UNA NOVELA EN MI ORDENADOR*
CAPÍTULO 1: EL HOMBRE DE CENTRIA
Aquella mañana estaba haciendo guardia en el muro. Era un día frío, pese al sol que iluminaba todo el Valle de Eccerian. Por aquel entonces yo era un simple soldado. En Handor el servicio militar era obligatorio desde hacía unos cincuenta años, cuando las guerras comenzaron a amenazar las fronteras. Todos los hombres entre los veinte y los cincuenta y cinco años formaban parte del ejército y recibían un salario por ello. Cuando se les llamaba debían responder. Yo era uno de esos soldados y la compañía en la que estaba incluido había sido reclamada para hacer guardia en la ciudad de Eccerian. A mí me había tocado vigilar el muro Norte, junto a muchos otros. Nuestra función no era ninguna en particular, pero no me desagradaba hacer guardia porque esta tarea me liberaba de mi otro trabajo.
Trabajaba en un taller de la Ciudad Baja como obrero en la confección de zapatos. Aunque este trabajo, junto con el salario de soldado me daba de comer, era extremadamente monótono y repetitivo.
Pero volvamos a la historia. Por aquel entonces yo era un joven miedoso. Tenía veintiocho años y lo último que quería era entrar en batalla. Había estado en varias y me habían horrorizado. La primera de ellas había sido seis años antes en el Castillo de Jordil, en la frontera Norte del reino de Handor. Ese fue mi primer destino. Era un lugar que había sido tomado por Córsar varias veces antes. Se trataba de una fortaleza levantada en la cima de una ladera, rodeada por un foso seco que más bien parecía una acequia. El muro tenía una altura que apenas superaba la de un hombre y la puerta consistía en una verja metálica, si bien cuando yo llegué estaba siendo sustituida por un portón de madera de roble. En la parte baja de la ladera había un gran bosque, el bosque de Filla donde teníamos exploradores escondidos. Vinieron diciendo que una tropa de trasgos se acercaba. Nosotros éramos pocos mas de trescientos y nuestras probabilidades de defender con éxito el castillo eran escasas. Yo cargué a pie junto a otros cien soldados ladera abajo y nos encontramos con los trasgos. Me enorgullece decir que yo, un soldado bisoño, mate a tres trasgos antes de que nuestro capitán ordenase la retirada. En la huida hacia el castillo sufrí un golpe. Un trasgo me golpeó con su maza en el brazo. Los hombres que habían quedado en el foso y en la fortaleza cubrieron nuestra huida. En el castillo me reconocieron el brazo. Se había dormido y temieron que pudiera perderlo, así que me montaron en un carro con una docena de heridos más y nos mandaron hacia el Sur. Luego me enteré de que el castillo había caído y los supervivientes, entre los que se encontraba mi amigo Aernos, se habían replegado hacia Arsenium.
En seis años el reino de Handor perdió todas las tierras entre el Castillo de Jordil y el río Arsen. Mi compañía volvió a entrar en batalla en esos seis años varias veces. Participamos en numerosos enfrentamientos en los alrededores del Arsen. Estuvimos allí en dos de las tres ocasiones en las que Dármedor reconquistó Arsenium. Luchamos cuando cayó la Barricada del Norte situada unos kilómetros al Sur del Castillo de Jordil. Siempre logré esquivar las heridas graves y llegué a adquirir una gran habilidad tanto con la lanza como con la espada.
*Tengo muy desatendido mi blog pero de vez en cuando hallo algunos textos ajenos. Este es de uno de mis hijos, creo que de Diego, 15 años, ya lleva alrededor 30 folios. Copio aquí el inicio... Es su segunda tentativa: hace algo más de un año redactó una novela que tenía más de un centenar de páginas. Ha perdido la ilusión en ella y la ha dejado vagando por ahí...
0 comentarios