LA VIDA DEL INSTANTE INMÓVIL*
EL CDAN MUESTRA LA EXPOSICIÓN "NATURALEZAS SILENCIOSAS"
Un sol manso se deshacía entre nubes de niebla con una luz mitigada. Lamía las viñas y peinaba las crestas de las montañas nevadas. El edificio del CDAN, que acaba de estrenar un espléndido libro con fotos en blanco y negro, tiene algo de armazón con secretos. Tuve la suerte de que aparecieran por allí su directora Teresa Luesma y la técnico Obarra Nagore. Me advirtieron del peligro de una zona sombría, alfombrada de escarcha. Como si hubiera nevado. Dentro, con la iluminación justa, se exhibe “Naturalezas silenciosas”, una coproducción que ha realizado con el Centre d’Art la Panera de Lérida, conformada por la Colección Ordóñez-Falcón de Fotografía, que supone, de entrada, una mirada contemporánea en la evolución de esa disciplina. La propuesta es sugestiva y se ajusta a esa incesante actividad sobre el paisaje que desarrolla este centro, con un escrupuloso respeto hacia la obra, la figura y la significación de José Beulas. Teresa Luesma, en un gesto de generosidad y de afecto, me mostró los borradores de la programación para el 2007 y 2008 y en cada propuesta, en cada apuesta de trabajo, siempre aparece el reconocimiento y la incorporación sutil y afectuosa del artista y su legado. Me sorprendió gratamente el trabajo paciente y riguroso que se está haciendo en el CDAN: la meticulosa línea que se traza con osadía, con información, con pasión por el paisaje y sus alrededores.
Vuelvo a la exposición, distribuida en cuatro apartados: la órbita doméstica o cotidiana, el artificio natural, la “vanita” y el exceso. Estos asuntos confluyen y a la vez se alejan. Se complementan y se singularizan. El tema central sería la mirada contemporánea, expresada de formas muy distintas y con numerosos anclajes al pasado, a la tradición misma de la naturaleza muerta, de la que ya escribió Plinio, y que tuvo luego brillantes muestras en artistas de aquí y de allá como Arcimboldo, Caravaggio, Sánchez Cotán, y desde ellos avanza en la travesía particular de Vincent van Gogh (que realizó más de un centenar de naturalezas muertas), Cézanne o Picasso, entre otros muchos. Esa fuente de tan dilatada expedición en el tiempo es fundamental para entender la exposición, para paladearla con lentitud y con un poco de estupefacción, que también se suscita. Todas las obras, de un modo u otro, son bodegones, todas refieren “la vida parada en un instante inmóvil”, tal como escribió Omar Calabrese.
En el ámbito más doméstico podemos ver una foto magnífica de Irvin Penn, uno de los grandes maestros de todos los tiempos, y una pieza de Jan Groover, que evoca el rigor y la pulcritud de Morandi. En la serie de artificios naturales, muy variada, hay obras de Humberto Rivas, el famoso pimiento arrugado de Edward Weston, que tiene algo de cuerpo desnudo de mujer, los “Sueños de animal” de Valentin Valhonrat, dos de las piezas más espectaculares y estratégicamente ubicadas, y está el proyecto más impactante del conjunto: las 32 obras de “Herbarium” de Joan Fontcuberta, que es un homenaje explícito a las flores secas y exentas de Karl Blossfeldt. La “vanitas” es el género barroco por excelencia; al menos ha encontrado en ese periodo su mayor hondura y expresividad. La “vanitas” o vanidad está vinculada a la vida efímera, a la fugacidad del placer, a la fatalidad de la muerte y del olvido. Aquí hay piezas escalofriantes: Penn, de nuevo, con un bodegón más que sombrío, tétrico; el mundo de las amputaciones y los crueles desvalimientos de Witkin y una serie de fotograbados de la enigmática y trágica Ana Mendieta, ya saben que se arrojó por la ventana o la tiró su marido Carl André. Entre los excesos, me quedo con una pieza titulada “Desorden”, de Jean-Louis Garnell. También podría haberla titulado: “Soy un cerdo”. Por cierto, no pasa inadvertida la “Naturaleza muerta con cerdo” de Guido Mocafico.
*Recojo aquí el artículo que publico hoy en "Heraldo de Huesca". La foto es de Arnold Odermatt, "Bouchs", y está datada en 1957.
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