LAS MEMORIAS DE PACO URIZ
“La memoria tiene voluntad propia, se acuerda de lo que quiere. Su selectividad es incontrolable y dispone a su antojo sus agujeros negros. Para redactar ‘Pasó lo que recuerdas’, he utilizado poca documentación, pero hubo un momento en que noté errores en otros libros de memorias y de recuerdos, Umbral, por ejemplo, decía que le habían dado el Nobel a Aleixandre porque era una manera de castigar al régimen de Franco, y el dictador ya llevaba dos años bajo tierra. Decidí que eso no iba a pasarme a mí. Hice una cronología de mi vida, aunque luego eso no aparece. Y recurrí a los seis o siete diarios que escribí para mi esposa Marina Torres durante mis viajes; había notas que ya no sabía bien a que se referían, pero estaban allí y me han hecho reír. Este es un libro que habla de política y de literatura”.
Francisco J. Uriz (Zaragoza, 1932) tiene una existencia rica en aventura, amistad y acontecimientos: licenciado en Derecho, militante del Partido Comunista, amigo personal y compañero de Olor Palme, “embajador” discreto de la poesía iberoamericana en Suecia, y traductor de más de 8.000 páginas de lírica nórdica, alrededor de 200 escritores (entre ellos, su adorado Günnar Ekeloff, el citado Lundkvist, Peter Weiss o Ingmar Bergman). En el Centro Pignatelli presentó sus memorias: “Pasó lo que se recuerda”, en compañía de muchos amigos como Jesús María Alemany, Eloy Fernández Clemente (director de la colección Biblioteca Aragonesa de Cultura, donde aparece el volumen), José Antonio Labordeta o Máximo Cajal, entre otros.
“El azar ha marcado mi vida. Es una de las pocas cosas que tengo claras. Por ejemplo, en la Universidad de Zaragoza había dos becas para alrededor de 700 u 800 alumnos, y a mí me dieron una sencillamente porque tenía pasaporte, algo que le debía al Ejército español que me había declarado ‘inútil total’. Y eso me permitió salir a Europa. En un campo de trabajo, descubrí a un grupo de italianos, me uní a ellos, y había una finlandesa a la que seguía a Finlandia. Y así conocí a John Donner, con el que establecí relación de inmediato. Él me dio las primeras ediciones que tuve de Neruda y me ayudó a conocer a Brecht”. Ese encadenamiento de causas y azares, que es la vida, conduce a su amigo Luis Lacasta, que le dijo: “Vente a Suecia”. Lacasta estaba haciendo un trabajo sobre Ingmar Bergman y se unió a él. Y más tarde, contactó con Artur Lundqvist, escritor y secretario de la Academia Sueca, con el “cual trabajé en una antología de la poesía latinoamericana: Huidobro, Borges, Vallejo… Y también hice una muy amplia sobre Pablo Neruda, al que conocí. Asistí a un recital suyo donde recitó el actor Max von Sydow.Cobró treinta euros (o el equivalente de entonces), ya era conocido en medio mundo, pero nos dio las gracias por el hecho de que nos hubiéramos acordado de él, de un actor”.
En su estancia en Suecia, que se prolongó alrededor de 40 años, Uriz conoció a la profesora y traductora María Torres. Y más tarde a García Márquez, Aleixandre, Neruda. “Neruda me mandó una carta muy curiosa y breve. Me decía: ‘Qué grande es la poesía de Artur. Sus traducciones, Uriz, son impresionantes, De todos los escritores, uno de los que más me impresionó por su humanidad fue Julio Cortázar. Siempre estaba pendiente de ti, casi sin que te dieses cuenta. Recuerdo su delicadez en Nicaragua, en caso de Sergio Ramírez, durante un cumpleaños de Gabo: siempre estaba ahí como un ángel protector. En uno de mis diarios tengo anotada una frase que me dijo Cortázar: ‘Oye, Paco, qué fantasía tienes’. Y no deja de resultarme chocante porque no recuerdo a qué se refería y él para mí era el dios de la imaginación y la fantasía”. El libro está lleno de anécdotas jugosas, de viajes, de otros personajes, entre los que destacan el primer ministro sueco Olof Palme, que duró 20 días, con quien viajó a Latinoamérica en 1984, y Fidel Castro, al que hubo de traducir para los suecos.
“En política me ha movido, sobre todo, la solidaridad, el ansia de una sociedad más justa y el afán de hacer algo en la lucha contra la dictadura de Franco y el apoyo solidario a las víctimas de otras; en literatura, la vocación de puente literario entre mis países, el de origen y el de acogida, me llevó a la traducción”, concluye el autor de “El rectángulo de hierba” y “Mi palacio de invierno”.
Estuve en la nueva casa de la avenida de Valencia de Uriz. Su cuarto de trabajo está lleno de estanterías hasta arriba, de cuadros y de las traducciones que ha hecho.Sabedor de mi pasión por las fotografías, me enseña algunas: dos espléndidas, de 1982, creo, que tiene con García Márquez; otra con Artur Lundqvist, nacida de un encontronazo con un periodista un poco mandón: el reportero indicaba "póngase así o asá", y Lundkvist acabó enfadándose hasta que Uriz empezó a contarle cosas, chistes, bromas, y al final el poeta y traductor se rió a mandíbula. Ésa es la foto. Como había varios libros de Günnar Ekeloff encima de la mesa, le pregunté por él. "Es mi poeta predilecto. Tiendes a admirar aquello que no harías nunca.Ekeloff es un poeta de la soledad y los sueños. De los sentimientos, de la soledad, es un 'outsider' de la sociedad. Era muy bebedor, pero tenía un maravilloso contacto con la vida".
*Una foto de Artur Lundqvist y Maria Wine en 1947, entre amigos. Lundqvist sería un gran amigo de Paco Uriz.
8 comentarios
A Maite de Mequinenza -
A enrique -
Maite -
Yo voy leyendo a tí y a Daniel
Besos
ENRIQUE -
A Chorche -
Enhorabuena y que todo salga muy bien.
Ya nos veremos
Chorche -
A.C. -
Anónimo -