EVOCACIÓN DE GALDEANO CON MOTIVO DE UNA RETROSPECTIVA
Andrés Sánchez Sanz de Galdeano (Arcos de la Frontera, Cádiz, 1939) murió en su taller en 2004: el refugio de todos sus sueños y de sus pensamientos. Vivía prácticamente en él, ante sus cuadros, ante sus cerámicas. Su estudio era el centro del mundo, el laboratorio inicial de su heterodoxia y de su búsqueda constante de casi todo: de razones para vivir, de impulsos para crear. Artista de formación autodidacta, llegó a Zaragoza en 1959 y aquí descubrió, casi por casualidad, las posibilidades de la cerámica, que sería la disciplina a la que le dedicaría más horas, aunque jamás se olvidó de su condición de pintor y de dibujante. Teórico a su manera, conversador incansable en la atmósfera del bar casi siempre, que era otro de sus lugares predilectos, se inició esta actividad hacia 1964 y desde ella desplegó una actividad incesante. Visitó alfares españoles, recogió tierras (acabó inclinándose, para trabajos específicos, por la de Pereruela, en Zamora, y la San Juan de Mozarrifar) y aprendió el oficio de la manipulación de la arcilla.
A principios de los años 70, comenzó una etapa de cierto barroquismo, donde la forma y el color se unían en una obra abstracta, que ofrecía sugerentes texturas y un dinamismo constante. Aunque apenas pintaba, la pintura reaparecía una y otra vez en su cerámica, ya fuese en los murales que colocó en distintos lugares –desde la Editorial Hernando (en el que colaboró con Manuel Viola a mediados de los años 70) o en el edificio CAMPSA, ambos en Madrid, en la cafetería Gurrea o en la estación del Portillo, que fue destruido con la protesta consiguiente del artista- o en los cuadros de gres. Posteriormente, simplificó su producción y pasó por dos periodos muy diferentes: empleó dos colores, y luego un único color, el blanco. En algunos de sus trabajos rindió homenaje a mitos como el de Sísifo y a libros como “El principito” de Saint-Exupery o “La metamorfosis” de Kafka. Y más tarde, casi en los 80, abrazó una suerte de collage donde la cerámica dialogaba con otros elementos. En cierto modo, ya desde la pintura, en el año 1995, en la galería Odeón volvió a una serie de personajes que le obsesionaba: Unamuno, Torquemada, Albert Camus o Valle-Inclán, caracterizados por la gestualidad y por el uso de punzón sobre papel.
Confesaba entonces a los periódicos: “El arte no es una mercachiflería. Sin estética no se puede vivir y yo no estoy metido dentro de los tópicos. Bendita sea la belleza que ofrece la fealdad El infierno es bello”. Artista de su tiempo y fuera del mercado, solitario y bohemio, oculto y vehemente, su obra en gres puede verse en la sede central de la CAI, en varias casas, o en el banco Gredos. La historiadora Ana Isabel Zamora dijo de él: “Su proyecto es el arte del futuro, al que piensa llegar gracias a la ruptura de la ortodoxia, al empleo y amoroso conocimiento de esa técnica que parte de lo más auténtico y pudo de la Creación, tierra, agua, aire y fuego, unidas en una manipulación casi ritualista”.
*Andrés Galdeano es objeto de una retrospectiva en la galería Ruizanglada, que se inaugura esta tarde a las ocho.
11 comentarios
maria dolores sanchez -
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Javier Alarcón -
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