ENTREVISTA CONLA DISEÑADORA ANA BENDICHO*
-En realidad, he oído decir, usted iba para bailarina.
-Me habría encantado, pero he querido ser tantas cosas. Hice algunos cursos de danza hasta que entré en el instituto. Pero sí es cierto que ya desde muy niño yo era la bailarina de una familia de guitarristas y cantautores. Mi hermano cantaba y yo bailaba.
-Y luego le llevaba flores a Labordeta en sus recitales.
-Se lo he recordado luego y se me reía. Fue profesor mío y eso impresionaba mucho. Nos daba clases de historia y de historia de la música. Era muy divertido: nos contaba cotilleos de la corte de la reina Isabel. Y una vez, tras un mitin, me atreví a subirle un ramo de flores.
-Y luego quiso ser modista en Delicias.
-No sé si tanto, pero sí es cierto que tuve una tía que hacía corte y confección, y pasaba mucho tiempo en su taller. Me gustaba mucho porque era muy delicada. Yo recogía los alfileres dispersos con un imán, cogí los primeros dobles de los pantalones, arreglé cremalleras, botones, y así me gané mi primer dinero. Mi tía tenía una encantadora máquina Singer. Yo hacía vestidos para mí y para mis amigas. No me costaba nada hacer patrones y manejar la aguja, hasta que me cansé.-
¿Descubrió que la esperaba el diseño industrial?
-Empecé Filosofía y Letras, y sólo hice un curso. Me atropelló un autobús y tuve que guardar reposo algún tiempo. Decidí estudiar francés e italiano, y un día me apunté, en la Escuela de Artes, a hacer Diseño Industrial y trabajé en diseño de interiores con Joaquín Carbó, sobre todo en bares y cafeterías.-
¿Cuál es el secreto de la decoración de un bar, de una cafetería?
-De entrada, hay que ver qué tipo de gente va a ir, en quién se piensa, qué tipo de comida. Y a partir de ahí, hay que pensar en muchas cosas. Una cosa fundamental es la iluminación, cómo se ve la gente. Los bares tienen que seducir: ese espacio tiene mucho que ver con los sentimientos, con las emociones, con la palabra.
-Usted fue una de las beneficiadas de las becas de diseño del Gobierno de Aragón.
-Sí, y eso me permitió estudiar en el Bilbao y en París. Recuerdo que en Bilbao estudiábamos cuatro becarios aragoneses: de vez en cuando venía el consejero de Industria y sus colaboradores para vez cómo evolucionábamos. Teníamos que explicar nuestra evolución en una reunión tan teatral como rígida, e incluso nos grababan. Tengo vídeos de exposiciones de diseño de una colección de cuchillos o de un tostador de pan. A veces, los he puesto para reírme.
-¿Cómo le fue en París?
-Una maravilla. Estuve dos años. El primero fue un poco más rígido, de adaptación al medio, de aprendizaje constante. Y el segundo fue de escapadas y de paseos: nos íbamos a los jardines de Luxemburgo a dibujar, cogías destreza y soltura. París era, es realmente precioso. Coincidió mi estancia con una magnífica exposición en el Gran Palais. Acaba de crear el twingo, y colocaron en la entrada un montaje espectacular en forma de huevo basado en el coche. Además, yo tenía mucha suerte: ya vivía con Pepe Cerdá, y frecuentaba la amistad de mucha gente como José Manuel Broto, Jorge Gay, el semiótico Juan Alonso…
Demos un salto: en 1998 creó usted su estudio Novo.
-A mí lo que me gusta, más que diseñar un objeto, es que el cliente deje todo el proceso en tus manos: el diseño del producto propiamente, pero también la comunicación, el marketing. Todos los factores. Y eso, por poner un ejemplo, me está sucediendo con Hacienda Iber, una empresa que ha creado una industria del aceite frente al pantano de Mequinenza.
-¿En qué consiste su trabajo?
-El diseño tiene sus limitaciones: los propios procesos de fabricación, los que impone el cliente… Pero aquí, en Novo, nos encargamos de casi todo y nos enfrentamos a un proyecto industrial que va más allá: quiere ser una factoría de cultura, de paseos. Hay que hacer diseños de interiores, de paisajismo. Esta empresa tiene alrededor de 300.000 olivos a lo largo de 20 kilómetros de costas, y sus propietarios quieren que puedan visitarse desde el agua. Además, hay una ruta romana, y la almazara es como un faro. Todo tiene algo de representación teatral muy espectacular.
-¿Fue por el diseño de uno de esos envases por la premiaron en Los Ángeles?
-Sí. Hacienda Iber trabaja con mucha pulcritud y tiene un “enólogo” italiano del aceite. A mí me preocupa mucho la simplicidad de un objeto, la elegancia, la estética, pero todo ello debe estar supedidato a la utilidad, al uso. Al hablar de diseño hablamos de sencillez, de seducción, de emoción. Y una de las cosas que más me interesan del diseño es el fermento de ideas. Ahora acaban de encargarme en Ibercaja un curso sobre creatividad que me apasiona. Me mosqueo con los productos que no sirven para nada, con los manuales de instrucciones infinitos, odio las teteras que vierten el té por todo… Los objetos tienen que ayudar a que la vida sea más fácil y emocionante.
-¿Qué espera del 2008?
-Creo que van a cambiar las cosas: que vamos a adquirir otra cultura, otra forma de mirar, la gente hablará de arquitectura, de proyectos. Nosotros organizamos aquí encuentros con diseñadores europeos: me gusta que veamos lo que se hace fuera y que se confronten nuestras ideas con las de otras latitudes. Hace poco estuvo aquí Michel Millot, que había sido profesor mío en París, y fue maravilloso. Él es apasionado y sistemático. Nos enseñó mucho.
-Por cierto, usted también es fotógrafa.
-Siempre me ha gustado la foto. Desde niña. Siempre llevo la cámara en el bolso. Hace algunos años revelaba y me emocionaba ver cómo aparecía la foto en los líquidos. Experimentaba. Con la cámara digital, llegué a emborracharme de imágenes y estuve un tiempo sin hacer nada, pero ahora no puedo prescindir de la fotografía. Tengo tres cámaras: mi cultura es muy visual y toda mi vida es como un travelling con muchas imágenes. Ayer mismo me ocurrió algo muy bonito: vi a un montón de niños que se bañaba en la fuente del Pilar, se refrescaban, se arrojaban desde la cascada, se lo pasaban pipa. Y para eso me gusta llevar la cámara: para atrapar estas escenas de la vida.
*Ana Bendicho (Teruel, 1963) es diseñadora industrial y fotógrafa. Posee su propio estudio: Novo.
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