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Antón Castro

JUAN LUIS BUÑUEL, UNA ENTREVISTA

JUAN LUIS BUÑUEL, UNA ENTREVISTA

Calanda. Parece el lunes del fin del mundo: llueve a mares en la calle Luis Buñuel. En el interior de la iglesia, bajo algunos focos, Juan Luis Buñuel (París, 1934), con su aspecto de obispo laico o de goliardo de ojos claros que sale a la aventura, conversa con un primo lejano, de rostro filoso, que es el sacerdote. Juan Luis Buñuel lo hace casi todo: pinta y esculpe (el próximo 24 de abril presenta una exposición en París), realiza fotografías y redacta guiones, y dirige películas. Películas de ficción con Catherine Deneuve o Brigitte Bardot, series de  televisión o documentales sobre Guanajato, el mayo del 68, el movimiento de los Blackis Powers, los años del cambio en Chile o Gaudí, al que rindió homenaje en un documental muy imaginativo y un tanto surrealista. Juan Luis Buñuel ha vuelto a la tierra de sus antepasados para grabar un nuevo documental, 40 años después de su “Calanda” de 1966, sobre la población que producirán Imval, con Gaizka Urresti a la cabeza, con Aragón Televisión, y la colaboración de la Diputación General de Aragón y el Ayuntamiento de Calanda. Juan Luis Buñuel también presenta una selección de sus fotografías, revisadas y seleccionadas por Javier Espada, director del Centro Buñuel de Calanda.          

Antes de que empiece el rodaje, Juan Luis Buñuel dice que el gran escultor Alexander Calder ha sido muy importante en la vida de los Buñuel y en su faceta de escultor.   

       ¿Alexander Calder? Aparece en una de sus fotos. Es uno de los grandes escultores del siglo XX con Henry Moore, Constantin Brancusi, Pablo Gargallo, Julio González...        

-Así lo creo. Era un gran artista y una magnífica persona.  Yo  nací en París en 1934. Tras la Guerra Civil nos trasladamos a Estados Unidos. Apenas recuerdo nada de esto, pero tuvimos muchas dificultades. Recuerdo que teníamos que alquilar por una cantidad muy elevada un apartamento muy pequeño. Mi padre le pidió dinero a Salvador Dalí. Éste le dijo: “Nunca se le debe dejar dinero a los amigos”, y agregó que estaba muy contento con la victoria de Franco en España. Luego, ya sabe, denunció  a mi padre por comunista y ateo, con lo que aquello significaba en Estados Unidos, y mi padre tuvo  que marcharse. Creo recordar que el apartamento era tan pequeño que la cama de matrimonio salía de un armario y mi hermano Rafael y yo dormíamos en el sofá.

         -¿Y dónde intervino Alexander Calder?        
-Cuando Dalí le dijo a mi padre que no le dejaba dinero, contactó con él. Nos ofreció su casa, y vivimos un tiempo con él y con su familia. Yo lo recuerdo vagamente, y luego coincidimos en mis trabajos con la escultura y me echó una mano.         

-Es una anécdota muy bonita. ¿Qué le parece si nos acercamos a su primer viaje a Calanda?        
-Vine aquí con mi familia en 1959. Vine con mis primos y una tía, y vi Calanda por primera vez. Era un pueblo medieval, tal como lo había descrito mi padre en sus memorias: “Mi último suspiro”. Fue lo me interesó primero en el cine para un proyecto personal, hice mi primera película aquí. En el cine hay que buscar cosas que no sean caras. Y para hacer una película se empleaban poco más de 24 horas de filmación, lo cual resulta muy barato. Rodé con una cámara, bueno, en realidad tuve dos cámaras.
        
La película fue galardonada con el César de 1967.        
Tuvo bastante éxito como documental, pero nunca se vio en los cines comerciales. Ganó el César, que es el nombre de los premios de cine en Francia. También fue al festival de Londres, a otro de Nueva York, y a otros. Yo miro esa película con emoción. Pero, ya le digo, no tuvo ningún recorrido comercial.
        

Había imágenes muy emocionantes. Por ejemplo, se veía a su tía Conchita, con sus ojos claros,  tocando el tambor. ¿Cómo va a ser la película de ahora, “Calanda 40 años después”?        
-El mundo ha cambiado mucho en cuarenta años y también Calanda. Aquella Calanda era la Edad Media, exagero un poco, pero era la Edad Media: había melocotón y aceitunas y nada más. Ahora hay fábricas, hay trabajadores inmigrantes. Hay de todo. Ahora Calanda es una ciudad del siglo XXI europea. De repente me dije: “Sería interesante hacer Calanda 40 años después”. Y aquí estoy, encantado. Montaremos en el Centro Buñuel de Calanda.
        

-Para un hombre que hace tantas cosas, ¿cuál es la importancia del cine en su vida?
-Llegué al cine de casualidad. Mi camino iba hacia otro sitio. Había estudiado en Ohio. En casa, a pesar de que éste era el oficio al que pertenecía mi padre, no se hablaba de cine apenas. Se hablaba de los exiliados, de la Guerra Civil. Y de repente, porque sabía español, me llamó la productora de Orson Welles para que trabajase en su “Don Quijote”. Quería que fuese asistente de dirección. E hice lo que me pidieron. Incluso tomé algunas fotos. No tenía ni idea de fotografía, pero me salieron tomas muy bonitas. Alguien le había puesto a la cámara un filtro rojo, yo no tenía ni idea de hacer fotos, y me salió un cielo muy contrastado y dramático. Luego, hice muchas películas México, en Buenos Aires, cerca de Patagonia, en Venezuela, en España, en Inglaterra.  
 

-Su cine tiene una veta fantástica, de pesadilla gótica en ocasiones. Pienso en títulos como “Leonor”, “Fantomas”, “La mujer  de las botas rojas”.        
-He hecho casi todos los géneros para cine y televisión. Y he rodado también muchos documentales. Lo importante del cine es la técnica. Cada director, bueno o malo, tiene su técnica. Orson Welles, a quien conocí bien y estaba siempre muy preocupado por el tamaño de su nariz, decía que hay tres cosas importantes en el cine: el guión, el guión y el guión. El resto es técnica, que es más fácil. Escribir un buen guión es muy difícil.

El guión es una de las claves de Luis Buñuel, ¿no?        
-Pienso que mi padre sabía escribir un guión. Ahora, no lo hacía en dos días, ni en dos semanas, tiempo en el que podía rodar una película. Hay guiones de sus películas en México muy simples, pero para escribirlos podía tardar un año, ocho meses. De ahí deriva la fuerza, creo, de su cine. Y la simplicidad de la filmación, es decir, su maestría de la técnica. Preparaba muy bien el montaje y rodaba. A él le hubiera gustado tener cuatro semanas, y sólo tenía dos. Como dicen muchos, y yo también lo pienso, todas las películas de mi padre, menos “Robinson Crusoe” tal vez, se parecen. Son la misma película: unos burgueses alrededor de una mesa discutiendo, eso es El ángel exterminador, El discreto encanto de la burguesía...
         

-Usted ha recordado una y mil veces la anécdota de su padre con Nicholas Ray, director de “Esplendor en la hierba” o “Johnny Guitar”, entre otros títulos. Éste le decía que Buñuel era un hombre libre, que hacía lo que quería.
-Fue en una comida. Se encontraron Nicholas Ray y mi padre, y le preguntó: "Buñuel, tú eres el único que hace lo que quiere en el cine, ¿cómo lo consigues?". Mi padre dijo: “Es muy simple: no pido más de 50.000 dólares por película". Tampoco cobraba 50.000 dólares por película; después sí, pero al comienzo mucho menos. Creo que por “Los olvidados” cobró 2000 dólares. 

“Los olvidados” es una de las grandes películas de su padre. Ha sido reconocida como “Memoria del Mundo” por la UNESCO.
Quién nos iba a decir que iba a pasar lo que pasó: que una película pequeñita, dura, rodada en muy pocos días, contando lo que cuenta, iba a tener la repercusión que ha tenido.         

-¿Qué le parece el Centro Buñuel de Calanda?
        
No me gusta nada. Ni a mi  padre tampoco le habría gustado este culto a su persona. Entiéndame: está muy bien, hace un servicio muy importante, es maravilloso y moderno, pero me da vergüenza. Y seguro que a mi padre mucho más. Él era todo lo contrario.
         

Disculpe. A mí me parece muy acorde con el espíritu de las películas de su padre. Estos días se estrena allí una exposición suya de 98 fotos.
        
Siempre he tomado fotos. Mi primera cámara la tuve hacia los once, doce o trece, años. Fui asistente  de dirección durante doce años. Trabajé con muchos directores de la Nouvelle Vague, como Louis Malle en “Viva María”, donde coincidí con Brigitte Bardot y Jeanne Moreau. He sido asistente de mi padre en “La joven”, “Viridiana” o “Ese oscuro objeto del  deseo”. De ahí que haya captado a tanta gente: Catherine Deneuve, Gerard Phillipe, Fernando Rey, Jack Lemmon, Anthony Quinn, Ingrid Thulin, bueno, toda esa gente importante. Me encanta Brigitte Bardot. Me pareció siempre  una mujer preciosa, más bella y fascinante al natural que en el cine. Pero vamos, éstas son fotos de amateur que tomé con cámaras grandes, pequeñas, de todos los formatos. Y he ido guardándolo todo. A mí me gusta casi todo: pintar, dibujar y hacer esculturas. Una película se hace con equipos y una escultura, solo.
 

-He oído que piensa rodar una versión de “Mi último suspiro”.
No creo que pueda decirse eso así. A lo mejor, con Jean-Claude Carriére, hago un documental inspirado en la vida de mi padre y en los lugares en que él estuvo. Estamos en ello.         

*Foto de Nueva York hacia 1940. Luis Buñuel y Jeanne Rucar con su hijo Juan Luis, que tenía seis años.    

7 comentarios

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Cuando usted puede sentir las cosas que quieren sentirse capaces de decir lo que sientes cuando este es un momento muy feliz.

Antonio Torres -

Creo que Juan Luis Buñuel es una de las personas más sinceras que he escuchado. Admiro a su padre y creo que Juan Luis, a diferencia de los hijos de artistas reconocidos, ha sabido encauzar el nombre de su padre en sus propias actividades, de una manera artística, sin pretensiones y con un alto grado de moral.

Juan L. Buñuel -

Aclaraciones sobre el Centro Buñuel de Calanda.


En esta entrevista no quedaron suficientemente claras mis opiniones, no maticé lo suficiente mis sentimientos, contradictorios a veces, ni mis ideas. El Centro Buñuel me parece un proyecto muy interesante que podría estar situado en cualquier gran ciudad, pero hay una escultura que no me gusta porque es como subir a mi padre en un pedestal, algo que a él también le daría vergüenza, porque nunca nos ha gustado el culto a las personas, nos da pudor.


En cuanto a la exposición sobre mi padre está muy bien planteada y es muy moderna, aunque como he dicho en otras ocasiones le falta, en mi opinión, una habitación con armas y otra con insectos, y yo también destacaría más el ateismo de mi padre, pero insisto, esa es mi opinión, porque a mi hermano Rafael y a mi hijo Diego, que acaban de estar en Calanda, les ha gustado mucho.


De otro modo yo no colaboraría con este Centro, y ahora se muestran mis fotografías y algunas filmaciones, en una exposición que ha hecho Javier Espada y que a mí me gusta mucho como ha quedado.


Además he cedido materiales inéditos o muy poco conocidos para el archivo de este Centro, al que vienen gentes de sitios tan remotos como Corea. No me lo nubiera creido si me lo hubieran contado.

Diego de Rivas -

Hola Antón, de vuelta de una Semana Santa inolvidable rodeado de mi mujer, hijos y amigos, leo esta entrevista.

Me ha encantado.

Mañana a ver si tengo tiempo y te enlazo desde mi blog.

Saludos y gracias