AL AMOR DE TERUEL O LAS BODAS DE ISABEL
Hace algunos años, antes de saber que iba a vivir más de una década en la provincia de Teruel, ya me había quedado fascinado con la leyenda de Diego e Isabel. Fue una lectura iniciática, como “Las penas del joven Werther” o “Romeo y Julieta”. No estoy seguro si el libro de Juan Eugenio Hartzenbusch era de Clásicos Ebro o ya de Juventud; recuerdo que entonces, para que mi madre no se percatase de mi dolorosa inclinación a la soledad, me iba a la Coruña y me encerraba en el jardín de San Carlos, ante la tumba de Sir John Moore, el héroe inglés que había combatido en Elvira en la Guerra de la Independencia y que había sido cantado por Rosalía de Castro. Imaginé aquella capital acariciada por el río, imaginé sus torres, sus campiñas, los escenarios de la conjura, de la esperanza, del plazo letal. Siempre pensé que ahí había un relato cotidiano y doméstico que había adquirido el valor de una metáfora universal. Como Píramo y Tisbe, Hero y Leandro, Calisto y Melibea. Como Abelardo y Heloísa. Como los enamorados de Montalbán: esa bellísima historia de pasión y locura que recuerda a la de los Amantes, al deambular en la noche agreste de lechuzas de Genoveva de Brabante y a los héroes de Shakespeare. He vivido tres veranos en Camarena de la Sierra: intentaba ver desde el Javalambre el lejano y glorioso Teruel, la provincia literaria del drama tras la gasa de niebla del cielo. Cuando a Raquel Esteban se le ocurrió hacer la gran fiesta medieval de “Las Bodas de Isabel” me pareció una idea preciosa: un modo de prolongar el imaginario y de fijar en el presente los latidos del tiempo. Teruel, esa provincia que existe también con su mudéjar, con su modernismo, con su remodelado Óvalo (el proyecto maravilloso de David Chipperfield que se exhibe estos días en el MOMA), recobra su identidad, la magia de lo íntimo que se alza por los aires como una paloma o un fuego fatuo. Puede que Teruel esté lejos de todos los sitios, pero en días como éstos percibimos que está en todas partes, muy adentro de la sangre y de la memoria, aquí mismo donde el corazón se vuelve amor, voz y mito.
9 comentarios
elmiradordetenerife -
a.c. -
Anónimo -
ja, ja...y ja. MAY
Víctor Rebullida -
En 1962 Raymond Rouleau hizo una película musical titulada \\\"Los Amantes de Teruel\\\" sobre el ballet de Theodorakis.
En este ballet aparece ya el tema que se haría celebérrimo en la voz de Gloria Lasso, \\\"Luna de Miel\\\".
En junio de 2002, la Orquesta Nacional de España dirigida por Pascual Osa interpretó la Suite de este ballet en Teruel y en Zaragoza.
Pienso que esta información puede resultar interesante o cuando menos curiosa. Conocí esta obra en ese concierto en Zaragoza y me picó la curiosidad por saber más acerca de ella y aquí está su historia.
Magda -
conozco es la historia de Isabel de Segura y Diego de Marcilla, que lástima. Veré si puedo conseguirla.
Estaba leyendo que en esta edición el tocado de Isabel en su boda era reproducción de una miniatura de Alfonso X el Sabio, que maravilla. Cuantos lugares me gustaría conocer, no acabaría, y Teruel transformada en villa medieval sería una de ellas.
Muchos saludos, Anton
jcuartero -
Anónimo -
¿Cuánto tiempo ha durado tu beso a las doce en punto?
¿A qué sabía? ¿Es verdad que en Teruel, al mediodía, se besa mejor?
rosa -
Cide -
Esto viene a cuento de que oí hace un tiempo a Luis Alegre quejarse porque la última película hecha sobre la historia de los Amantes es antiquísima.