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Antón Castro

PASEO NOCTURNO POR CONDE DE ARANDA

PASEO NOCTURNO POR CONDE DE ARANDA

Tenía que haber ido al concierto de Michel Camilo y Tomatito, pero me dio algo de pereza. Había comprado tres entradas para Carmen, que ya es Médico de Familia (aprobó su examen en Madrid), para Aloma y para Pipi, nuestra diseñadora de joyas predilecta, neozelandesa para más señas. Pensaba que no me iba a dar tiempo a llegar. Hacia las diez me fui a dar un pequeño paseo por la calle Conde de Aranda: tengo que escribir algo sobre esa avenida -mi cuñado dice que en el argot de los taxistas se dice ahora "destino a Marrakech"- que fue durante algunos años la mía: viví en Ramón y Cajal, San Pablo, Las Armas y Casta Álvarez, y todas las noches en mis expediciones nocturnas a las basuras o con mi amigo Nacho Rojo pasaba por ella. Recuerdo en el primer verano que estuve en Zaragoza, en 1978, que fue en esa calle en la que me di dos topetazos con dos farolas: leía Hamlet con un afán insano. Con el segundo golpe rompí las gafas e inicié mi colaboración con Ulloa Óptico. Recuerdo que una vez eché a correr muerto de miedo fue una noche en que regresé solo: varios tipos intentaron detenerme y me eché a galopar como un loco, como un alazán sin desbravar, como cuando era niño y jinete y pistolero a la vez en las lomas de As Croas frente al mar de Barrañán. Hasta la plaza de San Domingo no me atreví a mirar para atrás. 

Conde Aranda es, hoy, con su laberinto de colores y gentío, como una síntesis de los cinco continentes. Di un pequeño paseo en una dirección y en otra. Un aire suave y zumbón, mitigado en sus fuegos, acariciaba las palmeras y esas luces de la noche que avanza, que tizna, que mancha, aún tenían un tono final rosáceo o dorado. La luz, allá arriba, parecía una bandada celeste de resplandores. Me fijé en todo lo que pude: no tomé notas. La gente habla en distintos idiomas, pasea en multitud, pasea en familia, y a la vez parece estar de paso: a la espera de una llamada mientras ronda por los locutorios, de un gesto del destino que oriente los pasos. Me acerqué al colmado latino y allí me llamó mucho la atención una colonia de áloe y, sobre todo, un erector, un medicamento al que definían como metafísico y espiritual. 

*La foto no es exactamente de la Conde Conde de Aranda, pero no tengo una. Pongo esta, cercana a Conde de Aranda, porque me ha parecido muy sugerente y también es uno de los territorios de mi juventud en Zaragoza.

5 comentarios

ANDRES -

Los intelectuales solo observais la sombra de la realidad.

Fuera de poesia y fantasia, la calle conde aranda es hoy por hoy sinonimo de delincuencia y marginalidad.

Se puede encontrar un perfume de aloe vera pero sin duda abunda mas el hachis y la cocaina...

Que alejados de la realidad estais los intelectuales, pero vamos, esto no es ninguna novedad.

carlos garcia garcia -

Es un asco de calle, da miedo pasar por allí, incluso de día.Hay poca seguridad.

Juan Moreno -

En la actualidad vivo junto a la calle de Conde de Aranda. Personalmente llamo a esta calle la calle de los milagros. Porque entre las palmeras además de poder comprar réplicas baratas de los trajes de la Princesa de Asturias, alimentos do Brazil, falar en português, parlar italiano, o parler en francais avec beaucoup de de marroquins, se pueden obtener milagros:
Vive en esta calle Maria da Fe dos Santos Pereira, más conocida como lagrimiña. alli van todos los que tienen un problema. Ella les escucha, y al terminar les abraza y cae por su mejilla una lágrima, como de diamante. La única condición es mirarla a los ojos. Despues de su lágrima y abrazo las penas parecen menores, así lo atestiguan desde las "divinas" del club de alterne hasta los jubilados de otras épocas que sienten cómo el tiempo pasa a más velocidad de la deseada.
Conocí ayer a Abuomar Said, al que todos llaman Pepito el de Jordania. Tiene 5 años. El no quiere que nadie le regale un juguete o un perro, el quiere una estrella del cielo con la que jugar. Su hermano, el mayor, que nació antes, le dijo que su abuela era "hacedora de estrellas" y aunque la abuela comenta que tuvo deudas y pagó con estrellas, Abuali said sigue insistiendo. Al escuchar su petición le dije que las estrellas son difíciles de cuidar, lo aprendí cuando mi amor murió, pero Abu ali Said sigue diciendo que él sabrá cuidar las estrellas para que todo el barrio sea feliz.
Hoy iba a pasar una manifestación neonazi por la calle. Los argelinos estaban preparados: llevaban una semana ensayando la Jota de los Sitios de Zaragoza, para cantarla con sus chilabas al grito de Todos somos Aragoneses, y Viva la Virgen del Pilar patrona no de la hispanidad sino de la globalidad!
En la calle de los Milagros, ahora Conde Aranda, viven dos ancianos. Cada tarde pasea María con su Pepe. Al no se dicen palabra, hasta que María le dice a Pepe: ¿me quieres? el responde, "otro día María, te diré si te quiero o no." Ayer, por vez Primera María no Pregunto y al pasar a su lado oí a Pepe responder: María, siempre te quise, te quiero y siempre te querré". En frente estaba Lagrimiña y no lloró, solo sonrió.
Wei diei es un chino que tiene un bar en Conde Aranda, y al oír a Pepe, compró un clavel y se lo regaló a María.
Hay calles más hermosas en Zaragoza, pero calle con más milagros no.

Pepe Cerdá -

Ha sido también mi calle. Pero entonces se llamaba General Franco. Era la calle de mi colegio, los Escolapios, la del cine Monumental (como muy bien dice Fernando), la del Café Guinea...y la de tantos y tantos sitios vividos en mi niñez. Los tranvias subían quejosos y chirriantes hacía el Portillo y por allí paseaba, como una premonición, "el negrito Tony" que actuaba en el Oasis y que era muy amigo de mi padre, y que a los niños nos causaba una gran impresión. Nos lo imáginabamos cazando leones, tal y como acababamos de ver en el cine, nuestra única ventana al mundo.
Ahora que la calle, y Zaragoza, y España ha cambiado, y a mejor, puede parecer ridículo y hasta "politicamente incorrecto" llamar a una persona de color "el negrito Tony", pero entonces era así y nadie se sentía molesto.

FERNANDO -

Para mi la calle trae recuerdos más antiguos...
Allí ví en el cime Monumental
la gran pelicula Ben-Hur y despues en el cine Victoria,
las mañanas de domingo veiamos peliculas juveniles (grandes tostones)y para llegar hasta el cine pasabamos al lado de la calle del caballo...siempre nos dejaba una extraña sensación
de prohibido y vejatorio.