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Antón Castro

CON LA FAMILIA ZARAGOCISTA DE BENJAMÍN SIMÓN

CON LA FAMILIA ZARAGOCISTA DE BENJAMÍN SIMÓN

Ángel Aznar posee un inmenso archivo de la historia del Real Zaragoza. Lo ha digitalizado todo a lo largo de más de una década. Conoce al dedillo los archivos de Gayarre o del doctor Paricio. No hay foto que no haya pasado por sus manos. O, cuando menos, son pocas las que no lo han hecho. Posee fotos de estudio (de Foto Eléctrica o Palacio), equipos, directivas, conjuntos de Regional, caricaturas, todo le interesa. Todo le apasiona. Dudo que exista un ex presidente tan apasionado por la historia y los secretos de su club. Con él he estado en casas de grandes coleccionistas como Alfonso Hernández, de los increíbles hermanos Clemente de Monzón, del doctor Zopetti, yerno del hacendoso doctor Paricio, en Cariñena con el entusiasta Beni Díaz, entre otros. El Real Zaragoza se ha convertido en una obsesión y en un sueño. Ayer me contaba que este fin de semana, en compañía de su padre, fue víctima de una tremenda tormenta que le dejó empapado y al borde de la neumonía.

Habíamos quedado ayer para visitar a Alicia Simón, la hija del masajista eterno del Real Zaragoza, Benjamín Simón, aquel hombre simpático y cariñoso que vivía abrazado a un puro y que cantaba como nadie piezas de zarzuela. Veríamos luego todos sus discos, dos baldas completas de un armario de recuerdos. Antes de entrar en la casa de los Simón de la Avenida de América, Ángel quiso enseñarme donde estaba el viejo campo de Torrero, que se extendía a lo largo de la calle Lasierra Purroy. Meticuloso con la tecnología, meticuloso con amigos maravillosos como los Simón, llevaba una fotografía del viejo campo: en realidad, eran varias fotos superpuestas y horizontales que ofrecían una impecable visión de conjunto. Ángel me decía: “Mira, esta calle es Iberia”. Y luego me preguntaba: “Seguro que no sabes quién este nombre, Adrados”. Y hacía un silencio y dos y tres, y escrutaba con los ojos. Vencía su erudición. Caballeroso y siempre correcto, quería darme la oportunidad de reconocer a aquel gran árbitro de los tiempos de Julio Ostalé, un poco anterior en realidad. Me sonaba pero no logré identificarlo. Ángel me habló de las porterías, de algunos bares especiales, de la orientación de la tribuna cubierta, me contaba donde dejaba la gente el tranvía y cómo avanzaba,  “en manadas  numerosísimas” como decía el poeta y editor Julio Antonio Gómez, hacia el viejo estadio donde se astilló para siempre la rodilla del gallego Avelino Chaves. Me enseñó las fotos y las casas que aún seguían en pie.

Poco después llegamos a la casa de Alicia Simón: por allí andaba su hermano, “que tanto he trabajado por el Real Zaragoza, como mi padre”, su marido, que fue jugador del Fraga y sobrevivió a aquel terrible accidente de furgoneta, y también su hijo Miguel Ángel.
 Alicia apenas tardó diez o quince minutos en mostrar sus tesoros: cientos de recortes, virados por el tiempo amarillo; fotos originales de Coyne, Marín Chivite, Foto Eléctrica y Fernando García Luna, en una de ellas, al principio de la posguerra se veía a su hermano, niño aún, con los “Alifantes” y en medio aparecía un requeté que debía ser mutilado de guerra, se había quedado sin el brazo derecho. Y en otra instantánea aparecía, en medio de una formación del 56 o 57 el pintor Paco Simón (que llamó entonces desde algún lugar de descanso), que nació en Barcelona y se crió al pie del campo de Torrero.  Alicia Simón y su familia nos enseñaron muchos más cosas: un par de botas negras de los años 40, con aquellos tacos de tres puntas, que hacía la familia Simón y exportaba para toda España. Y vimos también unas semillas de reigrass, mezcladas al parecer con trébol, que se echaban en el campo de Torrero para cubrir las calvas. También tienen una camiseta del Iberia, un banderín y aquel escudo que se cosía antes de cada partido. Y carnés del Iberia y aquellos kilométricos del Real Zaragoza que usaban media docena de jugadores en sus desplazamientos. Y dos caricaturas de Benjamín Simón, con el campo de Torrero y la piscina al fondo, de Alberto Duce. Todo este patrimonio de la memoria y de la evocación figurará en la exposición del Real Zaragoza que se inaugurará el 10 de octubre en  el Palacio de Sástago. 

Allí, entre los periódicos de As y Marca de los años 40, los primeros Zaragoza Deportiva, multitud de recuerdos, estaba una buena parte del Real Zaragoza. Dijo Ángel Aznar ante los magníficos retratos y las estampas: “Ya no se hacen los periódicos así a pesar de que sería mucho más fácil. Hemos perdido esa fuerza de las imágenes”. Benjamín Simón, como un fantasma del ayer, reapareció sutilmente en las fotos, en los objetos, en la música del ambiente. Hubo un momento en que tuve la sensación de que su voz volvía a sonar: su voz en una pieza de zarzuela o en una jota. Igual que cuando viajaba en aquel maravilloso coche donde él era el masajista y el solista excepcional de “Los Alifantes”. 

*Reproduzco aquí uno de mis montajes favoritos de “Los Alifantes”: los retratos son de Coyne y el montaje es de Millán. Manuel Coyne trabajó mucha este tipo de composición.

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juan -

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