hago para que me tomen una foto. Además, ella hace unos maravillosos cuadernos de artista y experimenta también con su cuerpo.
-¿Siente pudor al verse tan expuesta ante los otros?
-En absoluto. He elegido esta opción. Existe un distanciamiento y yo trato de mostrar un proceso de trabajo ajeno al exhibicionismo. No pretendo cautivar a nadie. Lo que más me interesa es comunicar. Transmitir sentimientos muy verdaderos.
-Su consideración crece día a día: ha ganado premios, le llaman para hacer obras, ha estado en Arco, tiene piezas en la Comunidad de Madrid o en el Ayuntamiento de Huesca, la seleccionan casi siempre para nuevos proyectos, le han dado ahora la Beca Ramón Acín, la invitan a exponer en Colonia. ¿Cómo lo consigue?
-No lo sé muy bien. Creo que soy muy afortunada. Me han ayudado mucho desde el Instituto Aragonés de la Mujer o desde la Dirección General de Juventud y también desde Cultura del Gobierno de Aragón, pero lo cierto es que no soy buena en las relaciones públicas. Aragón me trata muy bien, aunque ya llevo nueve años viviendo en Barcelona, y eso lo agradezco profundamente.
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