ADIÓS A ALIDA VALLI: LLORA LA CÍTARA
Ha muerto Alida Valli, Alida Maria Laura von Altenburger, una de esas actrices endiabladamente guapas, que te seducen desde la pantalla por su belleza, su aparente desdén, su clase y, sobre todo, por una capacidad interpretativa incuestionable. Alida Valli es la actriz de “El tercer hombre” de Carol Reed, aquella que cruza la pantalla al final mientras suena la cítara de Antón Karas y la sigue, o la persigue desesperadamente, la mirada de Joseph Cotten, otro estupendo actor, dotado de refinamiento, clase, ternura y una insospechada capacidad para la maldad como veíamos en “La sombra de una duda” de Alfred Hitchcock.
Alida Valli, nacida en Pola, Istria, en 1921, en la antigua Yugoslavia, también le debe mucho al realizador británico porque la contrató para “El proceso Paradine” (1948), donde trabajaba con Gregory Peck e interpretaba a la viuda Magdalena Paradine, acusada de haber matado a su marido, un coronel. En la película también intervenían Charles Laughton, Ann Todd (creo que hacía de mujer de Peck, fascinado por Valli; irremediablemente fascinado por su inquietante misterio, por su aparente menosprecio, por su belleza casi fría, como de otro mundo), Louis Jourdan, etc. Y ese mismo también intervino en el citado “El tercer hombre”, cinta de la que se dijo que su rodaje había sido un completo desastre que había tenido que acabar Orson Welles.
Alida Valli, que empezó en el cine con catorce años, había tenido una valiosa carrera como actriz de comedias lacrimógenas, bastante conservadoras, dirigidas muchas de ellas por Mario Mattoli. De alguna manera, su fama está vinculada películas que simpatizaban con el fascismo, lo cual le valió cierto menosprecio del gran cine neorrealista. De ahí que las dos películas de finales de los años 40 tuviesen algo de recuperación; a partir de entonces trabajó con Luchino Visconti en “Senso” (1954), un drama histórico en el que encarnó a la condesa Livia y donde alcanzó otro momento extraordinario de interpretación: estaba realmente bella y seductora, con su porte de distinción y elegancia. Con Michelangelo Antonioni participó en “El grito” (1957), y luego apareció en “La estrategia de la araña” (1970), inspirada en el relato "El traidor y el héroe" de Borges, de Bernardo Bertolucci, que también contó con ella en “Novecento” (1977), con ella y con Francesca Bertini, y en “La Luna”, aquella película interpretada por Jill Clayburgh. En el fondo, hacía el mismo papel: siempre ocultaba como algo maléfico y turbador.
Alida Valli trabajó con un realizador aragonés como José María Forqué en la película “No es nada mamá, es sólo un juego” (1973), pero ésta es una película que no recuerdo haber visto. Realizó más de 120 películas y ha sido una de las grandes actrices del cine italiano, y decir eso en una filmografía que posee a Pola Negri, Francesca Bertini, Rosanna Podestá, Sophia Loren, Anna Magnani o Claudia Cardinale, entre otras muchas otras, es decir mucho. Quizá ninguna tuviese su refinamiento, su hipnótica beldad, su inclinación dramática, una vida interior amasada con valentía, ira, voluptuosidad y menosprecio por lo inmediato.
Alida Valli será para mí siempre la hermosa inalcanzable mujer que pasa ante Cotten mientras llora la cítara.
7 comentarios
Miguel -
Pedro -
A.C. -
gracias, Mario, por tu visita. Un abrazo.
Mario -
Sergio del Molino -
A.C. -
Un abrazo
Sergio del Molino -
PD: No lo vi, pero me ha contado un pajarito rubio que te marcaste un baile en el vídeo de la promo de \"Borradores\". Espero que ese vídeo empiece a circular por internet para deleite de todos los que nos lo perdimos.