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Antón Castro

EL REGRESO DE ZEIKA VIÑUALES

EL REGRESO DE ZEIKA VIÑUALES

El Centro Pignatelli es, desde hace años, la casa de la palabra, ese espacio donde se han tejido utopías, donde se ha soñado el futuro, donde abre a diario el abanico de un sendero interminable hacia la paz. Mucha gente se había concentrado para asistir a la presentación del libro “Encuentro en el espejo”, del que hablé ayer. En la segunda tanda de intervenciones, Javier Escartín presentó a algunos de los entrevistados, y empezó por Zeika Viñuales, que acababa de llegar de Toulouse. Es una farmacéutica, de origen aragonés, aunque nacida por casualidad en Barcelona, que no ha podido olvidarse de su condición de aragonesa: es hija del pedagogo Evaristo Viñuales y de Lorenza Sarsa, le robaron su nombre, Zeika, de origen griego, cosa que aún le duele, porque en Francia ya se lo han reconocido, pero aquí todavía no, la Constitución de 1978 todavía no se lo ha reconocido.

Sobre eso versó su disertación, su crítica a la democracia española, a que le pidió que reconozca su verdadera identidad y que restablezca, de una vez para siempre, la memoria de gentes como Pilar Ponzán, Paco Ponzán, Ramón Acín, su propio padre, o Amparo Poch, muy amiga de su madre, con la que bordaban muchas veces juntas, y de otros exiliados. Zeika Viñuales (que fue atrapada por la GESTAPO con su madre) comenzó su intervención de una manera maravillosamente efectista: colocó una bandera republicana sobre la mesa y cerró su intervención con un “Viva la República”, que aplaudió y coreó mucha gente. Una de las cosas más bellas que le pasaron anoche fue que una familiar de su padre le trajo una carta de éste para su madre, una carta que nunca llegó a su destino, cursada ya en el convulso abril de 1936 cuando Evaristo Viñuales abandonó el Altoaragón para instalarse en Barcelona. Era una carta de amor y confidencia, entregada en un sobre amarillo y en letra azul de máquina de escribir, de hace casi 70 año, antes de que ella naciese. Evaristo Viñuales se suicidó en Alicante en 1939 antes de que lo atrapasen las tropas de Franco. El testimonio de Zeika Viñuales, en el libro que han coordinado Manuel Pinos –que tiene una increíble biografía de niño en Almería, entre los actores del spaghetti western, y de niño minero en Utrillas- y Javier Escartín, es realmente estremecedor. Recuerda que Pilar Ponzán, que nunca tuvo hijos, la adoptó como hija, igual que a Arturo Saura; y que tuvo muchos “papás”, tras la muerte en España de su padre Evaristo Viñuales, entre ellos el inolvidable Felipe Álaiz. Es realmente bella la relación que se establece entre la mujer que borda pañuelos para todo el pueblo, su madre, y ella, y hay otra imagen muy bonita y evocadora: avanzan las dos en una modesta bicicleta por las calzadas del exilio.

 

 

 

*Casa de Paco Ponzán en Toulouse (rue Limayrac 42, esquina con la Rue du Beau Soleil). Fotografía: Alberto Pisa Allué. Esta fotografía aparece en las páginas de Víctor Juan Borroy 

 

 

 

 

3 comentarios

J. -

Un buen día para esa placa podría ser el 14 de abril.

Benquerido anónimo -

Le hablé ayer a esa mujer de un libro "La tarea de Penélope. Cien años de escuela pública en Aragón" y esta mañana, entre la función escolar de sus nietos, quería ir a comprarlo. En ese libro del que hablo también aparece tu amada Palmira Pla.

Ramón Acín, benquerido anónimo, es el hombre más querido de Aragón, de entre todos los muertos.

Cúidate. AC.

Anónimo -

Benquerido Antón:

En los momentos difíciles, Zeika era la única persona que hacía reía a Ponzán, la niña que le ayudaba a seguir viviendo. Como sabes, Paco Ponzán escribió en su testamento que quería ser enterrado en Huesca junto a su maestro, el profesor Ramón Acín y junto a su amigo Evaristo Viñuales.

Un día deberíamos colocar una placa -pequeña y sencilla- en la tumba de Ramón Acín, unas palabras que recordaran el amor y la amistad que unió a estos hombres. Gracias.