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Antón Castro

CIRLOT Y LA LEYENDA DE PILAR BAYONA

CIRLOT Y LA LEYENDA DE PILAR BAYONA

 Juan Eduardo Cirlot (1916--1973) llegó a Zaragoza en 1940 para vestirse de caqui y hacer su segundo servicio militar. Eso era lo que se les imponía a los que habían peleado en el bando republicano. Acababa de interrumpir un diario de artista, y entonces soñaba con dedicarse a la composición musical, atraído por la música dodecafónica, aunque también mostraba un gran talento hacia la poesía. Le apasionaba el cine y conocía vagamente el surrealismo.          Zaragoza no era una fiesta exactamente. Un arquitecto y dibujante excepcional como Federico Comps había sido fusilado con apenas 20 años; José Luis González Bernal acababa de fallecer en París y, entre la inmensa nómina de represaliados, mucha gente recordaba los asesinatos en Huesca de Ramón Acín, su mujer Conchita Monrás y el ex--alcalde Manuel Sender, o las humillaciones mortales que recibió el biólogo y catedrático Francisco Aranda, que había frecuentado en París a los fundadores del Movimiento Dadaísta y era el padre de José Francisco Aranda, primer biógrafo de Luis Buñuel. Pese a este panorama desolador, un grupo de jóvenes creadores buscó un resquicio para la libertad, la sensibilidad y la belleza. Y tal vez debió encontrarla a la sombra de un personaje carismático: la pianista Pilar Bayona (1897--1979), una mujer talentosa, menuda y bella, adornada de una peculiar leyenda, que ejercía una irresistible atracción sobre el círculo de intelectuales y desasosegados del momento. Era una creadora, una intérprete, una diosa entre hombres, aunque por aquellos primeros años de posguerra también destacaba la bailarina María de Ávila, que pasará a la historia por su trayectoria de profesora de danza.         

En torno a Pilar se agrupaban pintores como Alfonso Buñuel, historiadores del arte como Julián Gállego, José Camón Aznar (que le remitió cartas de amor en su juventud) y Federico Torralba, melómanos como Eduardo Fauquié, cuya casa era como el modesto auditorio de novedades, escritores como el jovencísimo Manuel Derqui. Y en menor medida, un poeta prometedor, entre desgarrado, sigiloso y expresionista: Miguel Labordeta. Otros nombres que podemos sumar a este colectivo son los de Juan Pérez Páramo, José María García Gil, marido de María de Ávila, y también un adolescente tan radical como imaginativo: Luis García--Abrines, que hará carrera como profesor de literatura, melómano, pintor y autor de collages y ciudadano un tanto excéntrico. Otra figura importante fue el galerista y poeta surrealista Tomás Seral y Casas, que vivía a medio camino de Madrid y Zaragoza, y que en 1949 publicaría Elegía sumeria de Cirlot.
        

Pilar Bayona había iniciado en 1938 una serie de conciertos en Radio Zaragoza. Cada uno de ellos era un motivo de reunión, de tertulia, de fiesta o un pretexto tan sólo para acompañarla a la emisora que estaba en la calle Almagro. De Luis García--Abrines se ha dicho que se ocultaba con su radiante adolescencia detrás de las cortinas para verla. Además, Zaragoza era una ciudad de cines: había sido una de las capitales pioneras en la expansión del cine, tanto por lo que se refiere al número de carpas, salas emblemáticas como el Ena Victoria o Alhambra, como de rodajes de los Jimeno o Tramullas. Y ese caldo de cultivo fue el que encontró Juan Eduardo Cirlot durante su estancia en Zaragoza. No se sabe exactamente cuáles eran sus itinerarios: no existen testimonios de que fuese a pasear por los parques, que visitase lugares tan típicos como el café cantante El Plata o el Salón de Variedades El Oasis, aunque resulta fácil deducirlo. Sabemos que era asiduo de los cafés como el Ambos Mundos y que llegó a estrenar una pieza musical, creemos que fue un vals, en uno de sus cafes cantantes con orquesta.
        

Juan Eduardo Cirlot le concedió, andando el tiempo, una gran importancia a su estancia en Zaragoza. Recordó que había entablado una relación decisiva con Alfonso Buñuel: éste conservaba en la casa familiar, en el Paseo de la Independencia, la inmensa biblioteca de su hermano Luis, y allí incrementó Cirlot su caudal de lecturas y de conocimiento del surrealismo. Leyó revistas como Cahiers d'art, Minotaure y las primeras ediciones, muchas dedicadas, de Pablo Neruda, Louis Aragon, Paul Eluard o Antonin Artaud, por no hablar de visionarios anteriores como William Blake. Y lo que es aún más curioso: Alfonso, que alternaba la arquitectura y el diseño de muebles con el arte, le introdujo en el secreto del collage. Además, juntos tradujeron muchos poemas franceses en una verdadera relación de maestro y discípulo, que ha sido glosada, entre otros, por Jaime D. Parra, José Francisco Aranda, Agustín Sánchez Vidal, su propia hija Victoria Cirlot o Juan Ramón Masoliver, primo de los Buñuel y secretario de Ezra Pound, que aparecía de cuando en cuando por Zaragoza, la ciudad donde había nacido. Cirlot pertenecería años más tarde al grupo Dau al set con Ponç, Brossa, Tharrats, Cuixart y Tàpies, pero jamás asumió la línea ortodoxa del surrealismo en el que se había educado a orillas del Ebro.
        

La conexión entre Pilar Bayona y Cirlot resulta evidente. Habida cuenta de que Alfonso Buñuel era uno de los grandes amigos de Pilar, y tal vez uno de sus enamorados platónicos, debió ser él quien los puso en contacto. Luis García--Abrines le llamó El lugarteniente de la intérprete. Entre los tres (Luis, Alfonso y Pilar) se produjo una relación pasional tan enigmática como subyugante: hicieron con otros amigos un viaje por Andalucía en 1943, por Cádiz y Sevilla especialmente, y debieron saltar chispas en un laberinto de pasiones cruzadas y no siempre recíprocas. Cirlot también sucumbió al hechizo de la pianista, aunque no se explayó en ningún lugar acerca de ella. Le dedicó un soneto, y todo un libro de trasfondo musical: Pájaros tristes y otros poemas a Pilar Bayona (Libros del Innombrable (Zaragoza, 2001). Un libro que está entre dos fuegos: el fervor musical que le inclinaba hacia la composición y su facilidad para el verso. Algunos de sus músicos favoritos como Scriabin y Maurice Ravel marcan el desarrollo del libro, que ha permanecido inédito hasta ahora, entre los papeles de Pilar Bayona. Juan Eduardo Cirlot, muerto prematuramente, desarrolló luego una inmensa e inagotable carrera como crítico e historiador del arte, especialista en la Edad Media y el mundo céltico (era un gran coleccionista de espadas), artista y poeta. Siruela ha recuperado recientemente su Ciclo de Branwyn (1966--1971), un proyecto de libros de poesía permutatoria inspirado en la figura de la dama rubia, encarnada por Rosemary Forsyth, que emerge del agua en la película El señor de la guerra de Franklin Schaffner (1966). Allí se encontró con el mito de su existencia y con la mujer idealizada de su vida. También publicó monografías sobre Tàpies, Miró o Antoni Gaudi, y es autor de un memorable Diccionario de símbolos, que consideraba “mi libro preferido”.
        

La fascinación que siempre ejerció sobre mí la pianista (vi su último concierto en 1979, unos días antes de que un coche la arrollara), me puso en contacto con Antonio Bayona, su sobrino y organizador, junto a Julián Gómez, del legado de la virtuosa aragonesa. Fue quien me habló de estos versos: de esta sinfonía musical, de esta polifonía de voces líricas. Es un libro que tiene el aroma de la leyenda, un libro en el que suena la melodía de los pájaros (Umberto Saba, Saint John-Perse, Andrés Trapiello, Pablo Neruda y Clara Janés, entre otros, han dedicado poemarios a las aves) y que fija en nuestra imaginación a dos figuras unidas por la amistad, el misterio, la poesía, tal vez el amor/pasión (¿por qué habría de ser distinto Juan Eduardo Cirlot a José Camón Aznar, Alfonso Buñuel, Luis Buñuel, Luis García--Abrines, todos ellos enamorados de Pilar Bayona?) en una ciudad que se desgañitaba por despertar de sus pesadillas de una vez por todas, y eligió para hacerlo las sagradas formas de la hermosura.
 

 

5 comentarios

GUIDO -

UNA VERDADERA MIERDA ERA LINDA PERO QUE PASO YO QUERIA METER TODA MI LECHE EN SU COCHITO LINDO

C. Ezquero Gallizo -

He disfrutado leyendole. Me interesa toda esa apasionante época.
Mi familia, paterna y materna, acabaron en el mundo del espectáculo, por azares de la guerra.
Me gustaría conocer algo de ellos. Mi madre tocaba la batería en una orquesta del café Ambos Mundos. Su profesor, un batería mexicano de paso por Zaragoza... ¿podría contarme usted algo de todo esto?. Gracias.

inde -

Ya te explicaré lo de la sirena, ya. No es una página en concreto. No iba la cosa por ahí...

A.C. -

Gracias, guapina.
Sigues siendo más bonica que un San Luis. Dime en qué página está lo de la sirena:lo he buscado con afán y no lo encuentro. Perdona mi torpeza. Antón

inde -

Qué cosa más hermosa: estoy leyendo tus post conforme los vas publicando. Da la sensación de que los dos ordenadores estuvieran conectados. Y qué gusto aprender tantas cosas cuando ya creía que el día estaba vencido.